viernes, 3 de junio de 2016

Rompiendo las olas (Breaking the waves), by Lars von Trier

Tengo una complicada relación de amor-odio con Lars von Trier. Me encantó “Melancolía” pero aborrecí “Anticristo”. Con él no tengo término medio, o alucino o sencillamente me muero de asco.

Con “Rompiendo las olas” he alucinado completamente. Estos ocho capítulos que van in crescendo en cuanto a intensidad emocional han conseguido llegarme al alma.

No es desde luego una película para espíritus simples ni políticamente correctos; a muchos incluso les horrorizará, porque la relación entre Bess y Jan a partir del momento en el que él sufre el accidente no solo rompe las olas; rompe todos los convencionalismos y todos los valores que en la sociedad occidental definen el amor.

Bess es un personaje tan lleno de matices (magnífica Emily Watson; entrañable y conmovedora) que es difícil decidir si lo que la mueve es una generosidad extraordinaria (así es como la define su cuñada el día de la boda), una fe a prueba de bomba, un amor sin límites o su propia locura. O es una mezcla de todo ello, algo que lleva al personaje a tomar las difíciles decisiones que toma.

La verdad es que a mí me fascinan las historias de amor extremo. Asustan mucho pero tienen un poder de atracción absoluto. Intentar meterse en la piel de esos personajes, entenderlos, imaginar su sufrimiento, empatizar con ellos, es una dura prueba para el espectador. En el caso de Bess desde el principio se insinúa una cierta debilidad mental o alguna enfermedad que bien podría tratarse de esquizofrenia, que la hace aún más atrayente.

Cuando Bess habla con Dios y se transforma en él y responde a sus propias preguntas en nombre de la divinidad en realidad está planteando las mismas cuestiones que nos hacemos todos, los eternos interrogantes de la humanidad. El contraste entre la dulzura y la ingenuidad de la muchacha frente a la dureza y el cinismo de ese Dios terrible que la atormenta constantemente da lugar a unos diálogos verdaderamente inquietantes.

Pero sobre todo, por encima de su fe loca y de esas charlas esquizoides con la deidad, lo que predomina es ese amor sobrehumano que siente hacia Jan. Como ella dice en un momento dado, ha estado esperándolo toda la vida, y cuando por fin llega lo hace  llevándose todo por delante, empezando por los convencionalismos y por sus propios valores. Un amor que está por encima de todo y de todos, hasta de la propia vida.

Maravillosa la selección de canciones que dan paso a cada capítulo. Si von Trier no fuera un director de cine capaz de hacer peliculones como éste sería un estupendo DJ. No ha podido escoger mejores temazos de fondo para contar esta sugestiva y original historia de amor.

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