viernes, 16 de febrero de 2024

Succession (Serie de TV), by Jesse Armstrong

Vaya por delante que nunca me he codeado con magnates industriales, por lo cual todo lo que voy a comentar en adelante es por simple intuición. Evidentemente cuando hay pasta de por medio sale lo peor del ser humano. A veces incluso por cantidades miserables. No hay más que ver los líos que hay en algunas familias por herencias que a veces se reducen a la vivienda familiar. Así que me puedo imaginar cómo será la cosa cuando son grandes fortunas las que están en juego.

Y sin embargo me cuesta mucho creer que la gente rica pueda ser tan absolutamente subnormal como la familia esta. Empezando por el padre, que parece luchar a muerte por destruir su propio imperio, más que nada para tener a los hijos puteados y arrearles estopa a diestro y siniestro. El más perjudicado, que siempre sale con el rabo entre las piernas, es el hijo segundo, al que da vida el actor Jeremy Strong, que ha recibido un montón de Emmys por este trabajo. La verdad es que el tipo tiene una cara de alelao que no puede con ella, pero no sé yo hasta qué punto la lleva de fábrica o es el mérito interpretativo que le ha llevado a obtener tantos premios. Esa duda me queda.

La serie, te das cuenta en cuanto llevas varios capítulos, es una especie de día de la marmota eterno. Todo el tiempo la cosa consiste en ilusionar a alguno de los hijos con que él o ella va a ser el heredero del imperio familiar para terminar dándole un hachazo en el último momento y señalar a otro "favorito" del clan.

Y lo más alucinante es que los muy giliperas caen una y otra vez. Strong, el de la carapapa, es el que más veces sale escaldado. El padre los putea constantemente y el juego es siempre el mismo, pero cada vez que señala a alguno de los hermanos éste le mira con cara de carnero degollado y se vuelve a tragar la trola. Y los tipos no escarmientan de una vez para otra. De resultas de lo cual todo es un dejavù permanente que sigue más o menos el siguiente esquema: 

- Hijo, estoy pensando que tú vas a ser el heredero.

- De verdad, papá?? Estás seguro??

- Segurísimo. Y para demostrarme que vales para el puesto te voy a hacer un encargo.

- Lo que tú digas, papi. Tus deseos son órdenes para mí.

Y el muy desgraciado cumple las órdenes del padre punto por punto para que en el siguiente capítulo el viejo se encapriche de otro hijo y siga el mismo esquema. No falla.

Aparte del padre y los hijos tenemos a cuatro personajes secundarios que dan vidilla:

1. El primo medio imbécil que se integra en la familia como el perfecto jarrillo de mano.

2. El yerno medio imbécil que se escuda tras el sobrino medio imbécil.

3. La abogada, que es la más lista de todos con diferencia.

4. La mujer libanesa del padre, que parece dulce y encantadora pero que es más mala que un dolor.

Y así, con estos mimbres, Jesse Armstrong ha montado una trama superexitosa por la que se ha llevado un buen montón de premios, pero que a mí, ya a partir de la segunda temporada, me empezó a parecer bastante cansina en tanto en cuanto la acción se repite más que el ajo.

La multipremiadísima serie está en mi opinión más que sobrevalorada. Es verdad que las historias de poder y traiciones tienen mucho morbo y enganchan un montón, pero es que 40 episodios siguiendo un patrón constante terminan hartando al más pintao. A mí por lo menos sí. Y la gran conclusión que saco es que, pa consuelo mío y tuyo, la pasta te hace capullo.

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