domingo, 31 de marzo de 2024

Al borde (Serie de TV), by Julie Delpy

A veces se siente mijilla de vergüenza ajena viendo estas cosas. Sobre todo cuando se trata de un producto hecho por mujeres y fundamentalmente dirigido a solaz y regocijo femenino. Y no da menos sonrojo si son chicas de 20 años que señoras de 40, 60 u 80. La edad da igual cuando se trata de hacer recuento de desgracias e infortunios que nos ocurren a las mujeres "por el hecho de ser mujeres". Qué pereza!

Aquí tenemos a cuatro amigas cuarentonas, con sus maridos, sus hijos, sus trabajos y sus diatribas. Me costaría decir cuáles son esas diatribas porque son de una insulsez tal que es imposible describirlas, pero bueno, os presentaré brevemente a las protagonistas para que os hagáis idea.

1. La chef que está casada con un arquitecto en paro que la trata como el culo porque se siente frustrado.

2. La diseñadora que se pasa la vida colgada fumando porros con el marido.

3. La ama de casa que se aburre y que no tiene mayor entretenimiento que sus amigas.

4. La proletaria, madre de varios hijos de padres de distintas etnias, que no tiene un céntimo y quiere hacerse influencer para ganar dinero. 

Por su trayectoria como actriz siempre he tenido a Julie Delpy por una persona con sensibilidad e inteligencia, y si me hubieran dicho que era capaz de perpetrar esta petardez no me lo hubiera podido creer.

Por lo visto el guion lo ha escrito ella junto con Alexia Landeau, que es la actriz que hace de madre de los niños multirraciales. Y me pregunto en qué momento se juntaron y decidieron que podían tener algo de gracia las historias de estas pijas insoportablemente aburridas (bueno, menos la proletaria pobre, que no pega con las demás ni con cola).

La buena noticia es que hicieron una sola temporada y ahí acabó la cosa. No debió de tener mucho éxito cuando fue abortado cualquier proyecto de continuación.

Y con todo y con eso, aun siendo solo 12 capítulos tengo que decir que... es bastante puñetero tragarse el engendro entero.



viernes, 22 de marzo de 2024

Feud: Bette and Joan (Miniserie de TV), by Ryan Murphy

No cabe duda de que esta es una pedazo de historia. La de un duelo mítico entre dos de las más grandes estrellas del cine de todos los tiempos, Joan Crawford y Bette Davis.

Para nadie es un secreto que las dos divas se odiaban a muerte y que el rodaje de la famosa película "Qué fue de Baby Jane?" estuvo plagado de jugosas anécdotas que inmortalizaron la célebre enemistad entre ambas. Y como buena cinéfila y amante de los entresijos de este mundillo me lo he pasado bomba con esta recreación de la historia que el prolífico Ryan Murphy nos ha regalado.

Ni que decir tiene que ver a Jessica Lange y a Susan Sarandon, otras dos diosas del celuloide, interpretando a Crawford y Davis es bocatto di cardinale. Otro duelo de lujo, majestuosas las dos, cada una en su papel, aunque yo particularmente soy más de Sarandon, y casualmente también de Davis. Por cierto, que los secundarios tampoco desmerecen en tan brillante elenco. De ellos yo destacaría el rol de Alfred Molina como el atribulado director de la película, Robert Aldrich, medio turulato y al borde del síncope al tener que lidiar con los caprichos de las insoportables divas. 

Sin embargo, y para no decepcionar a los fans de mis demoledoras críticas, tengo que decir que me fallan dos cositas: por un lado la duración y por el otro, cómo no, el wokismo que nunca falla en las producciones de Murphy.

Respecto a la duración, creo que la trama se alarga innecesariamente. En mi opinión le sobra la mitad, en cuatro capítulos se hubiera contado la misma historia y nos habríamos ahorrado escenas repetitivas y nada operativas, puesto que el odio entre las estrellas queda perfectamente retratado sin tanta reiteración de anécdotas similares. 

Y luego está esa maldita costumbre de trasladar a otros tiempos la mentalidad actual, como si en 60 años la vida no hubiera cambiado. Contar la historia en clave del feminismo 2.0 con el que hoy en día se ve la realidad. 

No cabe duda de que el mundo del cine ha sido y es especialmente cruel con las mujeres, que a partir de cierta edad son directamente ignoradas, en contraposición con los hombres, que incluso a los ochenta años siguen haciendo ridículamente de galanes, a veces con partenaires que podrían ser sus bisnietas. Véase Clint Eastwood, por poner un suponer. Pero vamos, que hace 60 años eso que ahora nos escandaliza tanto era la norma y era inconcebible plantear ninguna otra cosa, porque ni había mujeres directoras ni guionistas ni productoras ni ninguna otra cosa que no fueran estrellas de la pantalla. Y obviamente en el momento en el que dejas de lucir y tu belleza se apaga dejas de interesar. Intentar hacer ver que en aquellos tiempos existía esa visión de la realidad y que nuestras dos divas realmente fueron unas pioneras en cuanto a la lucha por el "empoderamiento" (horror, ya he dicho el abominable palabro) femenino es, cuanto menos, irrisorio.

A mí me interesa más algo mucho menos atemporal, que es el drama personal que hay detrás de todas estas grandes estrellas del cine. Porque Crawford y Davis no se hicieron alcohólicas cuando dejaron de llamarlas por ser viejas, ya lo eran desde mucho tiempo atrás. Y además esa circunstancia no se da solo en actrices, también es frecuente en grandes actores que igualmente fueron víctimas del alcohol y las drogas. Por no hablar de fulgurantes estrellas de la canción. 

En general me atrae mucho más el tema de la fragilidad de los artistas, ese mundo falso pero lleno de lujo en el que se mueven, su soledad al llegar a casa y ver el vacío a su alrededor,  sus egos magnificados por el halago que les convierten en adictos a esa admiración que despiertan en el público. Sus desastrosas vidas personales, frecuentes divorcios, hijos que terminan odiándoles, amigos que se aprovechan de su fama y su riqueza... todo eso me parece mucho más fascinante y real que ese supuesto feminismo anacrónico que Murphy pretende colar como quien no quiere la cosa.

En definitiva, yo destacaría otro mensaje distinto al que el creador de la serie, famoso por su tendencia al wokismo, pretende transmitir: que aunque seas rica y bella es jodido ser estrella.

lunes, 11 de marzo de 2024

Reina Roja (Serie de TV), by Amaya Muruzabal

Para quien no sepa de qué va la cosa esto es una tía muy muy lista, de cociente intelectual que se sale de la métrica, y un policía graciosete del que sabemos básicamente dos cosas: que es gay y que es vasco. En este orden, porque lo de gay lo repite algo así como 80 veces por capítulo, y si no lo dice él se le nota porque le hace ojitos a todo pantalón que se mueve en un radio de doscientos metros.

La tía es muy lista pero está bastante perjudicada. Se le va la pinza constantemente y se pone a ver monitos locos que le saltan por encima. Entonces se mete una pastillita en la boca y a los diez segundos los monitos se vuelven a Gibraltar gritando Gibraltar español Gibraltar español. Bueno, esto no lo dicen pero podrían decirlo perfectamente y no desentonaría en la demencial y gilipollesca trama.

La cuestión es que la extraña pareja esta se pone a investigar el secuestro de una pija, se conoce que con cargo a los fondos reservados esos tan famosos de las cloacas del estado. Porque claro, la policía normal y corriente, que como todos sabemos es medio lela, no puede comprender los entresijos profundos de una trama tan compleja. Para estas cosas hay que recurrir a la chiflada esta, y como está más pallá que pacá le ponen al poli vasco y gay de niñera.

La serie es inclusiva a tope. Aparte del gay tenemos población alternativa de todo pelaje: feos, guapos, gordos, calvos, negros, blancos, discapacitados... Qué tipo de persona quieres que haya? La encontrarás, como en toda serie amazónica que se precie.

También encontrarás muchos puñetazos de cámara, esos zooms dislocados que a poco que te hayas tomado alguna cerveza te entra un mareo que pa qué.  El estilo montaña rusa, que lo llamo yo. Se trata básicamente de aturdir al espectador y darle la sensación de que constantemente están pasando cosas cuando la realidad es que la acción avanza torpemente a paso de tortuga. 

En fin, no he leído el libro de Juan Gómez-Jurado ni desde luego ya a estas alturas pienso leerlo. Por tanto no puedo afirmar con autoridad qué parte del sindiós narrativo se debe a él y qué parte a Amaya Muruzábal, la adaptadora del engendro. Prefiero pensar que entre los dos han conseguido perpetrar esta cosa a medio camino entre lo esquizoide y lo woke que da más asquito que otra cosa.

Porque mi resumen de esta serie sería algo así como: cuando quieres dar miedo y das asco. Cuando la mitad de la serie va de una tía que está secuestrada en un calabozo inmundo, que casi puedes oler el pestazo desde tu casa con solo ver las paredes e imaginar dónde estarán los desechos físicos de la secuestrada.  Porque amigos,  lo crean o no, los pijos también cagan. Y la otra mitad del tiempo ves a otra tía que no se quita el vestido rojo ni para idem, con más mierda que el palo un gallinero, y la cara permanente de zumbada. Es que, vamos, con gusto le quitaba el traje rojo pa echarlo un mes en remojo.

Lo único salvable para mí es el poli gordo y gay, que es muy osito y me ha encantado, pese a los chistes malos que constantemente le hacen decir, y a la apología del gayeterismo que conlleva el personaje. Pero bueno,  se le coge cariño y hace un poco más tragable el horripilante producto final.