domingo, 28 de julio de 2024

Crematorio (Miniserie de TV), by Jorge Sánchez-Cabezudo

Hacía tiempo que no disfrutaba tanto con una serie española. Crematorio se sale totalmente del parchís en cuanto a calidad. Y creo que esto tiene que ver, sin quitarle méritos a la impecable realización de Sánchez-Cabezudo, al hecho de estar basada en una novela que, según he oído, también es un pepinazo. No la he leído, vaya por delante, pero me la ha recomendado mucha gente de cuyo criterio literario me fío bastante. Por tanto nos libramos de los constantes giros de guion que son el pan nuestro de cada día en la mayoría de series de Netflix o HBO. Esos giros diseñados para crear adicción, que al final de cada capítulo te dejan enganchadísima pero que a fuerza de repetirse, y ya no te cuento si la serie es larga y tiene mogollón de temporadas, convierten el argumento en una sarta de pendejadas con nula credibilidad. Sí, te dejan con el alma en vilo y deseando ver el siguiente episodio,  pero con plena consciencia de que te estás tragando algo infumable y falso de toda falsedad.

Nada que ver con la autenticidad que destilan este guion y estos personajes. Una trama perfectamente urdida, sin sobresaltos inesperados ni sorpresas gratuitas. Y unos personajes reales, verídicos, que funcionan en perfecta consonancia con sus circunstancias. Una verdadera gozada para quien disfrute del rigor argumental y de la calidad del producto final. Para mí roza la excelencia.

Naturalmente el peso principal recae en el protagonista absoluto, Pepe Sancho, que interpreta magistralmente al jefe del clan. La presencia imponente de Sancho, su voz grave, su dicción perfecta, lo llenan todo. El resto, los secundarios, son meras comparsas que se mueven alrededor. Hacen todos trabajos muy notables, pero es que él se los come con patatas. Esté o no en pantalla en cada momento su presencia se impone. Creo que lo recordaré siempre como uno de los personajes más impactantes de la ficción televisiva tanto nacional como internacional.

No deja de ser una historia archiconocida en numerosas series y películas. Políticos y empresarios de la construcción que echando mano del código penal casi al completo se montan en el dólar y construyen mastodónticas urbanizaciones a lo largo y ancho de la costa, con las que se enriquecen ellos y, no seamos hipócritas, contribuyen también al desarrollo local. 

Me gusta que en la serie esta dualidad quede patente. Sí, todos estos señores son unos mafiosos y unos delincuentes, nadie lo discute, pero como muy bien afirma el protagonista en un momento dado, todos los que gritan y claman contra ellos cuando se descubre el pastel han estado viviendo y beneficiándose de esa industria brutal que han creado, con todos sus chanchullos y sus mierdas. Y me encanta que esa doble moral se ponga de relieve. No nos echemos las manos a la cabeza porque buena parte de lo que es hoy este país, de lo que se ha desarrollado en los últimos 40 años, procede de ese dinero sucio por el que muchos políticos y constructores han sido juzgados y condenados.

Este tipo de historias son de validez universal, las mismas prácticas más o menos en todo el mundo, no tenemos nosotros la exclusiva. Aunque sí es verdad que hay una determinada forma de actuar como muy autóctona, que imprime carácter. Tenemos nuestras cosillas, nuestras peculiaridades, que dan forma al pelotazo nacional. Por eso, en definitiva, esta serie podría definirse perfectamente como el gran retrato de un chorizo con ramalazo castizo.

lunes, 8 de julio de 2024

Mi reno de peluche (Miniserie de TV), by Richard Gadd

He leído varias críticas sobre esta serie y me llama la atención muchísimo que casi nadie haga hincapié en lo que a mí me ha llamado más la atención. Que básicamente es: cómo es posible que el  protagonista, que además es el que ha escrito el guion y dirigido la serie, además de interpretarse a sí mismo, puede decir que es "humorista".

Joder, mira que he visto humoristas malos en mi vida, pero este se lleva todas las palmas. No he visto a nadie más negado para hacer reír, con menos gracia y con más malange. El tipo es un auténtico huevo sin sal, pero de los gordos. No sé, si no la habéis visto es como si pones al rey Felipe o a la Letizia mismamente a hacer un monólogo de El club de la comedia. Un auténtico despropósito, un sindiós, un sinsentido, una paranoia total. Se pasan verdaderas fatiguitas viendo al colega encima del escenario intentando sacar alguna carcajada al público mientras la gente lo mira completamente ojiplática, sin poder dar crédito.

Todo lo demás carece de importancia después de algo tan apabullantemente imposible. Que sí, que el tío está supertarado, que no tiene ningún sentido que tarde seis meses en denunciar a la gorda que le acosa (conste que esto no es spoiler porque la serie empieza justamente poniendo la denuncia seis meses después), que todo lo que hace el pollo tooooodo el tiempo es demencial, pero es que teniendo en cuenta que es un triste que va por la vida con un traje de cuadros y una maleta llena de artilugios con los que pretende hacer algo de gracia ya todo lo demás es peccata minuta. No se le puede pedir ninguna credibilidad. Cómo no va a estar el muchacho más pallá que pacá, cómo va a saber lo que quiere en la vida, si ni siquiera se ha dado cuenta de que es un singracia con cero dotación para el humor. 

Eso sí, hay que reconocerle el mérito a la actriz principal, Jessica Gunning, que hace muy bien de chiflada acosadora. Pero lo que es él, Richard Gadd, es que no hay por dónde pillarlo. Ni al personaje, ni la historia, ni su trabajo como actor, probablemente porque todo es tan poco creíble como su propia condición de humorista.  Es que, oye, me cuesta por más que luche ver la gracia a este peluche.

(Va spoiler) Naturalmente como en toda serie de Netflix que se precie hay diversidad sexual para vender y regalar, y todo el mundo es bueno. Acosadores, violadores, da igual, dentro de todo delincuente hay un tierno peluche, y por supuesto una motivación intrínseca que puede explicarlo todo. 

Al final, como no podía ser menos, perdona a la acosadora porque la pobre había tenido una infancia muy chunga. Y además el prenda va a visitar a su violador y se toma una copita con él charlando tranquilamente, como si nada, oyess. Tan normal. Viva Netflix.