lunes, 11 de abril de 2016

La vida inesperada, by Jorge Torregrossa

Me duele enormemente hacer una crítica negativa de una película que protagoniza mi adorado Javier Cámara. Si encima, para más inri, el guión es de una escritora a la que admiro como Elvira Lindo, y el partenaire de Cámara es Raúl Arévalo, otro de mis actores favoritos, la cosa ya adquiere dimensiones trágicas.  Pero es que no tengo alternativa, salvo que mintiera deliberadamente para salvarlos a todos de la quema.

A mí esta historia de españoles perdidos en Nueva York no me ha convencido en ningún momento. Entiendo que Lindo y Torregrossa han intentado plasmar sus propias vivencias como ciudadanos foráneos en la ciudad de los rascacielos, y que de paso han montado un popurrí argumental en el que se mezclan el miedo a lo desconocido, el éxito y el fracaso, el apego y el desapego a la familia, lo complicado de las relaciones amorosas… en fin, se supone que la acción dura un par de meses o por ahí pero en ese tiempo se abordan tantas cosas que cuesta darle un mínimo de credibilidad a la historia.

Por otra parte no sé qué visión tendrán Lindo y Torregrossa de las mujeres americanas, o bueno, de las mujeres en general, pero desde luego las que aparecen en la película no salen muy bien paradas que digamos. Aunque lo de ellos no es mucho mejor tampoco. Una vez más en una película española se establece esa competición ya clásica entre quién sale más mamarracho, si el colectivo femenino o el masculino. La encargada de vestuario se pilla un cuelgue totalmente increíble de un Javier Cámara que presenta respecto a ella un comportamiento tan errático que roza la bipolaridad. Y que la tía después de un polvo, por cierto bastante desangelado, le plantee poco menos que un compromiso de por vida, provoca más sonrojo que otra cosa.

Y si ya vamos a la historia del primo Arévalo con la camarera, y el intento de ella a los dos días de conocerse de presentarle a su hijita abandonada en el pueblo… uffffff, pero qué les pasa a esas tías? Soy yo la única que aprecia cierta desesperación amorosa en las damas estas? No sé, a pesar de que no tengo demasiada buena opinión de las actitudes de las tías en esto de las relaciones amorosas, cuesta creer que haya algunas tan sumamente locas por atrapar macho como para lanzarse tan a saco al vacío, de cabeza y sin asomo de red.

Luego están las conversaciones por Skype de Javier Cámara y su madre. Unos diálogos con toque almodovariano que tal vez hubieran funcionado con la inimitable e inolvidable Chus Lampreave pero que en cualquier otra actriz suenan a falsos e imposibles. Esa madre no existe ni puede existir aunque muy probablemente Chus la habría hecho, si no creíble, al menos sí graciosa. En este caso no es ni lo uno ni lo otro.

En definitiva, otra de esas historias que pudo haber sido y no fue. Una buena fotografía no consigue salvarla de la quema, ni tampoco la presencia siempre grata de Cámara. Y aunque lo haya mencionado prácticamente todo el mundo, ese “Lost in translation” del doblaje… eso no es solo que no ayude; es que le da la puntilla definitiva para mandarla directamente al baúl de los olvidos. No quiero ni imaginarme de quién coño pudo ser la idea de doblar los diálogos en inglés, pero desde luego se cubrió de gloria.

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