lunes, 30 de noviembre de 2015

Confidencias muy íntimas, by Patrice Leconte

Él es un hombre serio, gris, metódico, ordenado, un señor de traje y corbata que jamás ha transgredido una norma.

Ella es una mujer un poco perdida que llama a la puerta de ese hombre por error y empieza a contarle sus secretos más íntimos.

Cuando ella descubre que él no es quien creía que era ya es demasiado tarde y las confidencias han empezado.

Y muy poco a poco se van conociendo, se van mirando, se van estudiando el uno al otro. Y se van enamorando sin apenas tocarse, solo a base de palabras, de miradas, de silencios, de complicidad.

Patrice Leconte me toca la fibra, me conmueve, sus historias me interesan, me atrapan, me absorben, me embelesan, por rocambolescas que sean, que muchas lo son, ésta de las que más. Sin embargo en ellas todo tiene un sentido, un porqué. Nada queda en el aire.

Impresionantes los primeros planos característicos de Leconte. Si yo fuera actriz pagaría por trabajar con ese hombre porque hace un verdadero acto de amor en cada película a cada una de sus actrices. A los actores tampoco los trata mal pero de ellas se enamora en cada plano y consigue que el espectador también se enamore. Y saca el mayor partido de cada una de ellas. Qué decir de la increíble sensualidad que aquí destila Sandrine Bonnaire. Tan francesa, tan estilosa, tan fina, tan guapa ella.

Me quedaría con algunas escenas especialmente memorables: el momento en el que Fabrice Luchini se lanza a bailar solo en su casa. Sandrine Bonnaire fumando tumbada en el diván. La sonrisa final de Luchini, contenida pero llena de esperanza y de ilusión. Cómo cuida este hombre la fotografía y la música en sus películas! En este caso la fotografía llena de claroscuros y de matices cromáticos de Eduardo Serra es casi hipnótica.

Ah, un consejo: las películas de Leconte tienen que verse en versión original. Sus personajes solo pueden hablar en francés, susurrar en francés... En ninguna otra lengua podría ser lo mismo.

viernes, 27 de noviembre de 2015

La vida alegre, by Fernando Colomo

Qué gozada volver a los 80 de la mano de Colomo y reencontrarnos con Verónica Forqué o con el Resines de los primeros tiempos. O con Massiel, Wyoming, Gurruchaga, y con algunas de mis actrices favoritas del cine español: esa porteraza maravillosa que es Chus Lampreave, esa abuela inolvidable que fue Rafaela Aparicio... Y qué decir del ministro interpretado por el enorme Miguel Rellán, camuflado con peluca rubia y gafas de sol para no ser reconocido por sus escoltas.

Y sobre todo la risa, el buen humor, la forma de tratar temas espinosos como son las enfermedades venéreas con esa ligereza tan ochentera... La frescura, el tono, el color, y ayssssss, esa moda de la época que pone los pelos de punta... qué horrorrrrrr! Esas hombreras, esos peinados, ese horterismo inherente a aquellos tiempos... Pero anda que no mola esa sensación de espanto que causa a mil años luz.

La verdad es que me he divertido muchísimo viéndola. Creo que nunca la había visto entera antes, es de ese tipo de pelis que cuando las echan nunca las ves porque siempre crees que las has visto ya. Pero no, si la hubiera visto la recordaría. Imposible olvidar ese desfile friki que pasa por ahí, toda esa gente que decidió en su día echarle una mano a Colomo para hacer este divertimento por el que muy probablemente no cobraron ni un céntimo.

Hay otros mundos aparte de Almodóvar. Los ochenta estuvieron llenos de gente ingeniosa, muy loca, muy divertida, transgresora, con ganas de pasárselo bien y de hacer disfrutar a la gente. También hubo muchos rollos chungos (la droga, los escándalos políticos...), pero todos ellos están presentes en esta historia aunque completamente desdramatizados, convertidos en ingredientes de un relato costumbrista de unos tiempos que tuvieron sus más y sus menos pero que siempre son gratos de recordar. Para nostálgicos empedernidos y para todos los que tengan interés en saber cómo éramos y cómo nos descojonábamos allá por los 80.

miércoles, 25 de noviembre de 2015

La costa de los mosquitos, by Peter Weir

Ésta es una de esas historias en las que se aborda la cuestión de los poco nítidos límites entre el genio y la locura. El personaje de Harrison Ford vendría a ser el paradigma perfecto de ese tipo de individuos que tienen ideas y madera de líder y una capacidad creativa envidiable pero a los que entre tanta inventiva se les va la pinza con relativa facilidad.

En este caso el buen señor decide que la vida en su país, los USA, se ha vuelto muy peligrosa, que no le gusta la sociedad de consumo extremo en la que se mueve y que quiere criar a sus hijos en un ambiente completamente diferente. Y embarca a toda su familia en un proyecto de vida que él considera bueno y perfecto, un proyecto ecológico al cien por cien, basado en el aprovechamiento de los recursos de la naturaleza, pero que pone en grave riesgo a él, a su señora y a toda su prole.

Además del personaje de Ford me parecen muy interesantes los de la esposa y el hijo mayor, interpretados respectivamente por Helen Mirren, magnífica como siempre, y por el desaparecido y añorado River Phoenix. La mujer tiene un comportamiento alucinante con respecto a las locuras del marido. Lo apoya casi incondicionalmente, incluso cuando ve que pone claramente en peligro las vidas de sus hijos, aunque poco a poco le va ganando la preocupación materna hasta que llega a un punto en el que le resulta muy difícil hacer la vista gorda ante las demenciales ideas de su aventurero esposo. El hijo también se debate emocionalmente entre la admiración por su padre y la rebeldía hacia una autoridad que va cuestionando también muy paulatinamente.

La película podría haber resultado muy interesante, y de hecho he leído por ahí que la novela es una pasada y que Peter Weir hace una adaptación bastante fiel; lo que pasa es que llega un momento en el que se hace muy cansina, las actitudes del protagonista son muy repetitivas y tienen poca capacidad de sorpresa, y conforme ese límite entre el genio y la locura se va decantando hacia la segunda el guión va perdiendo interés por momentos. Conseguí llegar al final a duras penas porque sinceramente hubo un momento en el que me daba exactamente igual lo que fuera de la familia protagonista, como si la palmaban todos. Y claro, esto en una historia de estas características es demoledor. Planchazo total.

martes, 24 de noviembre de 2015

Si de verdad quieres..., by David Frankel

Hacía mucho tiempo que no pasaba yo tantísima vergüenza ajena viendo una película. Tanto es así que no he podido soportar verla hasta el final. La imagen de Meryl Streep intentando hacerle una mamada a su marido, la primera de su vida, después de 30 años de matrimonio, en un cine mientras ven "La cena de los idiotas" ha sido tan espeluznante que he tenido que cerrar los ojos como si estuviera viendo una de terror. Y he notado además un calorcillo en mis mejillas que solo podía significar intenso enrojecimiento cutáneo.

Madre mía, qué vergüenza!  Os cuento, ávidos cinéfilos que buscáis mi asesoramiento: Típico matrimonio de cincuentones (aunque tanto Streep como Tommy Lee Jones tiran más para la sesentena, casi que rozando la setentena) que, oh cielosssss, QUIEREN RECUPERAR LA PASIÓN PERDIDAAAAAA!  Bueno, más que nada la tía, porque el señor está más a gusto que un marrano en un charco y no echa en falta en su matrimonio nada de nada. Pero bueno, a ella le da por mirar parejitas jóvenes y ponerse a comparar. Ay cielos, ya ahí tenía que haber cambiado de canal. Y la tía empieza con la paranoia de "quiero recuperar mi matrimonio, quiero que seamos como antes, quiero que me desees como antes, quiero que me mires como antes". Por favoooooooooorrrrrrr!

Y claro, se van a un terapeuta sexual, que no es otro que el inefable Steve Carell. Cágate lorito. Y ya ahí con los consejos del terapeuta el ridículo alcanza proporciones mastodónticas. En fin, el caso es que cuando yo leí de qué iba la peli, pensé, ingenua de mí, que le iban a echar una mijilla de cachondeo al tema, que se iban a descojonar del terapeuta y de la parejilla de maduritos en busca de la pasión perdida y punto. Ayyyyy pero nooooooooooo. Que no es de cachondeo, que de verdad se toman en serio eso de que estos dos vejestorios RECUPEREN LA PASIÓOOOOOOOON!

Y la supuesta gracia de la película estaría en que una tía que jamás ha hecho una felación, ni se ha masturbado... en fin, una tía de lo más pacata y raruna, de repente se ponga a hacerle una mamada a su marido en un cine porque se lo recomienda un consejero matrimonial. Y ahí fue cuando tuve que cambiar de canal porque mi rubor alcanzó proporciones alarmantes.

Qué cutrerismo de película, virgen santa! Y Tommy Lee Jones, ese pedazo de actorazo, Dioooos mío, qué hace aquí? Porque la Streep ya sabemos que es ubicua, que está en todas partes; y Carell también se apunta a un bombardeo si hace falta. Pero Tommy, tú no, tú no tenías necesidad de esto. Siempre hay tiempo para hacer mamarrachadas cuando ya estés en las últimas, hombre.

En fin, luego una se entera de que el David Frankel este es el mismo de "El diablo se viste de Prada", y claro, todo se explica. A este tío le va extraer lo más ridículo y lo más gilipollesco del ser humano hasta hacer enrojecer al más pintado. Pero a mí por lo menos ya no me pilla más.


lunes, 23 de noviembre de 2015

Dolls, by Takeshi Kitano

La persona que me recomendó ver esta película me dijo que debía verla con ojitos enamorados. Eso ya me mosqueó porque ni todo el mundo que está enamorado ve las cosas igual ni automáticamente al enamorarse la gente se vuelve aficionada al cine japonés. Pero en fin, acepté el reto.

Más tarde leí en algunas críticas que para disfrutar de esta película había que tener un estado de ánimo de "suave melancolía" y que no gustaría nunca a nadie que estuviera en estado de "clara alegría". Pues ya la hemos cagao. A ver en qué quedamos. Porque si uno está enamorado, que se supone el estado ideal para ver esto, es evidente que tendrá por lo menos cierta alegría, lo cual choca frontalmente según este otro señor con el disfrute de esta película.

En fin, me gustaría decirle a la persona que me la recomendó, que visita asiduamente este sitio, que yo tanto si estoy enamoradísima como si no jamás en la vida voy a disfrutar de este tipo de películas. Por lo que le pido encarecidamente también que no me recomiende más de esta cuerda. Por favoooooooooor!

Y el caso es que me lo estaba temiendo. Cuando empecé a leer críticas y me topé con expresiones del tipo "poesía visual" o "belleza estética impresionante" ya me di cuenta de que esto no iba a funcionar. Sinceramente yo soy muy poco sensible para la poesía visual, no soy susceptible al encanto de la poesía; lo mío es más lo narrativo. Y qué quieres que te diga, en esta historia lo narrativo brilla por su ausencia.

La pareja atada son muy simpáticos los dos; reconozco que la chica, Miko Kanno, es monísima y da un montón de lástima verla arrastrarse como un alma en pena enganchada a su novio. Y ya sobre todo en los últimos fotogramas, en mitad de la nieve... da muchísimo frío y muchísimo repelús. Pero nada más. Yo al ver a estos dos recorriéndose todo Japón con la cuerdecita roja atada a sus cinturas lo que me entraba es una pereza que te cagas.

Y de la misma manera que nunca entendí por qué Forrest Gump corría sin parar jamás entenderé por qué este muchacho le pega ese tute de andar a su chica en plan "vamos a hacer un poquito de senderismo, nena, a ver si así la perola se te vuelve para su sitio". Por favooooor, deja a esa muchacha en el frenopático tranquilita y dedícate tú solito a recorrer el mundo, so cabrón!

Y lo de la pareja de viejecillos tampoco me dice nada porque para eso aquí tenemos a nuestra propia Penélope, con su bolso de piel marrón y sus zapatos de tacón y su vestido de domingo, esperando en el andén al señor ese que se fue y la dejó de aquella manera. Yo me quedo con nuestra Penélope y a esta señora japonesa con su fiambrerita para el novio perdido y hallado le digo que no le llega a nuestro especimen local ni a la punta de la alpargata.

Y bueno, ya de lo de la cantante pop con el ojo tapado y del fan ciego para qué vamos a hablar. Solo escuchando el temita Ma-Me-Mi.-Mo-Mu con el que la colega fue hit en los 40 principales japoneses se puede hacer el personal una idea de la clase de amor que puede derivar de ahí. Si lo traspasamos a nuestra historia local podría ser perfectamente Ylenia la de Gran Hermano y uno de sus fervientes admiradores. Takeshi Kitano, hasta nunquiiiiiii!

No, cariño, vida, corazón, cielo. Yo cuando me enamoro nunca me hago harakiris mentales. Y la poesía visual sin historia chula detrás me sigue pareciendo un puto coñazo. Y el Takeshi Kitano este me parece el tío más pretencioso y más tonto del mundo mundial. Ah, y el teatro de marionetas japonés me da un repelús que te cagas, ni lo entiendo ni tengo mayor interés en entenderlo. Prefiero mil veces a Lina Morgan, y con esto lo digo todo.

No, cariño, vida, corazón, cielo. No soy una tía supersensible disfrazada de cardo borriquero. Soy un auténtico cardo borriquero, y mi sensibilidad para esta clase de cosas no existe ni va a existir jamás. Por favor por favor, no me recomiendes más pelis de estas. Te lo prometo, que soy muy bruta.

viernes, 20 de noviembre de 2015

El perfume de Yvonne, by Patrice Leconte

Es innegable que Patrice Leconte es un maestro del erotismo. Sus películas son un derroche de sensualidad, la fotografía siempre es sugerente y la estética impecable. Además tiene un dominio impresionante de los primeros planos, en este caso sobre todo de la protagonista femenina, Sandra Majani, a la que homenajea ampliamente en cada toma, como de hecho suele hacer con todas sus actrices.

Sin embargo, de todas las películas de Leconte que he visto ésta es la que menos me ha gustado. Todo me suena a puro artificio, a preciosismo sin más. Ni Majani ni su partenaire me atrapan, y la historia de amor entre ambos me deja indiferente. Su deseo es frío, parece completamente impostado entre tanto glamour.

Nada que ver con otras películas del director como "El marido de la peluquera" o "La chica del puente", ambas mucho más sutiles en lo narrativo y tremendamente más sugerentes.

Yo de esta película, que tiene una estética como de anuncio de colonia, me quedaría con dos escenas:

1. El momento en el que Yvonne se quita las bragas en el barco y las mete en el bolsillo de la chaqueta de Victor mientras el viento levanta su falda. Probablemente la mejor secuencia erótica del film.

2. Victor leyendo en voz alta mientras acaricia el cuerpo de Yvonne. Literatura y sexo, sexo y literatura.

Lo siento, Leconte, esta vez la magia no ha funcionado. Todos los magos la cagan de vez en cuando.

Pero sigamos intentándolo.

jueves, 19 de noviembre de 2015

Leaving Las Vegas, by Mike Figgis

No me gusta "Leaving Las Vegas" por ser una historia sobre el alcoholismo. Esa parte ni siquiera me convence . Nadie que beba al ritmo de Nicolas Cage en esa película podría aguantar vivo cuatro semanas. Tampoco podría mantenerse en pie la mayor parte del tiempo. Ni razonar. Ni acordarse de nada. Ni bailar. Ni conducir. Ni comer. Ni jugar. Y dudo de que pudiera llegar a sentir lo suficiente como para enamorarse. Alguien que se bebe una botella de vodka del tirón y después lo que le echen simplemente no podría ni moverse. Probablemente moriría asfixiado en la primera vomitona porque no sería capaz de volver la cara.

Para pelis sobre el alcohol yo me quedo y siempre me quedaré con "Días de vino y rosas", que eso sí es realismo y horror puro y duro. En cambio aquí todo es tan increíble que no da ni miedo porque sabes que ese tío, con lo que bebe, es imposible que esté vivo. Tal vez ahí a Mike Figgis se le haya ido un poco la mano. Quizás debiera haber sido un poco más comedido en cuanto a las cantidades de alcohol que consume su protagonista para hacerlo humano, real.

No, para mí ésta no es una buena película sobre el alcoholismo. Pero en cambio es una magnífica historia de amor. Amor sin sexo, sin futuro, sin sentido, sin esperanza. Como hay pocas historias de amor en el cine o en la literatura, no digamos ya en la vida.

Hay quien dice que no entiende cómo una mujer espectacular como la protagonista se enamora locamente de un borracho terminal, que no es precisamente un tipo de persona agradable para convivir.  Y él avisa, que conste: rompo cosas, no sé dónde estoy, vomito por todas partes... Menudo planazo para elegirlo voluntariamente

Entiendo que nadie lo entienda. Quién en su sano juicio se entregaría voluntariamente a algo así? Es que no hay por ahí nada mejor para esa muchacha? En la película incluso un taxista se lo dice a la chica: "Tú podrías tener al hombre que quisieras". Y puede que sí, que fuera verdad. Pero se da la circunstancia de que a esa muchacha no la quiere nadie, y resulta que la única persona con la que se encuentra que le muestra algo de cariño y de consideración es el borracho Cage.

Y creo que también hace mucho que el tío está tan pallá que ni siquiera puede follársela. Y eso le permite a ella algo que nunca le había pasado: estar con alguien, hablar, abrazarse, sentir calor humano sin temer nada. La realidad es que ante algo así no es tan difícil enamorarse; si hicieran una encuesta por ahí serían bastantes las tías que sencillamente estarían encantadas. La impotencia sexual masculina es una virtud muy minusvalorada pero que muchas mujeres saben apreciar (Lástima que la Viagra haya venido a joderlo todo).

A este respecto es muy interesante cómo transcurre la historia o no-historia sexual entre nuestros protagonistas. A ella al principio le alivia la falta de sexo; está cansada, hastiada, le gusta que ese hombre la abrace y la desee sin follársela. Pero llega un momento en el que ella necesita sentirlo y sabe que solo puede llegar a él a través del alcohol. Y ahí vemos una de las escenas sexuales más conmovedoras e impactantes de la historia del cine. Ella se rocía de alcohol para que él beba sobre su cuerpo, para que chupe sus pezones, para que la lama, para que se desespere por ella. Es la única manera.

Y aunque solo fuera por esa secuencia yo le daría un 10. Por la cara de ella cuando cree descubrir cómo conseguirlo. Por la reacción de él cuando comprende lo que ella quiere y sabe que lo puede conseguir. Y sobre todo, por el final de esa escena, que no por esperado deja de ser absolutamente aniquilador.

miércoles, 18 de noviembre de 2015

Election, by Alexander Payne

Es posible parodiar un proceso electoral con lo que ya de por sí tiene de parodia en sí mismo? Pues sí, es posible.  Y el amigo Alexander Payne lo demuestra con esta divertidísima película en la que da un buen repaso a todos los personajes que tienen protagonismo en unas elecciones, desde los candidatos y sus distintas motivaciones, a los propios electores y las suyas.

Diálogos llenos de ingenio, complejos enredos, personajes grotescos y patéticos se unen en un guión fresco y original que invita a la sonrisa permanente y a la carcajada ocasional.

Qué buena Reese Witherspoon en el papel de repelente y odiosa candidata a presidir el Consejo escolar. Algo así me imagino yo de adolescente a nuestra Cospedal. De hecho no es difícil reconocer en algunos de los personajes a ciertos políticos de nuestro entorno que no desmerecen en absoluto.

Genial el discurso de la candidata lesbiana: “Sé que estáis hartos de tantas votaciones y de tanto rollo. Me presento a estas elecciones con el firme propósito de terminar para siempre con esto y que no os veáis obligados el año que viene a pasar por todo este coñazo otra vez y a tener que volver a votar a la panda de capullos que se presenten”. Por supuesto, amplia ovación y entusiasmo general.

lunes, 16 de noviembre de 2015

La chica del puente, by Patrice Leconte

Por una de las escenas más eróticas que yo he visto en el cine: el lanzamiento de cuchillos en el vagón. Solo comparable a las de los lavados de cabeza en “El marido de la peluquera”. Leconte, gran maestro del erotismo.

Por una frase inolvidable: “No se deprima, amigo. Solo tiene que encontrar una noche en un puente a una chica de ojos grandes y tristes”.

Por la magnífica fotografía en blanco y negro de Jean Marie Dreujou.

Por los puentes desde los que se arrojan los suicidas desesperados.

Por la magia, por los magos que se encuentran por la vida.

Por los maravillosos primeros planos de Vanessa Paradis.

Por los ojos cálidos y acogedores de Daniel Auteuil.

Por los encuentros afortunados.

Por los buenos amantes.

Por la buena música.

Por la buena suerte.

Por el buen cine.

martes, 10 de noviembre de 2015

Posdata: Te quiero (P.S., I love you), by Richard LaGravenese

Esta es la terrorífica historia de un marido petardo y coñazo como pocos he visto yo antes. Esa clase de marido que no te deja en paz ni muerto, y nunca mejor dicho. Los hay que se les aparecen a sus viudas en sueños, los hay que se convierten en fantasmas, y los hay, como este, que, sabiéndose condenado, planifica su post-muerte para seguir incordiando a su señora con cartitas de amor en las que le va diciendo encima lo que tiene que hacer: ahora te compras un vestido mono y te vas de compras con tus amigas, ahora te vas al karaoke y tienes que cantar tal canción (que ya es putada); ahora te coges a tus colegas y os vais a un viajecito a Irlanda que yo os he pagado con antelación (debo reconocer que de todos los planes post-mortem que le monta el difunto a su viuda a mí este detallazo es el que más me ha molado). Y hasta le dice el colega cuándo le da permiso para olvidarlo y buscarse otro maromo, que ya hay que tener mala follá.

Pero lo peor de todo es que la madre de la muchacha contribuye al complot y es la cómplice secreta del difunto. Cómo te lo comes? Qué clase de madre le haría algo así a su hija? Yo desde luego nunca le podría perdonar a la mía si me hiciera una putada así.

Para colmo de despropósitos Hilary Swank, que a todo esto se tira viviendo del cuento casi un año después de la muerte del marido (suponemos que le habrá quedado una buenísima pensión porque la muchacha decide no dar palo al agua), se propone hacerse diseñadora de zapatos, a lo Louboutin, y para ello hace un cursillo y la paya se dedica a diseñar los zapatos más horrorosos de la muerte que yo haya visto jamás, que en lugar de zapatos parecen jarrones de porcelana. Por dios, y que haya tías dispuestas a ponerse esas cosas en los pies! En fin, el sofocón estético que te llevas no tiene nombre.

Y qué me decís de las amigas de la colega? No os digo más que una de ellas se dedica a preguntarle a todos los tíos que conoce así a bote pronto: “Estás casado? Eres gay? Trabajas?” Y ya sí todas las respuestas son positivas hace la prueba de fuego, que es darse un morreo con el tipo y si le gusta se lo queda y si no da media vuelta y se las pira. No sé yo si esta clase de personajes tipo “Sexo en Nueva York” es que le molan a alguien, es de suponer que a las tías, porque estos productos pseudofeministas e hiperglucémicos suelen ir dirigidos a ellas, pero yo no conozco a ninguna tía que vaya de ese palo ni que le apeteciera ir. Richard LaGravenese, te has lucido, tío.

Lo único que se salva de la peli es el viaje a la vieja Irlanda, las imágenes del paisaje irlandés y el tío buenorro que la colega se liga por aquellos parajes, que encima la hijaputa tiene una suerte de la hostia y va dando de tío bueno en tío bueno, encima listos, sensibles, amables, divertidos. Hosssstia ya! Todos los cachas con los que la tía se cruza se quedan prendadísimos de ella, por no hablar de que no conoce ni a un solo tipo normalito, digamos, a un americano medio o a un irlandés medio, con su tripita y su medio calva y sus defectillos. Y tampoco es que Hilary Swank sea Miss Mundo, vamos, digo yo.

En fin, que pensándolo bien, con tanta potra para conocer tíos guapos, simpáticos, listos y estilosos, se tiene bien merecido lo del marido pelmazo más allá de la muerte. Mira, por lo menos que la tía tenga que cargar con su cruz como cualquier hija de vecina. Aunque lo peor de todo es que la fulana encima está encantada con lo de las cartitas de ultratumba del difunto. Te digo yo a ti que los americanos están como una puta chota.

domingo, 8 de noviembre de 2015

Reencarnación (Birth), by Jonathan Glazer

Interesante planteamiento el de Jonathan Glazer en esta película. Es posible enamorarse de un niño si piensas que dentro se esconde el espíritu de un adulto?

El personaje de Nicole Kidman (por cierto, magnífica su interpretación) llega a creer que el niño protagonista es la reencarnación de su marido muerto. Las situaciones íntimas que el niño conoce la llevan a ese convencimiento, pese a que todo su entorno intente disuadirla. Kidman llega a enamorarse del niño, a plantearse un futuro con él, a pretender dejarlo todo para hacer realidad su loco amor.

Me parece minusvaloradísima esta película. Es valiente, es arriesgada, plantea una situación difícil, obliga al espectador a mojarse, a tomar una decisión sobre lo que está pasando y a elegir su propio final. Naturalmente luego el director lanza el suyo, y puede gustar más o menos, pero mucho antes tú has tenido que decidir si estás con Kidman o contra ella y has tenido que optar entre el Sean auténtico o el falso.

A mí sinceramente no terminó de convencerme la historia del niño. Todo el tiempo estuve convencida de que había una explicación racional. Y por otra parte el amor incondicional de Kidman por su marido muerto diez años antes tampoco era demasiado creíble, por más que ella haga un trabajo impecable.

Lo que me cuesta entender es que algunas escenas (la del baño, por ejemplo) hayan podido escandalizar a nadie. En ningún momento se ve nada que pueda inducir a la pederastia ni justificarla ni nada por el estilo. Todo ocurre de una forma muy sutil y las imágenes ni siquiera resultan mínimamente sugerentes.

Hay demasiada gente por ahí dispuesta a escandalizarse por cualquier cosa. No pasa nada, en todo caso ese tipo de polémicas suelen beneficiar a las películas. Cuanto más capullo echándose las manos a la cabeza más taquilla. Si yo hubiera sido Glazer habría metido bastante más cañita para atraer a todos esos gilipollas y que pusieran el grito en el cielo y dispararan el taquillaje. En este caso estaría más que merecido.

martes, 3 de noviembre de 2015

El hombre del tiempo, by Gore Verbinski

Vaya, los hombres del tiempo tienen vida. Yo siempre pensé que dedicaban todo su idem a mirar al cielo concienzudamente y predecir si iba a llover o a brillar un sol reluciente. Pero no, resulta que tienen padres, hijos, esposas, exesposas, e incluso en el caso de nuestro héroe (o más bien antihéroe) tiene una legión de “fans” que cuando no les gustan sus predicciones le arrojan a la cara todo tipo de porquerías, desde perritos calientes a burritos, batidos de chocolate o goffres.

Nuestro hombre del tiempo ha entrado en crisis. Mientras le ofrecen una suculenta oferta de trabajo que implica su traslado a Nueva York, su vida personal se desmorona: su exesposa no quiere volver con él y le confiesa abiertamente que le odia y que le resultaba insoportable practicarle felaciones; su padre es invadido por un linfoma con su correspondiente metástasis; su hijo adolescente es acosado por un pederasta y su obesa hija es conocida en su colegio como “pezuña de camello”.

Muy bueno el trabajo de Nicholas Cage, cargado de patetismo y de un sordo sufrimiento contenido, verdaderamente consigue dar muchísima pena. Y qué decir del fantástico Michael Caine, que protagoniza algunas de las escenas más emotivas de la película. Los diálogos entre padre e hijo son el paradigma vivo de la incomunicación. Se nota que los dos se quieren muchísimo pero son incapaces de entenderse, por lo menos verbalmente.

En definitiva, un buen trabajo de Gore Verbisnki, de Nicholas Cage, de Caine y del resto del resparto, niños incluídos para variar. Es de esas historias que se reconocen como auténticas, en las que los diálogos suenan a verdad y los personajes parecen de carne y hueso y no de cartón piedra.

Una de las escenas más divertida de la película (aparte de los sucesivos lanzamientos de comida-basura a la cabeza de nuestro hombre) es el diálogo de padre e hija sobre el espinoso asunto de la “pezuña de camello”:

“ En el colegio te llaman por algún mote?”

“Sí, pezuña de camello”.

“Y sabes por qué?”

“Sí, porque la pezuña de un camello es dura y resistente y soporta largas travesías por el desierto, y yo soy una chica dura y resistente. Por eso me llaman así.”

“Ah, vale”.

Bueno, supongo que este diálogo carecerá por completo de gracia para quien no sepa lo que es una “pezuña de camello”, pero es genial. Los que lo ignoren que se metan en Google y lo averigüen. No les voy a hacer yo todo el trabajo, qué coño.

lunes, 2 de noviembre de 2015

Algo prestado, by Luke Greenfield

Imagina que te gusta mucho un tío.

Imagina que al tío le gustas mucho tú.

Imagina que ninguno de los dos se lo dice al otro.

Imagina que le presentas una amiga a ese muchacho.

Imagina que el muchacho se enrolla con tu amiga y se hacen novios.

Imagina que al cabo de seis años deciden casarse y que tú seas dama de amor.

Imagina que días antes de la boda estalla la pasión y te acuestas con el novio de tu amiga.

Ya, te cuesta imaginar tal cantidad de despropósitos, verdad? Y no entiendes por qué coño si te gusta un tío y al tío le gustas tú ninguno de los dos dice nada y esperáis a que el tío se vaya a casar con tu mejor amiga para echar un polvo y deciros lo mucho que os gustáis.

Pues bien, yo tampoco he entendido nada y encima me he aburrido como una ostra. Aunque una no espera de una comedia romántica yanqui ni coherencia ni un mínimo de verosimilitud ni tan siquiera un poco de calidad en el guión lo que sí se puede pedir al menos es que entretenga.

Pero si encima te descuajaringas la mandíbula a bostezos y lo único que te entretiene es imaginar a Luke Greenfield, el director de la chorrada esta, a cuatro patas con el culo en pompa mientras tú flagelas enérgicamente sus blancuzcas nalgas, ahí ya se puede decir que en cuestión de cine... has tocado fondo.