Para mí “La habitación” es una película redonda. Cuenta la historia de una relación entre una madre y un hijo que en la primera parte transcurre en un recinto cerrado en el que los dos están secuestrados, y la segunda, ya una vez liberados, intentando componer una vida normal después de tan terrorífica experiencia.
Hay quien dice que la segunda parte es mucho peor que la primera. No estoy de acuerdo; lo que ocurre es que son totalmente diferentes. Durante el secuestro todo se centra en la peculiar relación de la madre y el niño (por cierto, fantástica Brie Larson, muy merecido su Oscar, para variar) y es verdad que es especialmente emotiva, por todos esos detalles con los que ella intenta normalizar de algún modo la vida cotidiana de los dos: el ejercicio, los cuentos, cocinar, los juegos... Todo es muy intenso y muy impactante y por eso es normal que guste más.
Pero la segunda parte, aunque menos impactante, es muy ilustrativa. Si la primera se limitaba a narrar, aquí ya Lenny Abrahamson se moja y aborda desde un punto de vista analítico los conflictos que esa reclusión conlleva a posteriori.
Si en la primera parte todo era claro, quiénes eran los buenos y el malo, aquí ya todo se llena de claroscuros. Y el niño, que había vivido siempre recluido y creía que lo que salía por la tele era otro mundo distinto al suyo, se adapta bastante bien a ese mundo que no conocía. Sin embargo la madre, que sí había estado antes en él, lo vive mucho más angustiosamente.
Hay quien dice que la segunda parte es mucho peor que la primera. No estoy de acuerdo; lo que ocurre es que son totalmente diferentes. Durante el secuestro todo se centra en la peculiar relación de la madre y el niño (por cierto, fantástica Brie Larson, muy merecido su Oscar, para variar) y es verdad que es especialmente emotiva, por todos esos detalles con los que ella intenta normalizar de algún modo la vida cotidiana de los dos: el ejercicio, los cuentos, cocinar, los juegos... Todo es muy intenso y muy impactante y por eso es normal que guste más.
Pero la segunda parte, aunque menos impactante, es muy ilustrativa. Si la primera se limitaba a narrar, aquí ya Lenny Abrahamson se moja y aborda desde un punto de vista analítico los conflictos que esa reclusión conlleva a posteriori.
Si en la primera parte todo era claro, quiénes eran los buenos y el malo, aquí ya todo se llena de claroscuros. Y el niño, que había vivido siempre recluido y creía que lo que salía por la tele era otro mundo distinto al suyo, se adapta bastante bien a ese mundo que no conocía. Sin embargo la madre, que sí había estado antes en él, lo vive mucho más angustiosamente.
spoiler:
La escena final es muy clarificadora: el niño quiere volver a la habitación donde se ha criado y ha pasado los mejores años de su vida, cuando tenía a su madre solo para él y nada más importaba. No conocía otra cosa, por tanto no podía echar nada de menos. Pero se despide de cada objeto sin problemas y continúa con su vida. La madre no puede soportarlo; esa habitación es el escenario de su pesadilla. Y le duele.
Para él la habitación significaba normalidad; para ella horror. Para él simplemente ha sido una fase de su infancia que pronto olvidará; ella ha quedado marcada para siempre y nunca volverá a ser la misma. Y ésa es la magia de la película, ni más ni menos nos cuenta lo que significa crecer y cambiar la piel de plástico de la infancia por esa de dura e inamovible piedra que la va recubriendo poco a poco.
Para él la habitación significaba normalidad; para ella horror. Para él simplemente ha sido una fase de su infancia que pronto olvidará; ella ha quedado marcada para siempre y nunca volverá a ser la misma. Y ésa es la magia de la película, ni más ni menos nos cuenta lo que significa crecer y cambiar la piel de plástico de la infancia por esa de dura e inamovible piedra que la va recubriendo poco a poco.
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