lunes, 30 de septiembre de 2019

Temple Grandin (TV), by Mick Jackson

Ésta es una historia de superación. La de alguien que consigue convertirse en una eminencia científica siendo mujer y además autista, enfrentándose a la incomprensión, el desprecio y el escepticismo de los que le rodean, por no hablar de las bromas, el cachondeo y la crueldad, sobre todo durante la niñez y la adolescencia. Podemos hacernos una idea de lo que tuvo que suponer para Temple Grandin darse cuenta de que ella era diferente a los demás niños y soportar las burlas que su extraño comportamiento provocaba. Tengamos en cuenta que hablamos de alguien que inventó una máquina que se ajustaba a su cuerpo para simular la sensación de un abrazo humano, pero sin el contacto piel a piel que a ella tanto le incomodaba.

Temple tiene un cerebro privilegiado.  Una capacidad de captar detalles que no tiene la mayoría de la gente, una curiosidad sin límites y una memoria fotográfica que le permite recordar con exactitud textos, estructuras e imágenes. Estas peculiaridades de su mente son reflejadas perfectamente por Mick Jackson a través de esquemas superpuestos a los fotogramas, que representan de una manera muy efectiva cómo funciona una mente matemática.

En la trayectoria de Temple serán fundamentales las figuras de su madre, una mujer adelantada a su tiempo con las ideas muy claras, magníficamente interpretada por Julia Ormond, y uno de esos profesores de Ciencias que son una auténtica máquina de crear vocaciones. Los veranos en la granja de su tía, estudiando el comportamiento del ganado vacuno, hicieron el resto. Bueno, eso y una fuerza de voluntad tremenda para sobreponerse a las dificultades.

Yo no sabía nada de la existencia de esta científica norteamericana ni tampoco tenía grandes conocimientos sobre el autismo y trastornos afines, pero gracias a esta producción de HBO he logrado acercarme un poco al funcionamiento del cerebro de estas personas. Y ha sido un descubrimiento maravilloso.

Merecidísimos los 7 Emmys que ganó y el Globo de Oro a mejor actriz para Claire Danes por su impresionante interpretación.

viernes, 20 de septiembre de 2019

The Deuce (Las Crónicas de Times Square) (Serie de TV), by David Simon

David Simon recrea en The Deuce la sórdida realidad del negocio del sexo en el New York de los años 70-80. La prostitución, el proxenetismo, la pornografía... todo lo que gira en torno a algo que es tan viejo como el mundo: el sexo de pago y todo el dinero que genera.

Tengo que reconocer que me costó engancharme. Hay tantas historias paralelas y tanta dispersión argumental que cuando empiezas a interesarte por algo que está pasando en la pantalla rápidamente se pasa a otro tema y te pegas un planchazo; tienes que esperar a que siga la historia que te interesaba y a lo mejor cuando vuelves a ella ya se te ha olvidado y te estabas enganchando a otra. Con ese método narrativo es muy difícil atrapar a la gente.

Y sin embargo el guión es bueno, y algunos personajes tienen indudable carisma. Por supuesto Candy, la prostituta interpretada por Maggie Gyllenhaal (que, por cierto, también es productora de la serie), que es para mí la protagonista indiscutible.

Me convence mucho más que James Franco en su papel de camarero bondadoso, compasivo y enrollado. Aparte de ser el único personaje masculino que medio se salva de la quema no tiene el menor interés. Es completamente plano, carente de emociones, sin vida.  Me lo creo bastante más en el rol de hermano gemelo, el vividor follador multivicioso sin remedio.

Me parece muy interesante la recreación que Simon hace del submundo de la prostitución, sobre todo porque huye del victimismo femenino tan usual en estos temas. Las putas de la serie lo son porque quieren, es la forma de ganarse la vida que han elegido, incluso ellas deciden estar bajo la "protección" de su correspondiente chulo. O no hacerlo. Por ejemplo, Candy prefiere ir por su cuenta y no someterse a los dictados de ningún proxeneta, asumiendo las consecuencias de su libertad, y gestionando ella misma su trabajo.

El ambiente en el que se mueven las protagonistas es eminentemente machista, ellas son meros objetos de placer para los hombres, pero aún así de algún modo algunas llegan a empoderarse a través del sexo. Entienden que los hombres pueden ser marionetas en sus manos porque ellas poseen algo que ellos desean, y ahí está su verdadero poder. Una vez más es la prostituta Candy la que, al tomar las riendas de su vida, descubre el camino alternativo del cine porno y va abriendo ese camino a sus compañeras. Al mismo tiempo los proxenetas van perdiendo influencia sobre ellas, en el momento en que las chicas descubren que pueden desenvolverse en ese otro mundo sin ellos.

En el debate social sobre la prostitución esta serie aporta un interesante punto de vista. La conclusión que puede extraerse es que el negocio del sexo está ahí, mueve muchísimo dinero y es imposible destruirlo. Pero sí se puede dar a las mujeres que se dedican a él la capacidad de gestionar sus vidas, en lugar de perseguirlas, estigmatizarlas y condenarlas a la marginación social. Si hay hombres dispuestos a pagar para obtener sexo y hay mujeres que deciden libremente vivir de ello deben poder hacerlo con todas las garantías, y si algo hay que perseguir es la explotación, el proxenetismo y las mafias que rodean el negocio. Y punto.