jueves, 30 de julio de 2015

Encantada: la historia de Giselle, by Kevin Lima

- Oh, qué terrible momento, me he salido de mi cuento.

- Qué le pasa, señorita? La noto pelín contrita.

- Soy un dibujo animado y creo que me he extraviado.

- Se nota que a usted le sobra kilo y medio de zozobra.

- Espero a un príncipe azul que es guapo, majete y cool.

- No lo he visto en esta zona, tal vez esté en Barcelona.

- Pues tiene que darme un beso, en el cuento está para eso.

- Se lo puedo dar yo mismo, pues conozco el mecanismo.

- Pero usted no es de este cuento, aunque tenga ese talento.

- Mas beso perfectamente sin romper un solo diente.

- Me gusta usted, caballero, aunque no lleve sombrero.

- Quiere, pues, que yo la bese, o espera al príncipe ese?

- Béseme usted, ya que estamos, eso es tiempo que ganamos.

- La beso con mucho gusto, mas chocaré con su busto.

- Pues choque usted sin reparo, chocar no sale tan caro.

- Oiga, en su cuento de hadas se pueden hacer mamadas?

- Uy, no sé si es de rigor, preguntaré al escritor.

- No se preocupe, usted chupe, y si le entra algo escupe.

- Pero soy una princesa, y debo salir ilesa.

- Prometo que así será, chupe usted y lo verá.

- Este cuento queda raro con tantísimo descaro.

- No es tan raro, es vanguardista, es para gente muy lista.

- Pues si es así, caballero, chuparé con más esmero.

Dedico esta coña marinera que me ha inspirado la historia de Giselle a la maravillosa princesita Amy Adams y a la malvadísima bruja Susan Sarandon, que interpretan magistralmente a unos perfectos dibujos animados de cuento de hadas. Y por supuesto al director del invento, Kevin Lima, que me ha sorprendido muy positivamente con esta historia con tintes de parodia que derrocha fino humor y simpatía a raudales. Por fin, un producto Disney que consigue entusiasmarme. Más vale tarde que nunca.

martes, 28 de julio de 2015

Sonrisas y lágrimas, by Robert Wise

DO – nde está el mando, por diosssss.

RE – sistir no puedo maaaaaás.

MI – cabeza va a estallaaaaaar.

FA – llará mi corazoooooooón.

SOL – o quiero descansaaaaaaar.

LA – razón yo perdereeeeeeeeeé.

SI – esta tía vuelve a cantaaaaaaaaar

DO – ce tiros me dareeeeeeeeeeeeé.

Pequeña apostilla: No es que tenga nada contra Julie Andrews ni contra Christopher Plummer. Ni siquiera contra el director del engendro, Robert Wise. Pero creo que la familia von Trapp y su musical son una verdadera invitación al suicidio, al homicidio y hasta al genocidio.

lunes, 27 de julio de 2015

Lo que la verdad esconde, by Robert Zemeckis

Lo peor que le puede pasar a una peli de miedo es que termine dando risa. Y eso justamente es lo que pasa con esta historia del gran Robert Zemeckis, que empieza muy bien y tiene momentos realmente brillantes en la primera hora de metraje pero que empieza a desbarrar a partir de un determinado momento y ya no levanta cabeza hasta el final.

Reconozco que en la primera parte me pegué unos cuantos sustos buenos, de ésos que te dejan el corazón encogido y la carne de gallina. A ello contribuye bastante el estupendo trabajo de una Michelle Pfeiffer que además de ser insultantemente guapa consigue hacer al espectador partícipe de las tribulaciones, los miedos y las dudas que afectan a su personaje. Durante todo este rato se oscila entre la sensación de que la protagonista puede estar loca o de que realmente hay fantasmas en su casa o de que alguien intenta putearla haciéndole creer que se le está yendo la pinza.

Si la cosa hubiera quedado aquí o hubiera seguido por ese camino tal vez yo ahora mismo estaría haciendo una crítica totalmente distinta. Hablaría de un gran thriller, de intensos momentos de suspense, de un guión impecable… en fin, lo que suele decirse cuando una película de terror psicológico da verdadero terror. Pero no, llega un momento en el que Zemeckis se desquicia y comienza a patinar. Los personajes empiezan a hacer cosas raras que no cuadran con el comportamiento de toda la parte primera, sobre todo el de Harrison Ford, y la acción se va a alargando innecesariamente con un montón de giros argumentales, cada uno de su padre y de su madre, como si el director estuviera más perdido que el barco el arroz y no tuviera ni la más remota idea de cómo salir del laberinto en el que se ha metido.

Y ya no sabes muy bien si estás viendo una de fantasmas o de asesinos psicópatas o una especie de “Guerra de los Rose” en versión sobrenatural. Un popurrí muy muy raro. Y también viene la risa; después de la tensión magistral de la primera mitad empieza el despiporre. La Pfeiffer que a ratos parece poseída, Ford que pasa de marido ejemplar enamoradísimo (cosa que se entiende perfectamente mirando a Pfeiffer) a esa cosa híbrida y raruna en que se convierte al final… Y encima interminable, que ya de tanto que se prolongan las escenas (cuando además se sabe perfectamente lo que va a pasar) se hace cansino a más no poder. Total, que los últimos 45 minutos son una cagada de campeonato que desluce por completo el resultado final.

En definitiva, una pena. Un gran director y unos actores solventes que terminan convirtiendo en parodia lo que en un principio prometía ser algo muy distinto. Y el consiguiente chasco para el espectador que a estas alturas ya sólo pide algo de seriedad y rigor en los guiones y, por favor, un metraje medianamente adecuado a las historias. Sinceramente nunca entenderé esa fea costumbre de contar en 125 minutos lo que no da para más de 95 a base de meter morralla a punta pala. Señores, un “The end” a su debido tiempo siempre es una victoria.

sábado, 25 de julio de 2015

Menú degustación, by Roger Gual

-Niños, hoy quiero que no me molestéis porque hay una peli en el White que tengo mucho interés en ver.

- Vale, ma. De qué va? La podemos ver contigo?

- Si no vais a dar por culo podéis verla. Se llama "Menú degustación", y va de un menú degustación, como su propio nombre indica.

- Tiene pinta de rollo. Es española?

- Catalana. Respecto a su nacionalidad en septiembre saldremos de dudas.

15 minutos después:

- Te vas superando, ma. Creo que de todos los bodrios que has visto últimamente éste se lleva la palma.

15 minutos después del anterior comentario demoledor:

- Por Diossss, que acabe esto ya y empiece "Templario II: Batalla por la sangre". No creo que pueda ser mucho peor.

15 minutos después del anterior comentario superdemoledor:

- Pe pe pe pero qué coño pintan aquí las Nancys Rubias? Y la canción de Raphael "Qué pasará, qué misterio habrá, puede ser mi gran noche"? Mamá, pordiossssss, por qué nos haces esto?

- Podéis iros cuando queráis. Estáis viendo esto voluntariamente así que dejad de incordiar. Ya sé que es una mierda, no hace falta que me lo estéis recordando todo el rato. Además qué coño hacéis todos aquí un viernes por la noche en lugar de estar apatrullando la ciudad como hacéis todos los días?

- Pero ma, deberías estar encantada como todas las madres cuando sus hijos se quedan en casita tan ricamente. Por qué no lo dejamos ya y nos pasamos al Sálvame Deluxe, que esta noche le hacen el polígrafo al hermano mafioso de Cristopher el de Supervivientes?

- No puedo; tal vez vosotros no tengáis ningún pundonor pero yo sí lo tengo y debo hacer mi crítica correspondiente, así que tengo que quedarme hasta el final.

- Pero mamá, no has tenido bastante con lo que has visto?

- Pues no, yo soy una intensa. En todo en la vida tengo que llegar hasta el final.

- Pos ahí te quedas, ma.

- Pos vale, pos adiós. Un muerto que me quito de encima. Como no tengo bastante con el truño de película encima tengo que aguantaros a vosotros. Qué cruz, señor!

Lo mejor: mi menú degustación particular. Como iba a ver una peli de delicatessen me llevé al salón un tomate cordobés de un kilo, supergordo, riquísimo, jugoso y fresquito, una lata de anchoas "El Consorcio" y un bote de alcaparrones Hacendado; además de una botella de Valdepeñas "Pata negra" Reserva del 2012. Toma ya! Y mientras me tragaba el truño y escuchaba rajar a mis hijos sobre la película me iba preparando mi propio menú e iba degustando mis propias viandas. Con lo cual hambre no se puede decir que pasara; sólo el disgusto normal de estar viendo una chapa de peli mientras el tomate, las anchoas y los alcaparrones se deshacían en mi boca y mi descendencia despotricaba sin piedad.

Lo peor: saber que esto lo ha perpetrado el mismo tipo que en su día rodó la magnífica "Smoking room". Ya te vale, Roger Gual, ya te vale. Cómo se puede ir tan para atrás en la vida, joder? Menos mal que en tu honor me he puesto morá esta noche y algún provecho he sacado. Y al final, para rematar la faena, me he autohomenajeado con una trufa de chocolate Hacendado que tenía escondida para alguna ocasión especial. Ahí queda eso! Para que luego digan que la clase media no vivimos bien.

jueves, 23 de julio de 2015

I used to be darker, by Matthew Porterfield

De vez en cuando me gusta ver el Sundance Channel porque es una cadena en la que te encuentras con películas que o bien no han entrado en circuitos comerciales o han tenido un recorrido muy corto, y a menudo entre ellas vas a dar con alguna joyita escondida, con el consiguiente alegrón. Otras veces te topas con películas bastante mediocres que sólo tienen en común el toque indie y la producción barata pero que son perfectamente olvidables. Y luego están las que directamente dejas de ver a los cinco minutos porque ya de entrada ves con toda claridad que no estáis hechas las unas para la otra.

“I used to be darker” (título que no puedo imaginarme qué coño quiere decir porque la traducción exacta da lugar a una frase, como poco, “oscurilla”) es una de las segundas. Una peli que se deja ver, no es que te mueras de aburrimiento, pero de ésas que te pasas todo el rato preguntándote qué diablos te quiere decir el director, en el supuesto caso de que te quiera decir algo. Me gustaría preguntarle a Matthew Porterfield personalmente si pretendía dar a entender algo o se puso a rodar por rodar.

La historia va de una muchacha que cruza el charco desde Gales y se planta en los USA, en casa de unos tíos suyos que, mira tú por dónde, están en pleno proceso de separación. La niña se encuentra allí con una prima de su edad (lo de prima en todos los sentidos) y las dos se pasan el rato riéndose neciamente, probándose ropa y soltando las gilipolleces propias de la gente de su edad. Mientras, los padres de la prima, o sea, los tíos, están a su propia bola con el chungo habitual que le suele entrar a la gente con esto de los divorcios. Nada es especialmente memorable, ni los diálogos, ni la banda sonora (a pesar de que los tíos son precisamente músicos), ni la fotografía ni ninguna otra cosa. Es más, yo la vi anoche y a día de hoy ya no me acuerdo de casi nada.

De lo que más me acuerdo es de las disquisiciones a que me dio lugar el visionado del film. Es algo que me ocurre con mucha frecuencia cuando veo pelis mediocres, que se me va la cabeza sola a cuestiones colaterales. En este caso la ida de olla me vino porque al principio de la película la muchacha se cabrea por alguna cosa que ignoro y se dedica a rajar un cuadro con un cuchillo; más tarde el tío se está tomando un whisky y también le da un volunto no sé por qué y arroja el vaso contra la pared; y finalmente, pasado un rato, es el tío otra vez el que se pone a tocar la guitarra y cuando acaba la canción se pone a golpear un sillón con la susodicha guitarra hasta que la deja hecha unos zorros.

Y esto me dio ocasión para pensar en esos accesos de destructividad que les dan a los personajes cinematográficos con harta frecuencia. No sé, yo es que en la vida real no conozco a gente que haga esas cosas, a gente normal me refiero. No dudo de que los locos o los alcohólicos crónicos o los yonkis igual tienen ese tipo de reacciones, pero yo nunca he visto a nadie normal, por muy cabreado que esté, tirar un vaso de cristal contra la pared. No digamos destrozar una guitarra, que no deja de ser un instrumento caro, aunque sea de segunda o de quinta mano. Y ya lo del cuadro apaga y vámonos. Conocéis a alguien que cuando le da la ventolera se ponga a rajar los cuadros de su casa?

Aparte de los gastos de producción, tema en el que no entro porque el cuadro bien podría ser de mercadillo y la guitarra de cartón… es que no entiendo por qué hay que poner a los personajes de ficción a hacer cosas que nunca se les ocurriría hacer a las personas reales. Salvo que estés haciendo una peli de animación o una fantástica o una de superhéroes, que en esos casos se admiten todo tipo de despropósitos y salidas de tono… en el caso de una historia con tintes realistas… qué coño hacen los personajes destruyendo constantemente sus enseres y sus propiedades?

Yo puedo entender que te pelees con tu novio y le tires sus cosas por la ventana e incluso, si estás un tanto perjudicada, que le destroces sus cosas, pero… de ahí a destrozar las tuyas propias va un gran trecho. Y los vasos? Y las copas? Qué coño le pasa a esta gente con los vasos y las copas? Por no hablar de que, aparte del gasto en vajilla, luego tienes que recoger todos los pedazos de cristal del suelo intentando que no quede nada con lo que alguien se pueda cortar. Y limpiar la pared, con lo coñazo que es limpiar las paredes, sobre todo si quedan restos de Coca-cola o de vino tinto. Pero qué gente más asquerosa, joder. Cómo se nota que no limpian ellos sino que luego, cuando acaban de rodar, viene el servicio de limpieza detrás arreglando todos sus desaguisados.

En fin, que en ésta y otras disquisiciones por el estilo se me pasó el rato mientras veía esta película, sin que lo que pasaba en la pantalla en ningún momento consiguiera distraerme de estas elucubraciones domésticas. Y como le presté la atención que le presté podréis comprender que ahora mismo me acuerde lo justo de la historia.

Sólo os puedo decir que llegué hasta el final y que lo último que se ve es a la madre de la prima, o sea, a la tía, cantando con una guitarra, que la pobre me dio bastante pena (la guitarra digo) porque no pude dejar de pensar que en cuanto alguno de los anormales estos se mosqueara la próxima vez vete tú a saber lo que podría terminar haciendo con ella. Y esto es todo lo que puedo decir sobre esta película. Espero que os haya sido de utilidad.

martes, 21 de julio de 2015

Mamma Mia!, by Phyllida Lloyd

Una crítica pensada para que sea cantada. 

Con música de Vivaldi...

puede ser una pasada:

- Vaya putada, chavaaaal, anoche vi un musicaaaaaaal.

- Qué musical fuiste a veeeeer si es que se puede sabeeeeer.

- Pues me tragué “Mamma míiiiiiia”, y menuda porqueríiiiiia.

- Acaso no te gustoooooooó? He oído que está chapooooooó.

- Chapá es como me he quedaaaaaado tras ver el desaguisaaaaado.

- Pero tan malita eeeeees, o es que tú estás del reveeeeeeeés?

- Mala no, es lo siguieeeeeente; y quien habla no te mieeeeeente.

- Pero no te gusta Abbaaaaaa? Creía que te flipabaaaaaaaaa.

- Pues sí que Abba me encantaaaaa pero el musical me espantaaa.

- Qué opinas de los actoreeeees? Dicen que son los mejoreeeees.

- Pues Meryl Streep patinaaaaaa al ritmo que desafinaaaaaaaa.

- Pero si se ve muy monaaaaaaa con ese peto de lonaaaaaaaa.

- Vestida de quinceañeraaaaaa salía la puñeteraaaaaa.

- Y de los demás qué diceeeees, cometieron mil desliceeees?

- Colin Firth para matarloooooo, hasta he dejado de amarlooooo.

- Pero si a ti te encantabaaaaaa hasta mucho más que Abbaaaaaa.

- A Dios pongo por testigooooooo de que terminé hasta el jigoooo.

- Pero al menos las cancioneeeees te darían satisfaccioneeeeeees.

- Hasta los mismos cojoneeeeees terminé de las cancioneeeeees.

- Pues ya cantarían maaaaaal pa ponerte tan fataaaaaaaaaal.

- Es que peor imposibleeeeeee; fue lamentable y terribleeeeeee.

- Y quién firma tal cagadaaaaaa? Debe estar abochornadaaaaaa.

- Pues Phyllida Lloyd se llamaaaaaa la desaprensiva damaaaaaa.

- No me suena esa señoraaaaaa, no la conocía hasta ahoraaaaaaa.

- Hizo un biopic de la Thatcheeeer que era todo un puro parcheee.

- Pero algo te gustaríaaaaaaa. No digas que no, hija míaaaaaaaaa.

- La isla me moló bastanteeeeee pero no con tanto canteeeeeeee.

- Pues a mí esta opinión tuyaaaaaaaa me parece muy capullaaaaa.

- Pos vale pero es la míaaaaaaaa, si no que opine tu tíaaaaaaaaaa.

lunes, 20 de julio de 2015

Una historia casi divertida, by Anna Boden y Ryan Fleck

Definitivamente me voy a volver loca. Es una decisión firme y definitiva. Como sea tengo que terminar en un psiquiátrico sí o sí.

Es evidente que las loquerías son los sitios más guays del mundo. En ellos siempre se encuentra la amistad verdadera, el amor verdadero, el sentido de la vida... No hay nadie que entre en uno y no salga de allí con todos sus problemas resueltos y además con un montón de experiencias gratificantes, inolvidables y superemotivas, Incluso más que los que se van al Gran Hermano o a Supervivientes, que ya es decir. Chabelita, tía, déjate de realities, la próxima vez córtate las venas o algo así y que te metan en un frenopático.

Ya van muchas pelis sobre el tema y en todas te lo dejan bien claro. "Alguien voló sobre el nido del cuco", "Inocencia interrumpida"... Joder, la gente más interesante del mundo está en los psiquiátricos. Y yo preguntándome dónde coño se metía la gente cool, esa gente que hace juegos de palabras molones, que tiene todo el tiempo conversaciones superchulas sobre la vida y el amor y la muerte y las cosas importantes. Coññño, y es que estaban todos escondidos en los frenopas!

Es verdad que también hay de vez en cuando momentos de tensión. No sé, un loco que se vuelve loco y empieza a tirar muebles o a chillar o que se saca una cuchilla del bolsillo de la bata... Cosas inevitables de los manicomios, pero vamos, completamente anecdóticas e irrelevantes en comparación con todos los buenos ratillos que se pasan. Algo malo tendrían que poner, si no habría colas kilométricas de personas dándose codazos para entrar en los psiquiátricos. Lo que no me explico es qué hace la gente guardando colas tremendas en la puerta de las discos o para ver un partido o un concierto cuando lo que de verdad mola es ir a un manicomio.

En el caso que nos ocupa la cosa transcurre, no te lo pierdas... en cinco días!!!! En menos de una semana nuestro joven protagonista encuentra todo lo que a otros les cuesta años encontrar y algunos jamás lo consiguen en toda la vida. Encuentra a una chica monísima y superdestructiva que se dedica a hacerse cortes en las muñecas, en la cara y donde pilla. Y encuentra a un amigo del alma que le explica cómo conseguir una cita con una chica y le cuenta los misterios más insondables de la existencia. Y a un montón de personajes curiosos y divertidos, extraordinarios, gente con la que te irías de fiesta sin dudarlo a todas horas. No como toda esa peña superaburrida con la que te encuentras cada día por la calle, que vaya mierda. Vamos, que es que aunque tenga que exagerar un poco lo pirada que estoy, yo me voy pal psiquiátrico pero que ya.

En fin, amigos, Anna Boden y Ryan Fleck tocan todos los tópicos de las pelis de locos sin saltarse ni uno solo. Pero reconozco que el resultado mola y que tiene momentos memorables, como casi todas las historias de locuelos encantadores. Por ejemplo, genial e inolvidable la versión del grupo de pirados de "Under pressure", de Queen. Supongo que algo así sólo sería posible en un sitio lleno de pirados.

Ah, y destacar a Zach Galifianakis, a quien no conocía pero que ha conseguido convertirse en un rato en uno de mis actores favoritos. Tiene algo ese hombre, y no es un tipazo ni una cara a lo Paul Newman. No sé, tal vez su mirada; llámalo carisma llámalo X. Tengo que estudiarlo a fondo.

viernes, 17 de julio de 2015

Martín (Hache), by Adolfo Aristarain

La primera vez que vi Martín (Hache) recuerdo que me impresionó un montón. Yo era bastante joven y los diálogos me parecieron un dechado de lucidez, los personajes alucinantes y, por supuesto, todas las interpretaciones magistrales. Desde entonces la he vuelto a ver unos cuantas veces más y a día de hoy lo único que queda de aquella primera impresión es lo de las interpretaciones. Actualmente los diálogos me parecen una chapa impresionante, de un espeso rayano en la viscosidad; y de los personajes sólo puedo decir que si alguna vez me encontrara en la vida con uno solo de ellos e hiciera amago de acercárseme para comentarme sus cuitas creo que me arrojaría por el balcón más cercano en caso de estar en las alturas o me tiraría bajo las ruedas del primer vehículo que pasara, de encontrarme en la calle.

El indolente Martín hijo, el insoportablemente repelente Martín padre, la desquiciada Alicia y el sentencioso Dante constituyen un cuarteto del que huiría hasta el más masoquista de la Tierra. Sinceramente no me explico cómo pude tener aquella primera impresión cuasi alucinógena sobre unos personajes tan vacíos, tan ajenos a la realidad, tan artificiales…

Bueno, sí, supongo que por aquella época intelectualmente yo no daba para más y esa pseudofilosofía de baratillo que destilan las conversaciones entre el cuarteto de la muerte debió de parecerme la hostia de original y de interesante. Unos cuantos años más vividos y unos cuantos cocainómanos más conocidos me han curado de cualquier clase de fascinación por las charletas gilipollescas de la gente pasada de vueltas, y ahora los cuatro éstos sólo me parecen una panda de capullos plastas y aburridos de la vida que hablan y hablan y hablan sólo para escucharse a sí mismos y para darle la chapa al personal. Vamos, como todos los farloperos que he ido conociendo después.

Y Adolfo Aristarain, que en su día me pareció un crack, hoy en día me parece el colmo de lo pretencioso. Y los diálogos de su película una insoportable retahíla de sandeces específicamente diseñadas para impresionar a mentes ávidas de palabrerío vacuo. No puedo discutir, en cambio, que Luppi, Botto, Roth y Poncela están brillantes, que son lo único que realmente merece la pena del film y que son unos auténticos maestros en lo suyo. De hecho, creo que buena parte de la falsa sensación que dan los personajes de ser interesantes lo consiguen ellos con sus gestos, sus miradas y sus caracterizaciones.

Y aunque luego por críticas como ésta me escribe alguna gente para decirme desquiciada, drogadicta y todo tipo de perlas por el estilo, tengo que decir sin ambages que lo demás es pura bazofia.

jueves, 16 de julio de 2015

Una historia de violencia, by David Cronenberg

Cuando leí la sinopsis de esta película la historia me gustó; estaba convencida de que se trataba de una especie de reflexión sobre la violencia y me llamaba la atención la visión que pudiera tener sobre este tema Cronenberg, un director que para bien o para mal siempre me resulta interesante. Y aunque las películas violentas me repelen bastante sí que me gustan los análisis sobre la violencia, que es algo muy diferente. Y bueno, tampoco era ajena a mi interés la presencia de Viggo Mortensen y su maravilloso culo en el reparto, para qué nos vamos a engañar.

Pues nada, toda yo entusiasmada, preparo la parafernalia completa de cine casero, me acomodo en el sofá tan ricamente con el ventilador directo a la cara, apalanco a mi perrillo en el regazo, copazo de Rioja, agarro el mando y… empieza el espectáculo.

Veo una familia modélica que vive en un pueblito de ésos de la América profunda en los que todo el mundo se conoce, se saluda por la calle y se quiere. Un matrimonio que, tras varios años de convivencia, mantienen sorprendentemente viva la “llama del amor”; un hijo adolescente que trata de un modo sorprendentemente respetuoso a sus padres; una niña pequeña sorprendentemente encantadora para su edad… en fin, todo muy bonito, muy idílico y muy americano. Y de repente, un buen día…

Aparecen en el pueblo unos tipos bastante malencarados, sacan una pistola en el establecimiento de ese hombre tranquilo de pueblo que es Mortensen, y éste de repente se transforma automáticamente, les arrebata la pistola con la soltura y el desparpajo del que no ha hecho otra cosa en toda su vida y se lía a disparar a troche y moche, dejando fiambres a los dos gangsters ipso facto.

Claro, a partir de ahí se convierte en el héroe local, las teles se lo rifan, los niños le piden autógrafos… en fin, lo que viene siendo de toda la vida de Dios el salto a la fama. Y hete aquí que unos días más tarde en un coche negro muy lustroso aparecen otros tres tipos igual de malencarados que los anteriores, y uno de ellos (maravilloso Ed Harris, como siempre) al quitarse las gafas de sol resulta que es tuerto y que dice que lo dejó de esa guisa nuestro amigo el hombre tranquilo dueño del local. (Conste que no estoy espoileando porque esto se puede saber leyendo cualquier sinopsis de la película).

Y aquí es donde viene el flipe. A partir de este momento el tranquilo padre de familia y amante esposo de pueblito rural se convierte en una especie de mix entre Chuck Norris, Rambo, Bruce Lee, Superman y el increíble Hulk. Un estilazo el tío dando patadas, puñetazos, haciendo llaves de kárate, manejando pistolas, disparando…

Y claro, la familia toda dislocada. Esa señora que de repente ve a su apacible marido con esas dotes mortíferas, esos niños que creían tener un papá más o menos normalito y resulta que tienen un experto en artes marciales, terrenales y jupiterianas. El sheriff local que dice “qué coño pasa aquí”… Os podéis imaginar la carita de la peña.

Y yo toda descojoná, claro. Con que esto era la “reflexión sobre la violencia” que yo había leído por ahí en un montón de críticas. Pos menuda reflexión, macho. Yo la única reflexión que pude hacer mientras me despiporraba viva era: pero este tío, que ni entrena ni se le ve hacer deporte ni nada cómo coño tiene esa forma física y esa puntería y esos reflejos y, en definitiva, esa sangre fría y ese poderío? Eso de apalizar a gente, dejarla pal arrastre y matarla qué es, como montar en bici, que ya una vez que se aprende no se olvida jamás? Ya no tienes que seguir preparándote ni practicando ni nada? Te puedes tirar años sentado tranquilamente en tu sofá disparando a la tele con el mando a distancia pero en cuanto te agencias una pistola te transformas en un arma letal humana y te cargas a siete de un tirón? Venga ya, tío! Menudo cachondeo.

Eso sí, hay una escena de Mortensen culeándose a su señora en las escaleras por la que merece la pena tragarse todo el truño y siete truños más. Ay omá, qué culito!

miércoles, 15 de julio de 2015

La vida de Pi, by Ang Lee

No se puede negar que “La vida de Pi” es una película espectacular. Los efectos especiales son impresionantes y, aunque yo no la vi en 3D, reconozco que algunas escenas tienen que ser acojonantes en ese formato. Por tanto, por el lado técnico nada que objetar.

La historia, que obviamente tiene tintes de fábula, también es muy entretenida. La convivencia entre el chico protagonista y el tigre Richard Parker y el modo en que el chaval consigue “conquistarlo” hasta convertirse en algo parecido a unos buenos amigos, también resulta fascinante. Y a pesar de que a primera vista pueda parecer un coñazo una historia con una persona y un animal como únicos personajes en ningún momento se hace aburrida porque la forma en que evoluciona la relación entre ambos hace que la tensión no decaiga en ningún momento.

Y una vez reconocido esto, tengo que decir que me parece totalmente impresentable y demencial el trasfondo de la película. Si se hubiera quedado en eso, en una bonita historia entre un chico y un tigre sin más pretensiones tal vez me habría parecido una gran película. Pero teniendo en cuenta el mensaje que supuestamente transmite la fábula la cosa pasa de inmediato a la categoría de bazofia metafísica.

Ya de por sí mosquea un poco que el protagonista sea una especie de friki multicreyente de todas las religiones monoteístas, que se ha montado un popurrí religioso mental con todas ellas y que está contando su historia al escritor para “demostrarle que Dios existe”. Una se pregunta durante todo el tiempo de qué forma va a convencer al escritor de la existencia de Dios con esa amable fabulita del niño y el tigre. En este punto es inevitable recordar aquellas teorías peregrinas que nos enseñaban en clase de religión en el instituto, las teorías de Santo Tomás, de San Agustín, etc… aquello del ser contingente y el ser necesario… en fin, esas argumentaciones forzadísimas que pretendían lo imposible, llegar desde el raciocinio a lo que sólo puede entenderse mediante la fe, que es exactamente lo contrario a la razón.

Pues bien, Ang Lee con esta fábula consigue otro imposible: desarrollar una teoría todavía más gilipollesca y absurda que todas las de sus predecesores. La cuestión es: como la vida es bastante feota en sí misma es mucho más guay montarse historietas chulas que expliquen esa realidad tan poco estética y a veces tan sucia y asquerosa. Vale, Lee, por eso, como es un poco prosaico lo de explicar que el hombre procede de una ameba que ha ido evolucionando, es mucho más diver aquello del cachito de barro y luego la costillita y todo eso. Sí, señores, y este hecho incontestable demostraría sin lugar a dudas la existencia de Dios. Así como suena, he aquí la teoría del señor Ang Lee.

Y así, después de haber estado viendo una historia más o menos entretenida, con una inusitada fuerza visual, te enteras de que en realidad lo que estabas viendo era la supuesta justificación “racional” de la existencia del creador. Y el chasco es de campeonato, claro.

Porque, independientemente de creer o no creer en Dios, de verdad hay algo más fascinante en el mundo que un microorganismo diminuto evolucionando a lo largo de millones de años hasta dar lugar a un montón de especies mucho más desarrolladas? En serio a alguien le parece más interesante lo del barro y la costilla? Y qué me decís del Big Bang? Hay alguien por ahí a quien le parezca más apasionante lo de “Dios hizo el mundo en seis días y al séptimo descansó?”. Venga ya, hombre! Ang Lee, que te tires de la moto.

jueves, 9 de julio de 2015

El secreto de la aldea (Aftermath), by Wladyslaw Pasikowski

Tengo que empezar diciendo que esta película polaca tiene unas críticas unánimemente estupendas y que cuando empecé a verla esperaba algo francamente memorable. Y la verdad es que lo fue pero no por las razones que había supuesto.

No negaré las buenas intenciones del film y su carácter de denuncia de unos acontecimientos espeluznantes, parece ser que reales. La historia va de un misterioso secreto que unos hermanos descubren sobre el pasado de su aldea, algo que no pone en demasiado buen lugar a sus vecinos e incluso a sus propios padres, algo relacionado con la desaparición de un montón de judíos del pueblo durante la invasión alemana. Y hasta aquí puedo contar.

Llamadme frívola si queréis, pero a mí la historia dejó de interesarme casi desde el minuto cero porque había otro asunto que me preocupaba mucho más. Un asunto que tal vez podría calificarse como de interés menor pero que me tenía tan fascinada que prácticamente absorbió mi atención durante todo el metraje.

Os cuento: resulta que uno de los dos muchachos protagonistas vuelve a Polonia desde Estados Unidos, donde vive, para ver por qué la mujer y los hijos de su hermano lo han abandonado y se han plantado en su casa al otro lado del Atlántico. El hombre llega a su pueblito natal y nada más llegar le desaparece la maleta, con lo cual se instala en casa del hermano prácticamente con lo puesto. Lo puesto es pantalón y americana negros y camisa blanca. Punto y pelota.

Pues bien, aquí viene lo que me tenía patidifusa por completo. El tipo cada noche se quitaba la camisa y la lavaba a mano muy hacendosito él, para tenderla a continuación en una cuerda dentro de la habitación. Y hay varias cuestiones que me intrigaron desde el principio:

Cuando lavaba la camisa y se desnudaba siempre se quedaba con camiseta interior y calzoncillos. Y la cuestión primera es: cuándo lavaba ese hombre la camiseta y los calzoncillos? Porque si no tienes maleta y no te puedes cambiar de camisa es de suponer que tampoco puedes cambiarte de ropa interior. Alguno podrá decir: puede que el hermano le prestase una muda. Vale, pero por qué no también una camisa o una camiseta o algo más? Ya que te pones a prestar o vistes entero al muchacho o pasas.

Eso por un lado, pero luego viene lo más intrigante aún. El tipo se pone a ayudar al hermano en tareas agrícolas bastante duras e incluso se produce un incendio en las tierras, y… no os lo perdáis!!!! Todo el tiempo con la camisa blanca puesta!!! Conocéis a alguien que trabaje en el campo o que apague fuegos con una camisa blanca impoluta? Por qué ese hombre no se quitaba la camisa y se quedaba en camiseta interior, como hubiera hecho cualquiera en su lugar, igual que hacía para dormir?

A todo esto el tipo se nos revela como un as de la limpieza, que ríete tú del Ariel Ultra. Oye, que frota un poquito todos los días el cuello y los puños de la camisa y le desaparecen todo tipo de manchas: sangre, tizne, barro, mugre varia… en fin. Y lo más alucinante es que frotando el cuello de la camisa… y esto es sencillamente maravilloso… le desaparecían las manchas de toda la camisa!!!!

Vaya, como os lo cuento. Por eso digo que podéis llamarme maruja, frívola o lo que os pete, pero cómo iba yo a fijarme en el argumento de la película con un enigma así ante mis ojos? Me tenía el tío completamente flipada. Qué arte, qué poderío, qué capacidad de escamonde… Qué envidia!

Aparte de esta disquisición personal mía, la historia en sí me parecía tan obvia, y los diálogos entre los hermanos o con los vecinos del pueblo tan de manual del perfecto bronquista que no me resultó demasiado difícil desviar mi atención. Los habitantes del pueblo podrían describirse como los típicos malafollás de todos los pueblos de la España profunda, la América profunda o la Polonia profunda, esa clase de gente que mira con el ceño fruncido a los forasteros o a los vecinos que se salen un poco del parchís. Y casi siempre se ve venir que aquello va a terminar como el rosario de la Aurora, o por lo menos, en algún tipo de cochinada.

No dudo de que el señor Wladyslaw Pasikowski haya pretendido hacer una revisión histórica de un pasado patrio no muy ejemplar, y ese intento suyo me parece de lo más encomiable, pero en mi opinión le ha quedado una película insulsa, a ratos bastante tediosa y con unos personajes tan poco interesantes que no es difícil distraerse con asuntos secundarios como el que a mí me tenía tan intrigada de la camisa blanca del protagonista. Y todavía hoy sigo dándole vueltas.

miércoles, 8 de julio de 2015

Grizzly man, by Werner Herzog

Ésta es la crónica de una muerte anunciada. Se trata de un documental que narra la historia de Timothy Treadwell, un tarado de manual que se va a Alaska a vivir entre osos para escapar del mundanal ruido y se autoproclama salvador universal del oso grizzly.

La primera vez que supe de este film de Werner Herzog fue a través de un artículo de Rosa Montero en el que hablaba de cómo le había fascinado la historia de este gilipollas (creo que ella lo trataba un poco más amablemente) que vivía entre osos y al final fue devorado junto a su novia justamente por uno de esos animales a los que supuestamente tanto amaba. El texto de Montero despertó mi curiosidad y recuerdo que me apunté el documental mentalmente para verlo, pero luego entre unas cosas y otras lo olvidé, y la verdad es que no volví a acordarme hasta anoche, cuando estaba zapeando y de repente me tropecé con él en Sundance Channel, recién empezado. “Aquí te pillo, aquí te mato”, me dije.

No recuerdo demasiado bien lo que decía el artículo de Rosa ni la impresión que el tipo le habia causado. A mí desde el principio me pareció un individuo histriónico, ególatra, estúpido, rayadísimo e insoportable. Se pasaba todo el rato autograbándose en un interminable selfie con la excusa de que los osos salían de fondo. Y eso es lo que más irritante resulta, cómo el tipo usa a los osos de coartada para dar la chapa sobre sí mismo, su vida y milagros, sus relaciones con el mundo, y a repetir obstinadamente que se considera un amante de la naturaleza y del mundo animal, un ser libre que quiere vivir sin ataduras y en pleno contacto con la vida salvaje, cuando lo que es verdaderamente es un petardo de muchísimo cuidado.

Realmente el único interés de la historia es el final del tipo. Es como una especie de justicia natural divina trasladada al mundo animal. Ese tío se dedicó durante años a molestar a los osos en su habitat natural, a grabarlos mientras soltaba auténticas mamarrachadas sobre su “filosofía vital”, a convertirlos en sus “amiguitos del alma” al más puro estilo Camps y el Bigotes, sin que ellos lo hubieran invitado; los estuvo incordiando con sus chorradas y sus berridos; los perseguía obsesivamente y volcaba en ellos todas sus frustraciones personales y sus taras mentales, que eran muchas… Y al final uno de ellos, harto de coles y de gilipolleces, se decidió a dar el gran paso de soltarle un par de zarpazos y comérselo. En la película sale el testimonio de un tipo que dice que cree que no lo habían devorado antes porque los osos debían de creer que era una especie de retrasado mental. Lástima que el animal de paso se llevara también por delante a su novia, pero vamos, si vivía y aguantaba a este tipo tampoco ella debía de ser una gran pérdida para la humanidad.

Lo mejor es lo que no se ve ni se oye: la grabación sonora en la que quedó constancia del evento. Gritos del tarado, gritos de la novia, él diciéndole a ella que huyera, ella quedándose para ser devorada junto al imbécil del novio, demostrando no ser mucho menos imbécil que él… En fin, entiendo que ese tipo de grabaciones no está bonito hacerlas públicas y que Herzog, en un alarde de buen gusto, se abstuviera de hacerlo pero tal es el hartazgo que provoca el anormal del protagonista que llega un momento en el que se echa de menos ver en vivo y en directo al oso dándole mordiscos a Treadwell, sobre todo para jalearlo y animarlo. En fin, que en paz descansen (me refiero a los osos, naturalmente).

martes, 7 de julio de 2015

Un buen año, by Ridley Scott

Vamos a jugar a una cosa: yo os presento a los personajes de esta película y vosotros intentáis adivinar cómo termina la historia:

Ejecutivo de la City londinense, frío y calculador, que recibe como herencia de un tío suyo una casa y un viñedo en un encantador pueblito de la campiña francesa y acude presto a tomar posesión del legado con el fin de venderlo rápido y hacerse con un pastizal interesante.

Guapísima y estilosísima propietaria de restaurante con encanto en el mismo encantador pueblecito de la campiña.

Hija ilegítima del difunto, con sorprendentes conocimientos de enología, que de repente se planta en la casita para saber cosas de su papá.

Calculo que hay una posibilidad entre un millón de que con esta presentación de personajes una persona de inteligencia media no sepa a ciencia cierta qué va a pasar y cómo va a terminar esta historia.

Cuesta imaginar cómo es posible que Ridley Scott se haya prestado a perpetrar algo así, y cuesta entender que además haya hecho caso omiso a los garrafales fallos de guión y de casting que dan un cantazo que pa qué. Como la película recurre constantemente al flashback, los principales fallos proceden de ahí. Por poner algunos ejemplos:

El tito difunto aparece en los recuerdos del muchacho como un anciano. Se supone que ha muerto unos 30 años después. A qué edad ha muerto esa criatura, a los 200 años?

En cambio el encargado de los viñedos, que en el presente parece tener más o menos la misma edad que el protagonista, en sus recuerdos aparece exactamente igual, como si el hombre hubiese nacido ya madurito.

El ejecutivo agresivo, Russell Crowe, y la restauradora estilosa, Marion Cotillard, resulta que se conocían de la infancia. Cómo se come esto, si Crowe tiene 51 años y Cotillard 39? Vamos, que como daba tanto cante me he molestado en buscarlo en la Wikipedia porque me parecía completamente increíble esa amistad infantil, y de hecho confirmé que lo era.

En fin, es como si hubieran hecho el casting a voleo y hubieran pensado: “Total, la gente que previsiblemente va a ver esta película es imbécil y no va a caer en estos pequeños detalles sin importancia”.

De verdad cuesta tanto adaptar el reparto de un filme a la historia que cuenta? Es tan complicado encontrar a dos actores de la misma edad si quieres que sus personajes sean amigos en la infancia? Tan difícil es tener un mínimo de respeto por el espectador que se va a gastar su dinero en ir al cine a ver tu película?

Es curioso que fuera el propio Crowe el que hace unos meses recomendaba (con bastante buen criterio) a sus compañeras de oficio cuarentonas que dejaran de hacer el ridículo intentando aparentar que eran virginales doncellas y que se dedicaran a hacer papeles de señoras de su edad. Ay, Crowe, consejos vendo que para mí no tengo.

jueves, 2 de julio de 2015

El buen doctor, by Lance Daly

Últimamente no sé cómo me las apaño, el caso es que todos los días termino viendo una de psicópatas. O es que no ponen otra cosa en la tele o es que se ha puesto de moda o es que yo las elijo a conciencia. O igual es que no hay película que se precie en la que no salga un psicópata y nunca me había dado cuenta antes. Al final terminaré yo misma desquiciada por ahí asesinando gente, de tan normal y cotidiano como me parece ya.

En la peli de hoy el psicópata es un doctor y eso da todavía más miedo, por el inmenso poder que tienen los médicos sobre los incautos mortales que no tenemos más remedio que ponernos en sus manos. Nuestro protagonista está ávido de aceptación y utiliza ese poder para convertirse en una especie de Dios que puede alargar o curar la enfermedad a su antojo. Y como se enamora de una paciente y no quiere perderla de vista, en lugar de hacer lo que haría cualquier ciudadano de a pie, a saber, pedirle su teléfono e invitarla a salir o a cenar o al cine, pues decide inyectarle un mejunje para prolongar su enfermedad y así tenerla a tiro en el hospital durante una temporada. Simpático que es el muchacho. Cuidadito con hacerle tilín a un doctor, chicas, no sea que le dé por seguir este procedimiento de seducción.

En fin, es un thriller psicológico bastante interesante. El planteamiento me parece inteligente y me gusta cómo el director retrata el proceso mental que tiene lugar en el protagonista, sobre todo desde que toma la decisión de saltar todas las barreras éticas para adentrarse en su enfermiza obsesión. En la última media hora Lance Daly hace que la tensión vaya in crescendo, conforme al médico se le van complicando las cosas, y el ritmo se acelera ostensiblemente. Y sin adelantar nada diré que el final me parece sencillamente redondo.

miércoles, 1 de julio de 2015

Kalifornia, by Dominic Sena

Os cuento un poco de qué va la cosa: una pareja de pijos decide hacer un viaje a California para escribir un libro sobre asesinos en serie; él llevará la investigación y se encargará de los textos y ella de las fotos. Para ahorrar costes deciden buscar compañeros de viaje con los que compartir gastos, y con ese fin ponen un anuncio. Pero mira tú por dónde adivinad quién se presenta de voluntario. Pues sí, mismamente lo que estáis pensando: un asesino en serie igualito igualito a los que el pijo está investigando. Llámalo casualidad, llámalo suerte. Una pena que el libro no tratara sobre alegres meretrices; a buen seguro se lo habrían pasado mucho mejor.

En fin, la verdad es que la parejita que se les apunta para el viaje dan un cante a tarados que echa para atrás. Que él no es precisamente un muchacho limpito, amable y educado y que ella no es Einstein es algo que ve a la legua hasta el espectador menos espabilado; lo alucinante es que nuestros intrépidos pijos no solo no se lo huelen sino que se avienen a viajar con el par este sin sospechar que la aventura puede no ser todo lo agradable que ellos habían planeado. Bueno, por lo menos hay que reconocer que la chica sí que se muestra algo mosqueadilla casi desde el principio pero lo que es el pánfilo del novio, el investigador de serial killers, tiene menos luces que un cayuco; casi mejor que se hubiera dedicado a la caza del gamusino porque la intuición para detectar psicópatas criminales no es lo suyo. Durante toda la película dan unas ganas locas de hostiarlo con fuerza para ver si se le quita un poco esa cara de lelo que arrastra.

Una aportación novedosa por lo menos sí que hace Dominic Sena en este filme: es la primera vez que Brad Pitt da verdadero asco, pero asco asco de verdad. No se le puede negar que hace un gran papel porque ese muchacho para conseguir provocar naúseas tiene que currárselo mucho mucho mucho. En cambio Juliette Lewis está igual de vomitiva que de costumbre, ella no tiene que esforzarse demasiado. Con la grima que me da a mí esa muchacha de toda la vida me da escalofríos pensar que por aquella época era la novia en la vida real del bello Pitt, que por cierto ha demostrado con los años haber mejorado ostensiblemente su gusto para las mujeres. Y, por qué no decirlo, también para elegir sus trabajos.