viernes, 7 de enero de 2022

Mujercitas, by Greta Gerwig

Reconozco que lloré con estas mujercitas del mismo modo que he llorado durante toda mi vida con las distintas versiones que he visto, que han sido casi todas.

Reconozco igualmente que creo que Greta Gerwig ha tenido la mejor de las intenciones al abordar esta adaptación de un clásico tan mitificado. Prácticamente todas las generaciones de mujeres premillennials hemos crecido adorando "Mujercitas". 

Y no es fácil enfrentarse a eso. Y hacerlo con el sano propósito de acercar esta historia a gente (básicamente a chicas, seamos sinceros) que de otro modo jamás habrían accedido a un relato con tanta fama de ñoñez y sentimentalismo. Pese a que esa misma generación se ha tragado y se sigue tragando bodrios infumables y vomitivos, edulcorados hasta la náusea, tanto en cine como en televisión, y ya no hablemos de música o de literatura "juvenil".

En fin, Mujercitas arrastra ese sambenito de peli navideña sólo apta para madres y para abuelas muy viejunas. Soy testigo de lo difícil que es intentar convencer a millennials y postmillenials de que vean estos clásicos. Y ya si hablamos de blanco y negro, date por muerta. Eso para ellos es lo peor de lo peor, aunque luego se tiren horas poniendo el filtro de blanco y negro en sus fotos de Instagram.

Son malísimos tiempos para la historia en general; a casi nadie le interesa. Y la del cine en particular yo diría que a nadie.

Y una vez dejado claro que alabo muchísimo las intenciones de Gerwig y que no he dejado de llorar en toda la película, voy ya a poner en marcha el dispositivo de demoliciones.

Por favoooooor! Josephine March no necesitaba nada de eso para ser una tía de la hostia. Siempre, en todas las versiones, fue esa rebelde a la que le importaba un pimiento ser guapa o fea. Que sólo soñaba con ser una gran escritora. Que no necesitaba a nadie, y menos a un hombre, para vivir. 

Jo siempre fue la gran heroína de "Mujercitas", la que todas queríamos ser. Es el personaje principal en todas las versiones. Ninguna chica quería ser la estúpida y frívola Amy, ni la insulsa y bondadosa Beth, ni muchísimo menos la hermana mayor, que por muchas versiones que haya, es un personaje tan soso y tan intrascendente que ni me acuerdo de su nombre. Todas, absolutamente todas, adorábamos a Jo March.

Y daba igual la cara que tuviera esa Jo.  Siempre fue nuestra favorita, nuestro sueño. Ella en sí misma era el mejor alegato feminista que nadie podría concebir. Qué niña de los años 50, 60, 70, 80, no quiso ser Jo March?

Esta versión sólo era necesaria para atraer comercialmente a un público que sólo ve cine actual y que desprecia todo lo rodado antes de los 2000. 

Mejor les hubieran hecho un videojuego sobre las 4 chicas March luchando con bolas de nieve.  Eso les habría llegado al alma. Puede que se pasaran horas intentando esquivar bolazos, superentretenidos. Y a Meryl Streep siempre la puedes meter en algún rol secundario para darle caché a la cosa. Y en la siguiente versión, que Beth conduzca un camión.

No, en serio, si de lo que se trata es de atraerse a un público esquivo, yo en la próxima revisión de la historia pondría directamente a las Kardashian.  Buenos culos, buenas tetas. Y siempre tienen algo que contar en sus stories. Seguro que tendrían seguidores a mansalva y lo petarían en las redes.

Pero por favor, déjennos a las hermanas March tal y como eran cuando fueron creadas.  Dejen que Jo siga siendo nuestra heroína. Así la concibió su creadora y así la hemos recordado durante años y años millones de mujeres, de mujercitas, que no sabíamos qué era esa cosa del heteropatriarcado, pero que comprendíamos perfectamente a esa chica que prefería vestir con pantalones, revolcarse en la nieve, cortarse la melena para ayudar en casa, soñar con otro destino que no fuera tener marido e hijos.

Querida Greta, antes de tu historia, Jo siempre fue Jo. Y todas, o casi todas, quisimos ser ella.

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