Las matemáticas son fascinantes, y aunque no son mi fuerte casi todas las películas que he visto sobre apasionados de los números me han encantado. Tal vez sea porque muchas de estas historias tratan sobre personajes muy interesantes, con problemas para relacionarse con el mundo pero que en cambio encuentran en la abstracción numérica un cierto sentido a la vida, un refugio, un lugar en el que se encuentran bien, seguros, a salvo.
Es el caso de Nathan, que además es un hecho real. Un chico con rasgos autistas, con evidentes problemas de relación con la gente, pero que halla ese refugio en los números, donde se siente cómodo y a gusto. Buenísima la interpretación de Asa Butterfield, realmente conmovedora. Pobre chico perdido en el mundo de la gente normal pero bienhallado en el de la frialdad de los dígitos.
Tal vez me ha gustado la película porque yo pude haber sido una de esas personas que disfrutan con las matemáticas. De hecho durante un tiempo recuerdo vagamente que lo fui, tuve buenos profesores y me gustaba sumergirme en ese mundo abstracto en el que todo era exacto, correcto y estaba bien. Pero en el bachillerato dí con un ceporro que hizo que las aborreciera, y creo que desde entonces me siento como expulsada de un paraíso, como si yo hubiera estado también destinada a gozar de ese universo mágico, y me lo hubiera jodido aquel tipo al arrancarme de sopetón de la seguridad de los brazos protectores de las mates.
No deja Morgan Matthews ahí la cosa. Lo que le interesa de verdad es cómo se relaciona Nathan con el mundo, sobre todo con su madre, una mujer de inteligencia normal que no entiende ni puede llegar a la mente de su hijo. Nathan tenía una sintonía especial con su padre, pero al morir éste siendo él un niño se quedó completamente huérfano en el sentido intelectual y casi también en el emocional. Será su profesor de matemáticas, aquejado de una enfermedad degenerativa, el que lo sacará de ahí y le dará la oportunidad de volver a experimentar esa compenetración con un ser humano.
X + Y es también una historia de amor. En realidad es una doble historia de amor, la de Nathan con la chica china de las Olimpiadas Matemáticas y, si cabe más sorprendente todavía, la de su madre con el profesor.
Tal vez falla un poco el final. Me parece muy bonito el proceso por el cual Nathan empieza a sentir las emociones correspondientes a un chico de su edad, pero teniendo en cuenta su idiosincrasia no me parece muy probable el desenlace tal y como Matthews lo plantea.
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