Como no he leído ni los libros ni los tebeos en los que se basa la película me cuesta bastante opinar sobre la responsabilidad de su director, Laurent Tirard, en este rollo macabeo de proporciones considerables.
Al ser “El pequeño Nicolás” un personaje tan conocido y tan alabado por la crítica y por sus fans, debo suponer que en su versión original debe de haber sido mucho más divertido de lo que lo es en esta versión cinematográfica.
Claro que tampoco ayuda mucho la elección del niño actor principal, Maxime Godart, una de las criaturas más insulsas y repelentes que he tenido el disgusto de encontrarme jamás en una pantalla de cine. Y mira que la competencia es dura porque lo de los niños actores es de traca, pero es que éste se lleva la palma total en cuanto a poca gracia y a falta absoluta de carisma.
No sé quién hizo el casting para la película ni si este niño tenía enchufe o cómo pudo suceder que terminara dando vida a un personaje tan emblemático y tan querido por el público un nene con tan poco encanto y tan escasas dotes interpretativas. Cualquiera de los otros críos de su panda podría haber hecho el papel mucho mejor, pero que el peso principal de la trama recaiga en el nene más antipático de todos dice muy poco a favor de los directores de reparto.
Por lo demás, el guión es también bastante flojito, está lleno de gags con la misma gracia que el niño protagonista y abundan los clichés y los chistes tontorrones sobre los hermanitos pequeños y los malentendidos entre padres e hijos.
Lo peor que le puede pasar a una comedia es que el espectador tenga que esforzarse por arrancarse una sonrisa, y yo confieso que me tiré todo el tiempo intentando con toda mi buena voluntad reírme a cuenta de los ramplones chistecillos. Pero vamos, cero patatero, no conseguí esbozar la más mínima mueca que se pareciera ni de lejos a una sonrisa.
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