jueves, 7 de enero de 2021

Las chicas Gilmore (Serie de TV), by Amy Sherman-Palladino

Ésta es una serie de petardas y para petardas. De hecho la única razón por la que he conseguido llegar hasta la tercera temporada es porque yo soy también una petarda y mi hija otra. Por eso cada noche durante varios meses nos hemos sentado religiosamente delante de la tele para tragarnos los avatares de las vidas de las petardas Gilmore.

Si tengo que decir la verdad a mí lo único que me gusta de la serie es el maravilloso alumbrado público de Stars Hollow. Un pueblito que parece estar siempre en temporada navideña. Los árboles, las calles, los bares, las tiendas, las casas... y yo, que soy una verdadera friki de la Navidad, no he podido evitar engancharme a esa perpetua iluminación que lo mismo te vale para el invierno que para el verano, para la primavera o para el otoño.

Por lo demás las Gilmore, y con ellas todas sus amigas, son un coñazo de tías. Para empezar no paran de hablar, son auténticos loros andantes. Lo hacen además a una velocidad de concurso de papagayos. Son turboverborreicas a más no poder.  Parlotean por igual en un funeral, en una representación teatral, en un concierto, en una misa, en un cine, en una reunión de comunidad; son las típicas hijasdeputa a las que quisieras matar en uno de esos lugares porque no te dejan enterarte de nada, y nunca paran de cuchichear a tu lado. Una pesadilla de tías, en definitiva.

Luego está lo de la comida. Básicamente se alimentan de basura: pizzas, hamburguesas, salchichas, bollería variada, tartas, galletitas... No saben cocinar y jamás cenan nada medianamente sano, sólo porquería de las más variadas nacionalidades. Cada día llaman a un restaurante distinto para que les lleve la cena: chino, japonés, italiano, turco, jamaicano, haitiano, balinés... Por cierto, para ser Stars Hollow un minúsculo pueblecito de unos 500 habitantes que se juntan para las reuniones asamblearias en una pequeña sala con cabida para 15 personas, hay que ver la variedad nutricional y hostelera del lugar. No falta una representación de la cocina de ningún sitio del mundo. Las Gilmore tienen una cultura gastronómico-basurera insuperable, y todo sin haber salido de su encantadora aldea de Connecticut.

Ni que decir tiene que, pese a la cantidad de mierda hipercalórica que se meten entre pecho y espalda, no sólo no engordan ni un gramo sino que son, con diferencia, las más guapas y tipositas del lugar. Su esbeltez es directamente proporcional a su capacidad engullidora. Eso sí, sus amigas son indefectiblemente feas, gordas o coreanas, porque de algún modo habrá que poner en valor y hacer destacar la inconmensurable belleza de las petardas Gilmore.

Además de inflarse a comer porquerías, las chicas beben café a todas horas. No un cafelito en una tacita normal, no. Lo beben en tazones de cereales, y lo beben a cualquier hora del día y de la noche. Lo beben durante el almuerzo, durante la cena, cuando se despiertan para mear, cuando van de picnic, o de bodas, bautizos y funerales... en todas partes, vamos. Por este motivo se pasan media vida en el café de Luke. Bueno, por eso y porque es la excusa perfecta para desarrollar una insoportablemente tediosa tensión sexual no resuelta entre mamá Lorelai y el dueño del susodicho café. Y cuando digo tediosa quiero decir muuuuuuuuy tediosa.

Luego están los problemas de las Gilmore con los hombres. Pese a que por su deslumbrante belleza, su finura y su impresionante ingenio las Lorelais madre e hija tienen rendidamente enamorados a todos los caballeros que se les acercan, a la hora de la verdad ninguna relación termina de cuajar. Lorelai madre es culo veo, culo deseo. Le gustan todos. Puede tener una relación con cualquier señor, pero eso no impide que siga haciéndole ojitos permanentemente al papá de su hija o al paciente camarero Luke, al que no deja de incordiar en ningún momento ni en ninguna temporada. Entre tanto la Lolelai hija, más conocida como Rory, empieza a dar sus primeros pinitos con un muchacho guapísimo, altísimo y buenísimo del pueblo para ir poco a poco cogiendo todos los infumables tics amorosos de la madre. Y hasta aquí puedo contar  de este asunto.

Y para terminar están las amigas. Como ya he dicho antes todas ellas son o bien obesas (para que quede bien claro que lo de la extraña delgadez de las zampabollos Gilmore es un prodigio irrepetible de la naturaleza), o coreanas, bajitas y feúchas (la pobre Lane), o bien aún más chillonas, histéricas y espeluznantes que las protagonistas (véase la repelente Paris).

En fin, lo que dije, una serie sobre petardas, hecha por petardas para otras petardas. Sólo siendo una de ellas resulta medianamente soportable, y con todo y con eso cansa bastante. Ay si no fuera por esas luces de Stars Hollow que me vuelven loca! No quiero imaginarme una reunión entre las 3 marías: Lauren Graham, Alexis Bledel, y la creadora del engendro, Sherman-Palladino. Por cierto, antes de esta serie vi Parenthood, que me gustó muchísimo más, y en ella Graham hace prácticamente el mismo papel de Lorelai, aunque se llame Sarah y tenga unos cuantos años más. Esta mujer sabrá interpretar algún otro papel? Yo ahí lo dejo.