martes, 29 de noviembre de 2016

Beauty (Skoonheid), by Oliver Hermanus

Ésta es la historia de una obsesión. Va de un señor que es homosexual aunque no ha salido del armario y de sopetón se cuelga enfermizamente de un amigo de su hija.

Es una historia muy significativa y reveladora porque hace un análisis bastante acertado de cómo funcionan las obsesiones amorosas y sexuales.

Ya he comentado otras veces que no creo en eso que llaman "violencia de género" o "violencia machista", porque de hecho yo no creo que tenga nada que ver con el género ni con el machismo. Creo que tiene que ver con la obsesión, con los celos y con una forma de amar mal entendida y que es independiente del sexo de las víctimas. Se da igual entre parejas heterosexuales que homosexuales; lo único que hace falta es un tío atormentado, que se siente abandonado o no correspondido y que canaliza esa frustración a través de la violencia. Y aunque es menos frecuente también se puede dar entre mujeres. No sé si es ésa la pretensión de Oliver Hermanus pero realmente consigue reflejar perfectamente cómo funciona ese proceso.

En la película hay una escena fortísima, muy desagradable y violenta. Durante toda la historia se ve venir que en algún momento el deseo oculto de este hombre va a explotar por algún lado. En un ambiente opresivo y angustioso, el personaje principal, que tiene serios problemas de comunicación, va adentrándose obsesivamente en esa pasión insana y poco a poco va perdiendo el control de sus emociones hasta que todo culmina en pura violencia.

Por cierto, magnífico el actor protagonista, Deon Lotz. Consigue reflejar perfectamente las intensas contradicciones de su personaje. Y guapísimo Charlie Keegan. Casi que se puede entender perfectamente esa pasión brutal que despierta en el hombre.

lunes, 28 de noviembre de 2016

Eternamente comprometidos, by Nicholas Stoller


Eternamente plasta.

Eternamente tópica.

Eternamente aburrida.

Eternamente repetitiva.

Eternamente insustancial.

Eternamente insulso Jason Segel.

Eternamente asesinable Emily Blunt.

Eternamente le echo la cruz a Nicholas Stoller.

Eternamente laaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaarga.

martes, 15 de noviembre de 2016

El secreto de una obsesión, by Billy Ray

Lo primero que se pasa por la cabeza cuando una se da cuenta de que está viendo una especie de "adaptación" de "El secreto de sus ojos" es una pregunta básica: qué necesidad había?

Si una película es redonda, perfecta, impecable, si no se le puede poner un solo pero y es imposible mejorarla... quién le manda al Billy Ray este meterse a hacer esta versión made in USA que no puede acercarse ni de lejos a la perfección de la original?

"El secreto de una obsesión" no es una mala película, la verdad. Se ve con interés y tiene un argumento que atrapa. Claro, si no has visto la argentina. Porque la historia en la que se basa es buena y eso no se le puede negar. El problema es que lo que en la película de Campanella era pura sorpresa, el final impactante que deja al espectador completamente en shock, aquí se ve venir y le deja frío.

La cuestión es simplemente esa, que esta versión sobra, que no aporta nada y que además viene lastrada porque quien ya ha visto la película argentina tiene el desenlace, que es lo mejor, destripado. Si no has visto la original, pues bueno, ves esta y no está mal, pero desde luego nada que ver con la excelencia de la otra.

En cuanto a las interpretaciones, Julia Roberts cumple bastante bien, le da a su personaje el tono atormentado que requiere y no se le puede objetar nada a su trabajo; de Nicole Kidman en cambio no puedo decir lo mismo porque con la cantidad de botox que esa mujer lleva en la cara es prácticamente imposible expresar ninguna emoción. Se limita a pasear palmito y a hacerle ojitos a su oponente masculino, con el que tiene la misma química que un pavo con un cocodrilo. Y de vez en cuando levanta una ceja haciendo un esfuerzo inmenso, supongo que para que podamos ver que aún es capaz de mover algún músculo del rostro. Pero se nota que sufre porque le cuesta devolver la ceja a su sitio.

martes, 8 de noviembre de 2016

Happy: un cuento sobre la felicidad, by Mike Leigh

La protagonista de esta película pretende ser una especie de Ameliè a la británica, pero es evidente que no ha usado las suficientes compresas con alas para parecerse mínimamente a su modelo. Siendo irritante, espeluznante y pelipúntica a más no poder la propia Ameliè, al lado de esta insoportable petarda podría incluso llegar a ser mi mejor amiga.

Lo de esta mujer no tiene nombre. De qué coño se ríe todo el rato? Por qué hace hace tantas muecas? Por qué hasta cuando va a follar tiene que estar soltando chistecillos y gracietas, por cierto, con bastante poca gracia? Y esos saltitos al caminar, por favooooooorrrr, qué criatura más absurda! Y encima se llama Poppy, diossssss! Toíto lo tenía mi María Antonia.

Le dieron un montón de premios a Sally Hawkins por este personaje abominable que haría vomitar a una cabra. Incluso el propio Mike Leigh fue ampliamente alabado en su doble labor de director y guionista. No puedo explicarme por qué. No he visto película más prescindible, menos necesaria y más previsible en toda mi vida.

Lo único medianamente fumable del film es el personaje del profesor de autoescuela, interpretado por Eddie Marsan, que claramente está ahí con su mal humor, su aire de Pitufo Gruñón y sus comentarios cascarrabias para hacer contraste y realzar la supuesta positividad de la encantadora, optimista y felicísima Poppy.

Yo soy profesora de autoescuela y a mí me toca una alumna tan cargante, omnirisueña y megaflower como la Poppy esta y me liaría a poppazos con ella hasta conseguir que se bajara de mi coche y no se le ocurriera volver a subir en la vida. Solo pensar en conducir con una tía así en el asiento de al lado le dan a una ganas de estrellarse y terminar para siempre. Esto no es un cuento sobre la felicidad, señores; es una pura, dura y auténtica pesadilla.

lunes, 7 de noviembre de 2016

El último pasajero, by Omid Nooshin

Hace unos días iba yo en el tren a trabajar como cada mañana cuando de repente me di cuenta de que los cinco minutos normales del trayecto se estaban alargando alarmantemente. En efecto miré el reloj y comprobé que llevábamos más de 15 minutos en marcha. De inmediato me levanté y me acerqué a la única otra pasajera que iba en  mi vagón, y le pregunté si no se había dado cuenta de que nos habíamos pasado la estación. Ella me contestó que no pero que sí se había percatado de que el tren tardaba mucho en llegar. Las dos paralizadas pensando cada una lo que estuviera pensando sin ser capaz de verbalizarlo, por fin después de unos minutos de tensa expectación, vimos la estación y respiramos tranquilas. Concluímos que por algún motivo habíamos venido más lentos que de costumbre, como así me confirmó luego el maquinista cuando le pregunté qué había pasado.

Lo que realmente yo pensaba es que alguien podía haber secuestrado el tren para llevarlo quién sabe dónde o estrellarlo contra quién sabe qué. Terroristas con toda seguridad. Íntimamente acepté mi destino y me preparé para morir lo más dignamente posible, aunque no miento si digo que también estuve calculando las posibilidades de pegarle un mamporrazo a la ventanilla de emergencia y tirarme en marcha.

Algo así es lo que ocurre en esta película, y por eso cuando vi de lo que iba decidí verla, más que nada por ver cómo resolvían ellos la situación y así aprender algo para un hipotético secuestro real en el futuro. Lo que pasa es que francamente veo pocas posibilidades de llevar a la práctica nada de lo que hacen los protagonistas en el film teniendo en cuenta que tienen muy poco tiempo para buscar una solución a su problema porque el choque es inminente y no se les ocurren más que majaderías. Y llegados a este punto no me queda más remedio que espoilear:

- En caso de secuestro de mi tren no pienso ponerme a hacer ojitos con otro secuestrado.

- En caso de secuestro de mi tren no pienso ponerme a ver tranquilamente numeritos de magia de otro secuestrado.

- En caso de secuestro de mi tren no pienso contarle mi vida y milagros a otro secuestrado.

- En caso de secuestro de mi tren no pienso escuchar la vida y milagros de otro secuestrado.

- En caso de secuestro de mi tren no pienso echarme a dormir tan ricamente.

- En caso de secuestro de mi tren no pienso ponerme ciega bebiendo vodka con otro secuestrado. 

- En caso de secuestro de mi tren no pienso provocar una deflagración letal para separar mi vagón de los demás.

De todas las gilipolleces que podrían ocurrírsele a una persona en caso de secuestro de un tren las que se le ocurren al director este, Omid Nooshin que se llama el interfecto, las sobrepasan todas con creces. El protagonista que se pone a ligar con una tía que acaba de conocer en el tren, el niño del protagonista que a pesar de saber que están a punto de estrellarse y morir se pasa medio trayecto sobando tan tranquilo, los pasajeros que se ponen a charlar de sus vidas y a contarse sus tragedias personales hasta que uno saca unas botellitas miniatura de su equipaje y entre todos se ponen a bebérselas bien relajaditos mientras otro dice que es mago y se lanza a demostrarlo haciéndoles unos cuantos numeritos. Vamos,  que en lugar de ser un tren que en menos de un cuarto de hora va a estrellarse contra algo y todos la van a palmar parece mismamente un placentero y ameno viaje de  amiguetes en el Orient Express.