Unas hermanas que llevan años sin verse y que no parecen llevarse muy bien.
Sórdidos secretos de familia más o menos insinuados.
Una vieja historia en flashback de amores enfermizos y celos demoledores.
Una madre muerta, un padre desaparecido y el encargo de entregar unas cenizas.
Éstos son los ingredientes con los que Gracia Querejeta elabora esta historia fiel a la factoría Querejeta y a su particular modo de entender el cine: intimista, muy de emociones, muy de silencios y de miradas inquietantes y difíciles de interpretar. Si añadimos a eso un reparto brillante con actrices como Mercedes Sampietro, Julieta Serrano o Adriana Ozores, la cosa promete bastante. Pero en mi opinión se queda en eso, en promesa.
De entrada eso de que una madre pida a sus hijas que a su muerte dividan sus cenizas en varios cofrecitos y lleven cada parte a un sitio o se las entreguen a alguien... sinceramente me parece de un macabro que echa patrás. Y ese justamente es el punto de partida de la historia, os podéis hacer una idea.
Por lo demás las actrices están francamente desaprovechadas en unos papeles bastante poco creíbles. La borrachuza Ozores dista mucho del nivel de otros trabajos, tal vez porque su personaje es sencillamente irrelevante. Sampietro brilla un poco más porque no en vano es la protagonista de la historia, en la que se supone que radica todo el misterio. Julieta Serrano por su parte hace lo que puede con un papel tan poco airoso.
En definitiva, decepcionante y completamente insulsa, un auténtico huevo sin sal. Buenas expectativas por el reparto y porque la historia empieza bien y plantea una intriga que hace pensar en un resultado mucho mejor. Sin embargo con el paso de los minutos la trama va perdiendo fuelle e interés y el final es, aunque inesperado, sencillamente rocambolesco. Un chasco, vamos.
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