lunes, 23 de noviembre de 2020

House of Cards (Serie de TV), by Beau Willimon

Después del tremendo chasco que me llevé con la visión flower de la política nortemericana que se reflejaba en "El ala oeste de la Casa Blanca" y que me resultó totalmente insufrible, para mí "House of Cards" ha sido un auténtico baño de fresca malignidad. El universo político de Beau Willimon no tiene nada que ver con el de Aaron Sorkin. Ese presidente angelical que resultaba tan creíble como el hada madrina de Blancanieves da paso a una tortuosa pareja sin escrúpulos ni moral dispuesta a todo por alcanzar el poder y luego por mantenerse en él.

Estos políticos sí que me suenan, éstos sí puedo reconocerlos en los que veo a diario retorciendo en los informativos la realidad para acercarla a sus argumentarios preparados por cientos de asesores a los que la verdad y los ciudadanos les importan una mierda y a los que sólo les interesa una cosa: el poder. No me cuesta reconocer en Kevin Spacey y Robin Wright a gente como Trump, Bolsonaro, Pedro Sánchez, Pablo Iglesias, Putin... Dirigentes que mienten descaradamente sin el menor empacho, que "infoxican" constantemente, que intentan con denuedo controlar a los medios y desprestigiar a los que no les bailan el agua. Cínicos, maquiavélicos, de moral laxa o inexistente, incapaces de empatizar mínimamente con el ciudadano pero capaces de soltar discursos patrióticos, emotivos y conmovedores que sólo se creen a pies juntillas sus incondicionales. 

Joan Manuel Serrat los retrató perfectamente en aquella magnífica canción que se titulaba "Algo personal". Os la recuerdo:

Probablemente en su pueblo se les recordará
como a cachorros de buenas personas,
que hurtaban flores para regalar a su mamá
y daban de comer a las palomas.

Probablemente que todo eso debe ser verdad,
aunque es más turbio cómo y de qué manera
llegaron esos individuos a ser lo que son
ni a quién sirven cuando alzan las banderas.

Hombres de paja que usan la colonia y el honor
para ocultar oscuras intenciones:
tienen doble vida, son sicarios del mal.
Entre esos tipos y yo hay algo personal.

Rodeados de protocolo, comitiva y seguridad,
viajan de incógnito en autos blindados
a sembrar calumnias, a mentir con naturalidad,
a colgar en las escuelas su retrato.

Se gastan más de lo que tienen en coleccionar
espías, listas negras y arsenales;
resulta bochornoso verles fanfarronear
a ver quién es el que la tiene más grande.

Se arman hasta los dientes en el nombre de la paz,
juegan con cosas que no tienen repuesto
y la culpa es del otro si algo les sale mal.
Entre esos tipos y yo hay algo personal.

Y como quien en la cosa, nada tiene que perder.
Pulsan la alarma y rompen las promesas
y en nombre de quien no tienen el gusto de conocer
nos ponen la pistola en la cabeza.

Se agarran de los pelos, pero para no ensuciar
van a cagar a casa de otra gente
y experimentan nuevos métodos de masacrar,
sofisticados y a la vez convincentes.

No conocen ni a su padre cuando pierden el control,
ni recuerdan que en el mundo hay niños.
Nos niegan a todos el pan y la sal.
Entre esos tipos y yo hay algo personal.

Pero, eso sí, los sicarios no pierden ocasión
de declarar públicamente su empeño
en propiciar un diálogo de franca distensión
que les permita hallar un marco previo

que garantice unas premisas mínimas
que faciliten crear los resortes
que impulsen un punto de partida sólido y capaz
de este a oeste y de sur a norte,

donde establecer las bases de un tratado de amistad
que contribuya a poner los cimientos
de una plataforma donde edificar
un hermoso futuro de amor y paz.

Pero eso sí, con qué destreza esos tahúres de postín
reparten juego con cartas marcadas:
nada por allá, nada por aquí,
visto y no visto y nos la meten doblada.

Tienen más de un problema para cada solución,
sin que te enteres te roban los calzones
y luego te dicen que toca apretarse el cinturón
cuando en la bolsa caen sus acciones.

Hijos del demonio, no tienen otro dios
que la codicia y más rey que el mercado
ni otra enseña que la de curso legal.
Entre esos tipos y yo hay algo personal.


(spoiler)

Estoy francamente asombrada. He leído un montón de críticas de esta serie, particularmente en lo que se refiere a la temporada última, aquella en la que tuvieron que cargarse a Spacey por el lío de las denuncias de acoso. Pues bien, para mí es evidente la crítica al movimiento "Me too". En esa temporada Claire, la lianta, ambiciosa y sin escrúpulos Claire, se hace con el poder y echa mano del movimiento feminista para fijar el ancla y no soltar la poltrona. 

Es más que nítida la crítica que se hace al uso y abuso del feminismo, del postureo feminista más bien, para usar algo tan legítimo como las reivindicaciones de las mujeres para atacar y destruir carreras políticas. La propia Claire lo hace sin ningún empacho. Expulsa de su Administración a todos los secretarios y diseña una Administración con sólo mujeres con el único fin de convertirse en adalid del movimiento y asegurarse años en el poder. 

El hecho de que nadie más se haya percatado de este posicionamiento crítico de la serie, que más bien al revés, muchos crean que de repente apuesta por un feminismo exacerbado que se le va de las manos, me tiene completamente alucinada. De verdad, pero si no puede ser más descarado! No me explico con qué ojo ve la gente las series. Me quedo ojiplática.

jueves, 1 de octubre de 2020

El ala oeste de la Casa Blanca (Serie de TV), by Aaron Sorkin

La verdad es que llevo ya unos cuantos planchazos con esto de las series míticas consideradas lo mejor de lo mejor de la historia de la tele. Pero como éste pocos.

Cuando leía críticas en las que se hablaba de sus ingeniosísimos diálogos, su ritmo trepidante, su brillantez, su inteligencia desbordante, poco podía yo imaginar que la cosa iba de ver constantemente a los protagonistas andando sin parar por la Casa Blanca y parloteando como loros sin enterarme absolutamente de nada.

Al final me he quedado con una horrible sensación de que tengo que ser completamente gilipollas y con la autoestima como espectadora por los suelos.

Para que os hagáis una idea de los diálogos de pasillo esos que los fans de la serie encuentran tan ingeniosísimos, sería algo más o menos así:

- Has hablado con CJ?

- Está reunida con el Presidente.

- Mañana vienen los de la AMV a hablar con Sam de lo de la JHK.

- Estará Donna?

- No, Donna tiene que buscar el caso de MCSW para lo de Mirror.

- Pero el senador Spark votará que no? 

- Sí, pero Leo se lo dirá antes de que lleguen los de KWQ.

- Seguro?

- Claro, además la Primera Dama estará en Texas.

- Vale, entonces mañana nos reunimos con Flynn para tratar lo de las ancas de rana.

- Pero antes tengo cita con los repartidores de patatas de Alabama.

- Asistirán los de "Flowers and Bananas"?

- Le preguntaré a la señora Pink.

- Ok, hablamos.

Ingeniosísimo, verdad? A que os parece genial?

Pues todo el tiempo así, soltando diálogos enloquecidos como éste mientras corretean por los pasillos de la Casa Blanca y se saludan unos y otros constantemente.

A todo esto en ningún momento he llegado a enterarme tampoco del cargo que ocupa cada personaje. La única C.J., que es la jefa de prensa. El resto ni idea. Igual pueden ser asesores que secretarios que escritores de discursos que jarrillos de mano del Presidente.

Y luego Martin Sheen, por favor, en cada capítulo soltando unas pedazo chapas increíbles, intentando demostrar que se puede ser presidente de los EEUU y a la vez una persona con una moral intachable y una sensibilidad exquisita.

Un presidente sabio y magnánimo que comprende los errores ajenos, que perdona siempre a los que le ofenden, que no conoce la maldad ni el rencor. Mesurado, ecuánime, divertido, fiel y amante esposo, padre comprensivo y dialogante, amigo leal, siempre dispuesto a escuchar y a dar consejos certeros. Un presidente que llama personalmente a las viudas de los soldados caídos, que consuela a los enfermos,  que canta a los niños y les cuenta chistes cuando visitan la Casa Blanca, que les hace trucos de magia, que se preocupa por los asuntos personales de todos y cada uno de sus empleados y colaboradores....

En definitiva, un Presidente de los EEUU que sólo puede existir en la mente ingenua y angelical de un tipo como Aaron Sorkin.

(Espoiler)

Y luego está el tema de las desapariciones súbitas. Personajes que parecen fundamentales en la trama y que sin más explicación desaparecen en la temporada siguiente y nunca más se vuelve a saber de ellos. 

Hay gente que comenta esto como si fuera un hecho anecdótico, incluso simpático. Personalmente lo considero una tremenda falta de respeto al espectador, al que ni siquiera se considera lo suficientemente inteligente como para que se pregunte qué coño ha pasado con ese personaje. Igual hasta Sorkin y el resto de guionistas pensaban que la gente no se iba a dar ni cuenta de esas desapariciones. O que iba a correr un tupido velo y hacer como si nada. 

La desaparición más impactante, tal vez por ser la más temprana, es la de Mandy, que sale en segundo lugar en los títulos de crédito de la temporada inicial, y de repente en la segunda ya no está. Y nadie la vuelve a nombrar nunca más ni hace la menor alusión a que alguna vez hubo allí alguien llamado Mandy.

He leído que fue algo tan descarado que incluso la desaparición de esta chica dio nombre al fenómeno, y así desde entonces se dice cuando un personaje es eliminado sin explicación alguna que se ha ido a Mandyville. Pa mear y no echar gota.



miércoles, 2 de septiembre de 2020

Parenthood (Serie de TV), by Jason Katims

Prometo que pensaba hacer una crítica bastante laudatoria de Parenthood, contando las cosas que me habían gustado más de la serie y obviando en la medida de lo posible los defectillos.   

Pensaba hablar de la pareja Adam y Kristina y de mi debilidad por Peter Krause, a pesar del papel extremadamente edulcorado que le ha tocado interpretar; de la desquiciada Sarah y sus hijos Amber y Drew, y de la relación filial tan bonita entre los hermanos; del piradísimo Crosby y la petardísima Jazmine; del inefable patriarca Zeek; de los adorables Julia y Joel y su pequeña Sidney; de Camille, la maravillosa madre del clan....

Pensaba hablar también de Max, el hijo Asperger de Kristina y Adam. Un personaje basado en el hijo de Jason Katims, creador de la serie, que también padece este síndrome. Pensaba alabar el trabajo del chaval que lo interpreta, que lo hace genial;  de lo bien tratado que está el tema; de lo que podía reconfortar a las personas que tuvieran a alguien cercano con algún trastorno del espectro autista.

Pensaba que ya a punto de empezar la sexta y última temporada tenía los suficientes elementos para valorar la serie en su totalidad. Y éstas eran mis intenciones cuando de repente.... vamos a espoiler.

(espoiler)

A ver, ya me había dado cuenta antes de que los guionistas habían tenido algunos despistes espacio-temporales un tanto cantosos. Cosas como un fantástico melenón por debajo del hombro que le sale en 8 meses a un personaje tras un duro tratamiento de quimioterapia; niños que nacen a los cuatro meses de embarazo; otros que crecen en dos meses lo que un niño normal crece en dos años; otros a los que le sale bigote a las dos semanas de soltar el chupete.... en fin, sobre todo en los cambios de temporada pegaban unos cantes muy gordos.

También podía aparecer un personaje ubicado en un sitio inesperado sin explicación previa alguna. Por ejemplo, cuando Sarah aparece viviendo en un piso, además siendo la casera del edificio, cuando en la temporada anterior la habíamos dejado viviendo tan ricamente en la casita de invitados de sus padres. En fin, pensaba pasar por alto todo eso y hacer mi crítica laudatoria. Pensaba eso hasta que....

Empieza la sexta temporada y.... de repente APARECE UN NIÑO NEGRO DONDE EN LA TEMPORADA ANTERIOR HABÍA UN NIÑO BLANCOOOOOOOOOO. 

Palabrita. Lo prometo. No, Katims, no, por ahí ya no paso.

Al principio me chocó ese niño negro que no había visto nunca antes pero fue mi hija la que destapó el tarro de las esencias.

- Mamáaaaaaaa, el niño de Crosby se ha vuelto negroooooooooo.

- Hosssstia, es verdaaaaaaaad.

- El niño era blancoooooooo.

- Joder, ya me pones en la duda. Yo juraría que sí, que era blanco. Es más, juraría que al nacer Jazmine comentó lo blanquito que había salido.

- Vamos a comprobarlo. Volvamos al capítulo último de la temporada anterior, que terminaba con una reunión familiar en la que estaban todos.

- Vamos.

Efectivamente nos vamos a ese capítulo, lo pasamos entero y llegamos a la reunión. Y sí, bingoooooooooo. El niño aparece en brazos de Jazmine completamente blancoooooooo. No diré albino para no exagerar, pero blanco blanco como un huevo blanco. No naranja como Trump, ni marrón como un mulato ni amarillento. Era totalmente blancooooooo. Era incluso rubitooooooo. Lo prometo. Palabrita del niño Jesús.

Y van en la sexta temporada y ponen a un niño negrooooooooo.

Hay que pensar que el espectador es muy imbécil para no darse cuenta de que en dos meses que se supone que pasan desde el final de la temporada anterior al inicio de ésta el niño de Crosby se ha vuelto negro de sopetón. Un bebé que no tenía ni una sola mancha en la cara. Un bebé de un blanco impoluto. Que por cierto aparece como de seis meses en ese capítulo y en el siguiente, cuando ya se ha vuelto negro, cuando sólo han pasado esos dos meses, aparece ya andando. Pero claro, ese salto temporal al lado del salto cromático del chiquillo es pecata minuta. Que haya crecido 20 meses en dos tiene un pase, pero que le cambien el color al chaval eso sí que no lo paso.

Esa chapuza imperdonable no tiene perdón de Dios. Katims, vete a la mierda.

Ps. El final me ha encantado.

Ps2. Vale, Katims, te perdono lo del niño negro.

martes, 9 de junio de 2020

A dos metros bajo tierra (Serie de TV), by Alan Ball

Ver esta serie en plena pandemia del Covid-19 es una puta paranoia, de verdad. Cada episodio comienza con una muerte. Absolutamente todas las muertes que puedas imaginar y algunas que no se te habrían ocurrido en la vida. Atragantamientos, accidentes laborales, caseros, ahorcamientos, aplastamientos, cánceres, infartos, ictus, hemorragias nasales....

Por poner un suponer, una muerte que seguro que no te habías planteado jamás: vas con unas amigas de fiesta en una limusina. En plena exaltación de la vida y la amistad, sacas la cabeza por arriba y, oh casualidad,  te das contra una señal de tráfico que no te arranca la cabeza pero te mata del golpe y te deja la cara como una torta, y luego los embalsamadores te la tienen que recomponer usando rellenos varios. A ver quién coño se sube a una limusina en su vida después de haber visto semejante cosa.

Pues así todo. Definitivamente esta serie no está hecha ni para aprensivos ni para neuróticos porque acojona un montón.

Los personajes también son bastante curiosos, muy frikis. La más flipante de todos es la madre, Ruth, magníficamente interpretada por Frances Conroy, una actriz para mí desconocida pero que ha supuesto un descubrimiento. Ruth parece recién salida de un capítulo de La casa de la pradera. Vestida y peinada al estilo de los colonos del Far West, con vocecilla de pito y cara de pajarito. Al principio da un montón de repelús, pero conforme van pasando los capítulos y te vas a costumbrando a sus ropajes y su cara tan rara le vas cogiendo cariño. Dan ganas de darle un achuchón, no es coña.

La verdad es que la muerte es algo casi divertido en casa de los Fisher.  No puede ser menos teniendo en cuenta que la familia vive en la propia funeraria. Supongo que la cultura norteamericana es totalmente diferente a la nuestra en esto de los rituales mortuorios. Es difícil imaginar aquí a los empleados de una funeraria viviendo en ella y consolando a los familiares del muerto durante el velatorio. O a una viuda dándoles la chapa a los de pompas fúnebres contándoles la vida y milagros de su difunto marido. Pero en la funeraria Fisher eso es lo habitual. Ellos presiden todos los velatorios, consuelan magistralmente a las familias, les largan sesudos discursos sobre la vida y la muerte y son verdaderos expertos en gestionar el dolor de sus clientes.

Y aunque cueste creerlo, no hay capítulo en el que no se echen unas risas. Cosa completamente natural si tenemos en cuenta que buena parte de los diálogos son del tipo:

"Nuestro ataud Titanic con un ancla en el frontal es ideal para amantes del mar y la aventura"

"Le sugerimos nuestro modelo Frutti di mare con el interior relleno de caracolas".

Palabrita.

El creador de esta serie, Alan Ball, tiene que ser un tipo a medio camino entre lo siniestro y lo cachondo mental. Me encantaría conocerlo.

Ps. El final es la hostia. Completamente redondo. Merece la pena ver la serie sólo por ese final.

Ps2. Un consejo. Aunque no os enganchéis al principio no os rindáis, seguid. Las dos temporadas iniciales son un tanto sosas, pero prometo que a partir de ahí va in crescendo, hasta llegar a la temporada final, que es sencillamente brutal.

sábado, 30 de mayo de 2020

Dolor y gloria, by Pedro Almodóvar

Tenemos a Antonio Banderas disfrazado de Almodóvar por el ingenioso método de lucir un peinado pelopincho que me cuesta descifrar si es suyo o es peluca. Gracias a este sistema, Banderas se convierte en un Almodóvar, justo es decirlo, considerablemente reducido en cuanto a volumen corporal y papada.

Para despistar, en lugar de Almodóvar le han puesto al protagonista el nombre de Salvador Mallo. Pero no engañan a nadie, la verdad. Aunque notablemente menguado, es muy Pedro y mucho Pedro. Pero eso sí, la parte de Pedro más chunga y aburrida. Os resumo, procurando no hacer mucho spoiler:

1. A Almodóvar le duele la cabeza y se toma unos cuantos analgésicos.

2. Almodóvar mira la pared, hay un cuadro al fondo.

3. Ahora le duele el hombro y se fuma un porro.

4. Le sigue doliendo el hombro y se deprime.

Hasta aquí la línea argumental principal. Entre dolor y dolor de hombro y de cabeza y entre pastillas y porros le visita alguna gente: un exnovio, una amiga que parece que es su representante, un actor yonki, la señora de la limpieza.... Charlan, se miran, miran las puertas, miran los cuadros, sonríen más bien poco, no cuentan chistes ni hacen nada gracioso como en otras películas de Almodóvar.

En definitiva esto es "Dolor y gloria", una película que yo hubiera titulado más propiamente "Sin pena ni gloria", que más o menos es como ha pasado por mi avezado ojo crítico. No he hecho grandes esfuerzos por contener los bostezos, dado que nunca me ha entretenido mucho ver a gente mirar cosas y pasearse por su casa y tampoco tenía que disimular ante nadie que estaba viendo una gran obra de arte.

Una vez más vuelvo a flipar con la valoración de la crítica oficial y con los premios que se ha llevado. Ay, esa flor en el culo almodovariana que tanta envidia me provoca. Si a mí me ha aburrido tanto y ellos dicen que es tan buena.... me pregunto si tendré algún tipo de tara que me impide apreciarlo. Vete a saber.

Respecto a la laureada e hiperpremiada interpretación de Banderas.... qué queréis que os diga. Uffffff, yo el principal mérito que le veo es que se haya prestado a que le pongan ese pelo tan raro que no le pega nada. Por lo demás no hace otra cosa que poner cara de pena y de dolor, lo de gloria más bien poco. Es más o menos como cuando eres pequeño y no quieres ir al cole y le pones a tu madre cara de que te duele mucho la tripa. Sinceramente, he visto a niños de 4 años hacer actuaciones más memorables.

viernes, 29 de mayo de 2020

Día de lluvia en Nueva York, by Woody Allen

Querido Woody, no te lo tomes a mal. No eres tú, soy yo. Fijo.

Estoy segura de que tú sigues siendo igual de gracioso, divertido, ingenioso y sabio. Pero a mí en esta peli me has resultado aburrido, repetitivo, pesado y viejuno.

Y el papel de rubia tontorrona que antes interpretaron otras actrices para ti y que siempre me había hecho tanta gracia ahora me resulta cargante e insoportable. Lo de Elle Fanning sobrepasa todos los límites de mi paciencia, no quiero volver a ver una peli donde salga esta tía. Podría vomitar.

No podría soportar tampoco otra escena como la del protagonista que se encuentra por la calle a su amigo director de cine que le dice que se meta en un coche para grabar una escena de amor, que no tiene actor. Y ese beso repetido en mitad de un diálogo tan necio como soporífero entre los dos personajes es lo más repugnante que has rodado en la vida, exceptuando quizás el bodrio de "Vicky, Cristina, Barcelona".

No hay un solo chiste que me haya hecho gracia, si es que había algún chiste. Ni una sola reflexión que me haya hecho pensar. Ni una sola escena que me haya emocionado. Ni un solo plano que me haya parecido digno de recordar.

No creo que seas un viejo chocho como mucha gente piensa.Tus dos últimas películas me encantaron, prácticamente me las bebí.  Pero aquí es como si te hubiera abducido un imbécil que pretende imitarte pero sin el menor talento. Para colmo no hay un ápice de química entre los protagonistas, el reparto es horroroso, y aunque fuera bueno, es que el guión es una adormidera. No hay actor capaz de tirar de ese carro de palabrería hueca.

Ya te lo dije otra vez. Que no hace falta que sigas haciendo por huevos una peli al año. Que te has ganado más que de sobra una feliz jubilación. Que hagas pelis sólo cuando tengas realmente grandes ideas. Que estos truños sobran, que al final son una mancha innecesaria en tu brillante curriculum.

Pero bueno, que igual la peli es genial, oye, y soy yo. Puede que se me haya roto el amor de tanto usarte. Quizás debamos darnos un tiempo, no te parece?

lunes, 4 de mayo de 2020

This is us (Serie de TV), by Dan Fogelman

Tras un episodio piloto realmente impactante es fácil engancharse a esta serie que cuenta la historia de una peculiar familia, de una manera bastante original, con una estructura narrativa similar a un puzzle en el que poco a poco las piezas van encajando.

Con constantes saltos temporales desde el presente hacia distintas etapas del pasado de cada personaje, e incluso con inquietantes viajes al futuro, los guionistas, con Dan Fogelman al mando, juegan al trampantojo y consiguen engañar constantemente al espectador. Eso es lo mejor que tiene la serie y lo que indiscutiblemente engancha.

Me encantaría saber los entresijos del rodaje y del montaje. Es que todo va encajando tan exactamente de una temporada a otra que cuesta creer que no formara parte de un relato completo desde el principio. Los muchos premios que lleva encima en ese aspecto son más que merecidos.

Otra cosa ya son los personajes, que si bien en un principio despiertan cierta simpatía, conforme se va avanzando en la trama terminan resultando más y más cargantes, y la historia va perdiendo credibilidad por momentos. Cuesta bastante entender que los 4 personajes principales estén tan marcados por un trágico episodio que está constantemente presente y que han sido incapaces de superar. Ese suceso parece explicarlo todo, la obesidad mórbida de Kate, el alcoholismo de Kevin... en fin,  cualquier cosa que les pase tiene su base en lo mismo.

Y luego está Randall, el megaintenso Randall. Sus largos monólogos, ufffffff, llega un momento en que se convierten en insoportables chapas. Es el típico pelmazo que lo ves acercarse de lejos y buscas instintivamente un escondite o una escapatoria. Cualquier cosa puede ser la coartada perfecta para que Randall suelte alguno de sus discursos filosóficos o de sus batallitas de juventud. Es tan íntegro, tan correcto, tan perfecto, tan modélico.... como Jack, el padre ausente al que todos veneran como si de un profeta sagrado se tratara.

En general toda la familia es bastante chapas, para qué nos vamos a engañar. Después de haber disfrutado durante meses en Shameless de la contundencia verbal a base de exabruptos de los Gallagher, y después del lacónico lenguaje del hampa en Los Soprano, las infumables palizas mentales que se pegan los Pearson unos a otros y a cualquiera que se les acerque suenan enormemente plastas.

Eso sí, me rindo ante Mandy Moore. Qué tía, qué clase, qué estilazo, qué glamour. Me encanta todo de ella: la ropa, los gorritos, el tipazo, el melenón.... No es de extrañar que la hija sienta esa inquietante aversión hacia ella. Una madre como ésa es un modelo prácticamente inalcanzable, imposible no sentirse un patito feo a su lado.

Y no puedo terminar esta crítica sin felicitar al equipo de maquillaje y peluquería. Increíble cómo caracterizan las distintas edades de los personajes. En algunos casos, como el padre de Randall, han conseguido hasta hacerme dudar de que fuera el mismo actor de joven y de viejo.  Un trabajo verdaderamente loable

martes, 7 de abril de 2020

Historia de un matrimonio, by Noah Baumbach

No sé si Noah Baumbach es un tipo especialmente desgraciado en el amor. La cuestión es que ésta es la segunda peli que veo de él en la que aborda la cuestión de las rupturas conyugales. La otra fue "Una historia de Brooklyn", y tampoco me pareció gran cosa. Quizás ésta me haya gustado un poquito más. Pero en todo caso es un señor especializado en contar historias de hipsters con los que me identifico poco. Modernillos de vanguardia, artistas, con egos superlativos.... y bastante pirados. No hay más que ver a la familia de ella (la madre es para echarle de comer aparte).

Básicamente el problema de estos dos es que tienen un hijo y uno quiere vivir en Nueva York y la otra en California. No sé bien cómo funciona el derecho de familia en Estados Unidos, pero las conversaciones de los protagonistas con sus abogados me producen una sensación de irrealidad tremenda. Dudo mucho que una mujer que se lleva bien con su marido y le tiene algún respeto y cariño (como se demuestra en muchas ocasiones a lo largo de la película) recurra a una abogada que desde el principio deja muy claro que va a putearlo al máximo y a sacarle hasta las higadillas.

El personaje de Johansson es desde el principio completamente indefinido.  No se entiende de qué va, ni qué coño le pasa.  Actúa todo el tiempo de modo totalmente contradictorio, sin sentido. Se presta a ir a un mediador para facilitar la ruptura, escribe en un papel todas las virtudes que ve en su marido y luego se niega a leer lo que ha escrito. Dice que quiere una separación amistosa y contrata a la abogada más agresiva que encuentra, no sin antes haber consultado a un montón más para evitar que puedan ser contratados después por él. No sólo el personaje cae como el culo, es que no hay quien entienda nada de lo que hace. Yo me habría divorciado de una tía así a los dos minutos de casarnos.

La mayoría de las escenas son demenciales. Por no adelantar nada a quien no la haya visto describiré algunas en espoiler.

(Spoiler)

La escena en la que la hermana de ella le entrega a él los papeles del divorcio, montando un pollo tremendo que incluye encerrar al niño en el váter a hacer caca, porque ella es incapaz de  entregárselos personalmente, es completamente kafkiana.

Y otra para los anales es la de la asistenta social que va a observar el comportamiento del padre con el hijo. Por no hablar del doblaje de la asistenta, que parece obra de un autista, madre míaaaaa. Y el final de esa escena, cuando el tipo se corta con el abridor y en lugar de ir a echarse agua y taponarse la herida, se baja la camisa, y pone perdido todo de sangre, y al final se desmaya. Por diossssssss, quién dejaría a un crío en manos de un padre así!!

Bueno, y para qué vamos a hablar de todas en las que aparece la madre de ella. No quiero ni pensar en la clase de suegras que Baumbach ha tenido que tener para que las represente así. Me dan escalofríos de imaginarlo.

La única escena que me ha gustado es la del juicio, en la que los dos abogados empiezan a sacar los trapos sucios de los cónyuges mientras ellos miran hacia abajo cabizbajos, a ratos avergonzados y a ratos horrorizados de lo que están escuchando, de la saña y la crueldad de sus representantes legales. Es una escena terrible, demoledora, que resume perfectamente todo lo perverso que puede llegar a ser un divorcio. Pero vamos, que no salva la película, lo siento.

sábado, 4 de abril de 2020

Yesterday, by Danny Boyle

Ésta es la historia de un largo y tortuoso camino, el recorrido hasta convertir una gran idea en una película mediocre y aburrida,  pese a contar con la mejor banda sonora que pudiera imaginarse,  nada más y nada menos que las canciones más emblemáticas de los inolvidables Beatles.

Richard Curtis (el de Notting Hill, Love actually, etc.) es el artífice de este guión que parte de una excelente idea, totalmente surrealista:  un mundo en el que la gente no supiera que existieron los Beatles ni conociera por tanto sus canciones. Y un cantante mediocre que de repente se hace famoso tirando del filón de esas canciones inolvidables como si fueran suyas.  Parece mentira que con ese planteamiento inicial y esa música se pueda hacer una caca, no? Bueno, pues no, lo que parecía imposible Danny Boyle lo hace realidad. Así pues:

1. Lo único que merece la pena de la peli es la música.

2. La química entre los dos protagonistas es igual a cero patatero.

3. La historia de amor entre ellos es penosa de principio a fin.

4. Los Beatles no se merecían esto, ni esta peli merecía llamarse Yesterday.

Por supuesto, como no podía ser de otra manera, nuestra Academia de Cine la nominó al Goya a mejor peli europea.

En su tónica habitual de nominar mamarrachadas.


viernes, 3 de abril de 2020

Manifest (Serie de TV), by Jeff Rake

Manifest es una serie creada por un tipo llamado Jeff Rake. Bueno, para quien se quiera hacer una idea de lo que este señor ha perpetrado,  veamos cómo sería un capítulo cualquiera de la serie.

Tenemos en la habitación a los protagonistas, los hermanos Stone, Michaela y Ben:

Ben: Una llamada, una llamada, he tenido una llamadaaaaaa!!

Mich: Qué has visto??

Ben: He visto a un tuerto en un patio.

Mich: Un patioooo!!!!!! Cielossss, mamá nos cantaba de pequeños "El patio de mi casa es particular"

Ben: Dios míoooo, particular viene de partículaaaaa. Te das cuenta, es una señaaaaal.

Mich: Y partícula rima con cutículaaaaa. La llamada hace referencia sin duda a la cutícula.

Ben: Cieloooosssss, y la cutícula se corta con palo de naranja. Es sin duda una pista.

Mich: Siiiiiiii, el palo de naranja. Y la naranja nos remite claramente al azahar. Dioooooossssss!!

Ben: Y claro, el azahar señala la venida de la primavera. Y el avión desapareció en primavera.

Mich: Siiiiiiii, creo que vamos por buen camino. Y la primavera la sangre altera.

Ben: Sangreeeeee. Claaaaro, eso es lo que vi en la llamada. El tuerto tenía sangreeeeeee.

Mich: Y la sangre es roja. Cielo santo, roja como el Santo Griaaaaaal.

Ben: Claaaaaaaro, el Santo Grial que tiene una imagen de un pavo real con las alas desplegadas.

Mich: Diossssss, Ben, yo vi en el espejo ayer al hacerme el moño un pavo real encimaaaaaa.

Ben: El mismo pavo real que papá nos llevó a ver de pequeños al zoo. Diosssss bendito, Mich.

Mich: Siiiiiiiii, Ben. Y aquel día llovía muchísimo. Lo recuerdo porque me mojé.

Ben. Madre mía, Mich. Llovía como en la cancion del patio de mi casa es particulaaaaaar.

Mich: Madre del amor hermoso, Ben. Todo está relacionado, ahora lo veo claro.

Ben: El patio, el avión, el pavo real, el Santo Grial.... Estaba clarísimo desde el principioooo.

Mich: Tenemos que salvar al pavo. Yo voy al zoo, tú ve al patio.

Ben: Mich, ten cuidado. Si llueve el pavo al desplegar las alas invocará al Santo Grial.

Mich: Tranquilo Ben. Lo tendré en cuenta. Ah, una cosa.

Ben: Dime, hermana.

Mich: Échale guindas al pavo, que yo le echaré a la pava.

Y así todo, y así siempre.

Le doy dos puntos, porque el actor J. R. Ramirez, el novio de Michaela, está muy bueno.

martes, 25 de febrero de 2020

Los Soprano (Serie de TV), by David Chase


Buscando la manera de desengancharme de "Shameless" aposté por un clásico de las series adictivas. Así he llegado a Los Soprano, 20 años tarde pero he llegado. Más vale tarde que nunca, no? Y aunque reconozco que he tardado más en engancharme a los Soprano que a los Gallagher, finalmente lo conseguí. Con bastante esfuerzo, todo hay que decirlo.

Y me ha costado engancharme por una sencilla razón: porque no me enteraba de nada. Tengo que reconocer que es algo que me suele pasar con las pelis de mafiosos. Yo de los negocios de esta gente no me entero. Se ponen a hablar en argot del hampa y me quedo a dos velas. Y lo que más me sorprende es que me he hartado de leer críticas suponiendo que debe de haber en el mundo alguien que, como yo, se pierda con estas tramas, y resulta que no, que todo el mundo parece enterarse perfectamente de todos los entresijos de los turbios negocios de la Cosa Nostra. Me ha entrado un complejazo de imbécil que te mueres. O igual es que yo soy excesivamente honrada y este tipo de chanchullos mafiosillos se me escapan.

En fin, la cosa es que cuando se juntan los capos y sus secuaces y se ponen a hablar de sus cosas yo para entender algo me guío sobre todo por las caras. Así más o menos pillo que el jefe está cabreado con uno porque le ha hecho perder mucha pasta, o porque le ha traicionado o porque la ha cagado hasta las trancas, pero lo que es por lo que dicen, ni papa.  No tengo ni la más remota idea de en qué consiste casi ninguno de los negocios en los que andan metidos; además son tan variados y abarcan tantos campos que me disperso completamente.

En cambio he disfrutado muchísimo con las tramas familiares del protagonista y con sus diálogos con la psiquiatra. Ésa es la parte que me ha enganchado, porque si por lo otro hubiera sido no habría pasado de la segunda temporada.

En general me parece que está sobrevaloradísima. Para nada he visto ese dechado de virtudes que muchos ensalzaban, ni la brillantez que la ha llevado a ser considerada por algunos la mejor serie de la historia y a su creador, David Chase, un genio de la televisión. A mí algunos capítulos se me han hecho pesadísimos, a duras penas he conseguido mantener los ojos abiertos. Y ya digo, lo único que me mantenía atada eran los entresijos familiares del gordito Soprano.

Porque la verdad es que el mérito principal de la serie radica en él.  No se puede negar que James Gandolfini es un pedazo de actor, capaz de expresar miles de matices con su sola mirada, y de construir un personaje único, carismático, complejo e inolvidable. Siempre que empiezas a simpatizar con el protagonista, a entenderlo, a identificarte con él en algún sentido, da un giro y caes en la cuenta de lo cabronazo que es, de su falta de compasión, de que el tipo es capaz de torturar y matar sin pestañear, de llenarse el traje de sangre y luego cambiarse de ropa y mantener una amena conversación familiar durante la cena.

Puede que esa dualidad del personaje principal sea lo que haya atrapado a tanta gente y haya terminado convirtiéndola en serie de culto. Para mí no lo es, ni muchísimo menos. Durante su visionado ha habido distracciones y bostezos a raudales, y más de dos capítulos los he visto dando cabezadas y ronquidos.

Y además me sigue extrañando un montón que tooooodo el mundo haya seguido las complicadas tramas mafiosas sin perderse un detalle. O yo soy prácticamente idiota o por algún motivo a la gente le cuesta reconocer estas cosillas.

Venga hombre, reconocedlo, que no pasa nada.  Si aquí nadie os conoce.

lunes, 17 de febrero de 2020

Parásitos, by Bong Joon-ho

A pesar de que soy bastante escéptica con los premios cinematográficos y no me fío ni medio pelo de las Palmas de Cannes ni de las Conchas de San Sebastián, y ya no hablemos de los Oscars o los Golden Globes, reconozco que con "Parásitos" he caído como una china. O quizás debería decir como una coreana.

Tantas críticas ensalzando la película, tanta gente diciendo auténticas maravillas, tantísimo premio por todas partes, ese boca a oído que todo lo llena... Bueno, pues todo ello ha provocado en mí el Síndrome del Tobogán, que no es otra cosa que empezar a ver una película con una expectativa de 10 para ir descendiendo por minutos hasta los puestos más deshonrosos del ranking cinematográfico.  La cosa es más o menos como sigue:

• Empieza la película con el listón altísimo,  un 10.

• A los 20 minutos ha bajado a un 6. No está mal, se puede ver, no es que te aburras pero tampoco es nada del otro mundo. Incluso echas unas cuantas risas malotas al ver cómo la familia pobre busca desesperadamente una señal de wifi dentro de su casa para poder chatear y finalmente la encuentra en el váter. Bueno, vale, está graciosa. Vamos a darle una oportunidad, probablemente habrá giros sorprendentes más adelante que la conviertan en la obra maestra de la que todo el mundo habla.

• En el minuto 80, tras no ya un giro sorprendente, sino tras 40 giros, a cuál más demencial, en los que hemos ido pasando por reminiscencias de directores tan variopintos como Álex de la Iglesia, Tarantino, Buñuel o incluso Almodóvar, en un totum revolutum donde se mezclan grotescas escenas de vodevil con vísceras a raudales sin que nada de ello tenga sentido ninguno dentro del hilo argumental, la valoración ha descendido drásticamente a un 4, sin muchas esperanzas de remontar en un futuro próximo.  Ni obra maestra ni pollas en vinagre.

• Tras las interminables 2 horas y media de película mi escasa paciencia ha visto rebasados todos sus límites. El desenlace es aún más demencial que todo lo anterior. La estupidez de la película ha ido in crescendo. Definitivamente esto es para cero patatero.

El superpremiadísimo y alabadísimo Bong Joon-ho me parece un majadero de la hostia. Ha conseguido quedarse totalmente con el personal y abducir con este despropósito a casi toda la humanidad y sólo nos hemos salvado unos cuantos afortunados que, vete a saber cómo, hemos logrado sobreponernos al embrujo y mantener la lucidez.

Al final lo dejo en un 2 porque hay algo que sí me ha gustado y lo tengo que reconocer: la fotografía de un tipo que se llama Kyung-Pyo Hong (Piojón para los amigos). El contraste entre las imágenes que saca desde el semisótano de la familia pobre frente a las de la espectacular casa de diseño de los ricos es digno de elogio y aunque para mí no salva el sindiós del guión hay que decir las cosas como son y alabar el trabajo de este señor (o señora, que con esos nombres vete a saber) .

Por último, no acierto a entender el entusiasmo suscitado por esta película si no es por una ola de conciencia social y buenismo de ocasión que afortunadamente han pasado sobre mí sin llegar a rozarme.

Por lo visto, gracias a Bong Joon-ho, el público y la crítica occidentales han descubierto de sopetón varias realidades que hasta ahora se les habían escapado:

1. Que hay ricos y pobres, vaya por Dios!

2. Que los pobres tienen la moral bastante laxa en su lucha por la supervivencia.

3. Que los ricos viven en un mundo paralelo y no se enteran de nada fuera de él.

4. Que los pobres siempre quieren ser ricos y los ricos nunca quieren ser pobres.

(Cuidao, va espoiler)

Por cierto, alguien podría explicarme cómo es que el señor que estaba encerrado en el zulo secreto desde cuatro años atrás no podía salir de él y en cambio el padre de la familia parásita sale como Curro por su casa y hasta se permite enterrar tranquilamente a la difunta en el jardín?

Palabrita que de todos los desbarres eso es lo que más me tiene en un sinvivir.


miércoles, 8 de enero de 2020

Tres anuncios en las afueras, by Martin McDonagh

Cuatro trucos infalibles para conseguir el favor de la crítica y para inflarte de ganar premios en festivales nacionales e internacionales de todo pelaje.

Presta atención, joven e ingenuo cineasta:

1. Mensaje marcadamente feminista. Sí, amigo, en la era del MeToo si no te mojas claramente por el empoderamiento femenino no eres nadie. A Martin McDonagh no se le ha escapado este hecho porque lo ha aplicado a rajatabla en este exitoso film que en su día se llevó chiquicientos Oscars, Baftas, Globos de Oro y trofeos varios de distintos festivales internacionales.

2. Protagonista (femenina a ser posible) emblemática.  Consecuencia inevitable del truco anterior. Tiene que tratarse de una mujer fuerte, autosuficiente, inasequible al desaliento y curtida en mil sufrimientos propios de la condición femenina. Aquí el mérito absoluto le corresponde a la simpar Frances McDormand, cuya principal virtud es posar constantemente con una parálisis facial que no tiene nada que envidiar a míticos rostros hieráticos masculinos como Bogart o Eastwood. Debe de ser algo muy difícil para un actor porque es un tipo de papel muy agradecido a la hora de repartir premios. McDormand, sin ir más lejos, se ha hinchado.

3. Surrealismo máximo.  Es fundamental que las situaciones no tengan ni pies ni cabeza, que los personajes sufran transformaciones inexplicables, que pasen de malos a buenos y viceversa sin solución de continuidad, que se produzcan casualidades imposibles, revelaciones inesperadas fruto del azar, encuentros súbitos que provocan giros sorprendentes. Cualquier cosa que tú pienses que en la vida real no puede pasar de ninguna de las maneras vale para meterla en una película de éstas con pretensiones de éxito fulgurante. No hay nada lo suficientemente ridículo, puedes colar todo lo que se te ocurra, que cuanto más absurdo sea más premios te darán. No lo dudes.

4. Final con tomadura de pelo incluida. Esto es importantísimo. Que el espectador llegue a los créditos finales sin dar idem, ojiplático, con la mandíbula totalmente descolgada y sin capacidad de movimiento. Que dejes a la gente en el asiento traspuesta, con una irremediable sensación de que te has quedado con ella, a medio camino entre la indignación y la incredulidad. Porque éste, amigo, es el gran y definitivo truco que puede elevar a los altares a tu película. No importa si has fallado un poco en alguno de los puntos anteriores,  que no hayas sido lo bastante contundente en tu alegato feminista, que tu protagonista no tenga el carisma suficiente... da igual.  Si al final dejas al público sin poder moverse de la silla, cagándose en toda tu nación y maldiciendo a tus ancestros te aseguro que habrás conseguido tu objetivo: la crítica se rendirá a tus pies y los trofeos te lloverán. Palabrita.