martes, 25 de junio de 2024

Vivir sin permiso (Serie de TV), by Aitor Gabilondo

Me pregunto por qué Coronado se meterá en estos fregaos. Cómo no se dio cuenta con solo leer el guion de que no había por dónde pillarlo. Mira que el tío tiene ya oficio bastante como para leer una historia y saber perfectamente que es un truño. Ni de Aitor Gabilondo ni del mismísimo Coppola, lees ese guion y directamente lo llevas al contenedor del papel. Sin miramientos.

Pero de todas las cosas que a mí me han horrorizado de esta serie, que han sido muchas, lo que más, con diferencia, ha sido lo del hijo de Nemo Bandeira. De verdad, me gustaría mucho saber quién ha creado a ese personaje y quién ha asesorado al actor que lo interpreta para hacerlo así, con esas hechuras imposibles y todos esos aspavientos demenciales que supuestamente debieran representar a un muchacho gay y drogadicto. 

He conocido a muchísimos gays en mi vida y a unos pocos drogadictos y juro que jamás había visto cosa igual. Nunca he conocido a nadie que vaya por la vida descoyuntándose de esa manera. Semidoblado, sujetándose los riñones todo el rato con una mano y con la otra colgada de la muñeca como si se la hubieran pegado con pegamento Imedio. Prometo que he visto embarazadas a punto de parir andando con más soltura y más naturalidad.  La verdad, muy claro no me ha quedado si el chaval estaba herniado.

No sé qué pasa con los actores jóvenes españoles, que hacen cosas muy raras.  A menudo no se les entiende nada de lo que dicen. Entre que susurran constantemente y que no saben articular es muy complicado seguir los diálogos. Pero aparte de eso, que ya estamos acostumbrados, de vez en cuando te sale un personaje como este, que una se pregunta de dónde ha salido y quién ha podido dirigir esa actuación.

Y para qué vamos a hablar del Alzheimer de Nemo Bandeira. Que digo yo que tanto no costará documentarse mínimamente sobre una enfermedad si pretendes convertirla en el centro del comportamiento de un personaje protagonista. Un personaje que curiosamente tiene una memoria prodigiosa tooooooodo el tiempo y que solo muy de vez en cuando pierde onda, justamente para que se monte tremendo pollo por un olvido casual, para a continuación volver a recuperar la memoria  y actuar con toda normalidad durante días y semanas. Y pasan y pasan los meses y el tipo sigue igual, conduciendo, portando armas de fuego, dirigiendo sus negocios, abroncando a sus empleados, dando palizas a diestro y siniestro, en fin, haciendo tan ricamente de capo de la droga. Un Alzheimer como muy de andar por casa, que tampoco sabía yo que existiera algo así.

En fin, en mi opinión lo único que se salva aquí es Luis Zahera en su papel de perro guardián. Aunque el personaje sea un burdo estereotipo él solito lo levanta con su presencia y hace soportable tanto despropósito sin pies ni cabeza. Bueno, y si me apuras ver a Leonor Watling haciendo de femme fatal a la mexicana, que también tiene su aquel. Hasta a mí, que soy hetero cien por cien, me pone.

Y esto ya es spoiler. El remate de la pera del hijo de Nemo, el descoyuntado, es cuando va y se toma unas pastillas, supuestamente para suicidarse, y en lugar de palmarla lo que le pasa es que se queda gagá.  Y esto ocurre en cuestión de un par de horas, no creáis que el muchacho se queda en estado comatoso y luego al cabo del tiempo vuelve a la vida pero de aquella manera. Qué va, qué va, se toma las pastillas y se queda así ipso facto. No tenía yo conocimiento de que algo así pudiera pasar, sinceramente.

Y ya lo flipante flipante de verdad es que se lo llevan a una clínica y ya no se vuelve a saber nada de él. Como si nunca hubiera existido. Lo nombra alguien alguna vez, pero vamos, como se nombra a un novio del instituto, en plan si te he visto no me acuerdo. Es que ni su propia madre vuelve a acordarse de ese pobre muchachoooooo, por favooooor.