Caballero: Cielosssss, una dama tendida en el asfalto! Parece que está herida. Llamaré a una ambulancia.
Dama: Nooooo, por favor, no llame a una ambulancia.
Caballero: Y qué quiere que haga, pues, bella dama?
Dama: Pues podría invitarme a una tacita de te y mientras aprovecho para contarle a usted toda mi vida sexual. Qué le parece el plan?
Y con este elocuente diálogo comienza esta fascinante historia del inefable Lars von Trier en la que durante cuatro interminables horas, divididas en dos interminables partes, esta señora le cuenta su vida íntima a un señor desconocido que le contesta con sesudas disertaciones sobre los más diversos temas.
Para que los que no la hayan visto se hagan una vaga idea, paso a reproducir con breves licencias poéticas unos cuantos ejemplos de la conversación demencial que mantienen la dama (una inexpresiva Charlotte Gainsbourg que no me explico sinceramente cómo pudo aceptar este infame y esperpéntico papel) y el caballero durante la noche de marras:
Dama: Pues verá, cuando yo era una niña jugaba con una amiga a la ranita, que consistía básicamente en poner perdido el cuarto de baño de agua y restregarnos el toto con el suelo.
Caballero. Ah, bella dama, eso me recuerda muchísimo a la pesca con mosca, que consiste básicamente en poner una mosca en la caña para atraer a los peces y blablablablablabla…
Dama: Perdone que le interrumpa, caballero, pero voy a proseguir con mi vida íntima, que es mucho más interesante que la pesca de la mosca. Como le iba diciendo, después de la rana esta misma amiga y yo nos juntamos y decidimos follarnos a todos los pasajeros de un tren. La que se follara más se llevaba de premio una chocolatina. Al final gané yo porque me follé también al maquinista.
Caballero. Pues como yo le iba contando a usted, señorita, la polifonía combina armónicamente los sonidos de dos o más voces o instrumentos de diversa altura emitidos simultáneamente.
Dama: Y luego montamos un club de folladoras, pero teníamos prohibido terminantemente enamorarnos de las pollas que nos tirábamos o que succionábamos alegremente por alguno de nuestros agujeritos corporales.
Caballero: Lo cual me recuerda a Bach, el mejor compositor de la historia. No sé si sabrá usted que la música de Bach se basa en la sucesión numérica de Fibonacci con la consecuente relación de recurrencia que la define. Igualmente Edgar Allan Poe, que fue un escritor muy interesante, usaba la sucesión de Fibonacci para consumir rítmicamente las dosis alcohólicas que le llevaron a la muerte.
Dama: Pues como le decía, un día iba en el metro y decidí que me iba a follar a todo el vagón. Me puse en bolas y dije bien alto y claro: Señores, la entrada es gratis. Todo el que quiera pasar por alguno de mis agujeritos que se ponga en cola.
Caballero: Interesante episodio, que me recuerda a la transfiguración de Jesús en el monte Tabor, en la baja Galilea. Qué gran momento bíblico, vive Dios! En mi opinión el enfoque sistemático de la crucifixión es de una violencia extrema, no le parece, amiga mía?
(Continuará)
(Ver crítica de Nymphomaniac II)
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