Estamos ante la tropegésima serie sobre lo desgraciados que son los ricos y lo obligados que se ven a beber como cosacos y drogarse como cerdos para soportar sus terribles penurias vitales.
En este caso una Nicole Kidman carente por completo de expresividad facial es la protagonista de una historia de ricos que lo pasan fatal todo el tiempo. El que peor el marido, que es el doble de Jorge Javier Vázquez con unos cuantos kilos menos y unos centímetros de altura más, y que se pasa toda la serie con un vaso de whisky en una mano y con un porro en la otra, a pesar de lo cual mantiene sorprendentemente una envidiable verticalidad. También mantiene una dicción más que correcta para lo que se mete entre pecho y espalda, y una memoria prodigiosa. Me tomo yo dos copas de verdejo y al día siguiente no me acuerdo ni de mi nombre, y el tío este se zampa las botellas de whisky de cuatro en cuatro y luego recuerda perfectamente hasta el más mínimo detalle de lo que hizo y dejó de hacer, con una lucidez que ya la quisiera yo pa mí incluso en sobriedad total.
La pareja perfecta es desde el principio un meme. Ella se acuesta y se levanta con el mismo peinado, sin que se le mueva un solo pelo de sitio. Él con el copazo parriba y pabajo. Y los hijos y las nueras una panda de memos a cuál más desnortao.
Ya se harta una de tanto pego. Estoy hasta el moño de ricos sufrientes, alcohólicos, drogadictos y chiflados. Tiene que ser horrible vivir en una mansión con una piscina maravillosa y vistas al mar, tener una salud de hierro, cocineros, criados que recogen al minuto los pedazos de las cosas que tú rompes. Tener todo el tiempo del mundo para divertirte, viajar, ir a fiestas, bailar, navegar, hacer surf, jugar al golf, leer, mirar las musarañas, meditar... Qué horror, se me ponen los pelos como escarpias de pensar en una vida tan espeluznante.
Yo le diría a Jenna Lamia, creadora del engendro en cuestión, que se ha pasado un pelín de vueltas. No he leído la novela en la que se basa la serie, pero dudo mucho que los personajes den tanta grima en el libro como en la pantalla. Y si lo dan no me explico cómo ha llegado a convertirse en superventas.
En fin, solo puedo decir lo mismo que siempre que veo un producto de este estilo que tanto invita a arrojarse gustosamente en brazos de la pobreza: qué duro es ser millonario y sufrir tanto a diario.
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