sábado, 18 de septiembre de 2021

Little Fires Everywhere (Miniserie de TV), by Liz Tigelaar

A menudo cuando las hijas llegan a la adolescencia desearían tener otras madres. De repente empiezan a envidiar a las madres de sus amigas. Casi todas les parecen mejor que la suya propia. Esto es un hecho, es real, ocurre en las mejores familias, y si eres madre y no lo sabes aún, es bueno que te vayas haciendo a la idea. Algún día tu hija te mirará con asquito. Pero tampoco te asustes, luego pasará el tiempo, tendrá sus propios hijos y se dará cuenta de la clase de gilipollas que ha sido.

Esta serie va justo sobre eso, las complicadas relaciones entre madres e hijas adolescentes. Los personajes masculinos no tienen apenas relevancia, son puras muletas de las féminas. Los maridos, hijos, hermanos no pintan aquí nada, son una fuente de conflicto más, como mascotas. La cosa va de mujeres básicamente. La creadora es mujer y las principales protagonistas también.

Pero hay un añadido social interesante que crea una triple confrontación. Madres blancas y negras, madres ricas y pobres, madres solteras y casadas... Y con todo esto la creadora, Liz Tigelaar, monta su particular totum revolutum de maternidade. Reese Witherspoon es la madre blanca, rica y casada, Kerry Washington es la madre negra, aparentemente pobre y soltera. Y con esto está el conflicto servido. El conflicto fácil, claro. Porque en esta serie es inconcebible, por ejemplo, que la madre soltera y pobre pueda ser la blanca. Tampoco se concibe que la negra pueda estar felizmente casada. Os aviso desde ya: la negra es pobre y muy guay, y la blanca es una puta arpía a la que la pasta le sale por las orejas. Además no es espoiler, se ve desde el principio. Pero es que conforme más va avanzando, más arpía es una y más buena la otra. Esto es así.

Y luego para remate de la pera aparece una china. Ésta es la típica china que abandona a su hija recién nacida, hija que es adoptada por una familia americana, naturalmente de blancos, heteros y asquerosamente ricos, que no pueden tener hijos. Porque como todos sabemos, los únicos que tienen problemas de infertilidad y adoptan niños son los blancos ricos, los chinos pobres todos tienen unos espermatozoides y unos óvulos como soles. Ah, y las madres adoptivas además de blancas y ricas son unas hijasdeputa; las biológicas, aunque hayan abandonado a sus niños a la intemperie en una fría noche invernal, son sistemáticamente buenas, sobre todo si son chinas.

En fin, una más de tópicos típicos, típicos tópicos.  Me habría encantado ver una serie sobre pequeños incendios en vidas normales. De gente que no es muy rica ni muy pobre, ni muy blanca ni muy negra ni muy china. Habría estado chulo que uno de los ricos hubiese sido negro, por ejemplo.  O gordo. En esta serie curiosamente no aparece gente ni gorda ni con gafas ni calva. Todos, tanto blancos como negros como chinos, tanto ricos como pobres, todos tienen el peso ideal, un pelo aceptable, buena dentadura, una vista estupenda y una dicción supercorrecta. Ningún tartamudo, por ejemplo. Ahora que caigo, tampoco hay nadie feo. En la carrera por la diversidad se han quedado muy cortitos. Suele pasar, la gente es tan variopinta, tan rara, tan cabrona, que por mucho que quieras hacer una serie en la que aparezcan reflejados todos los colectivos marginales, siempre siempre siempre te vas a dejar alguno atrás y vas a quedar como el culo con ese colectivo. Alguien debió advertir de esto a la señora Tigelaar.

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