Una piscina. Unos hombros demasiado jóvenes y frágiles para cargar con el peso de una enorme responsabilidad. Un paisaje gélido. Un sueño truncado.
Con estos cuatro ingredientes Lamberto Sanfelice cuenta una historia que trata básicamente sobre la soledad y sobre la importancia de no renunciar a los sueños por muy cruda que sea la realidad.
Preciosa y conmovedora Sara Serraiocco interpretando a Jenny, una adolescente que sueña con una competición de natación sincronizada para la que ha estado preparándose durante años pero que de repente se ve obligada a aparcar todos sus proyectos para cuidar de un hermano pequeño y de un padre que es un guiñapo humano y que no sirve para nada.
En medio de toda esa tragedia Jenny encuentra consuelo en el amor, que a fin de cuentas es lo que nos salva a todos en un mundo frío e inhóspito como el paisaje de montaña en el que transcurre la película.
Maravillosas las imágenes de Jenny bailando en la piscina climatizada, en tremendo constraste con la crudeza de los exteriores.
Si acaso se le puede reprochar algo es que el resto de personajes no están muy bien definidos. Da la sensación de que al director el único personaje que le interesa es Jenny mientras que los demás son meras comparsas sin vida propia.
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