Estoy totalmente de acuerdo con los que piensan que hay un Allen mayor y un Allen menor. Yo a esta clasificación básica añadiria un Allen mierda, que sería el de "Vicky Cristina Barcelona". Con lo que no estoy de acuerdo es con meter "Magia a la luz de la luna" en los Allen menores.
Para mí un Allen menor sería, por ejemplo, "Conocerás al hombre de tus sueños", mera repetición mediocre de lo ya antes visto y requetevisto en el director. Pero esta película no es en absoluto nada de eso.
Claro que trata temas recurrentes (imposible no hacerlo entre sus tropecientas pelis y sus chiquicientas obsesiones) y puede que no llegue a la genialidad de "Blue Jasmine", su obra inmediatamente anterior, pero ya quisiera más de uno y más de dos de los directores estrella del momento ser capaz de rodar algo así.
El problema de este hombre es que de vez en cuando se pone el listón tan altísimo que a la gente le decepciona cualquier cosa que baje un milímetro de la excelencia. Y eso es una putada.
No estoy para nada de acuerdo con los que piensan que se premian sus películas por parte de los críticos por ser quien es. Más bien creo que se las castiga, porque todo el mundo espera tanto que en absoluto son tan benévolos con él como lo serían si, por ejemplo, esas mismas películas fueran de otro director.
Si esto lo hubiera rodado una joven promesa lo estarían poniendo por las nubes, habría ganado 19 Oscars y pasaría al universo de los clásicos de la comedia romántica fijo. Pero no, es una peli de Woody Allen, y no puede formar parte de los clásicos porque él ya forma parte de los clásicos con otras muchas películas anteriores a ésta.
Y nadie puede tacharme de ceguera por mi obvia veneración hacia el chiquitín, porque cuando toca ponerlo a parir y despotricar no se me caen los anillos. Pero hoy no toca. Hoy toca volver a flipar, a admirar esos diálogos brillantes (inconmensurable el que mantiene el personaje de Colin Firth con su tía, la inteligencia, la finura y la elegancia con las que ella se ríe de él y le hace ver que se ha enamorado; puro Howard Hawks), a sonreír tontamente con un final lleno de encanto y con la inevitable música de siempre que acompaña a los créditos de sus películas.
Y una vez más esos personajes inolvidables. Qué preciosa Emma Stone, esa medium que sólo quiere aspirar a una vida mejor y que tiene la desgracia o la buena suerte, según se mire, de enamorarse por el camino. Y qué decir de Colin Firth, al que adoro, que da vida a ese personaje paradigmático del director, el del hombre racional cien por cien, que no cree en nada que se salga de lo puramente científico, pero que termina inevitablemente sucumbiendo a la magia del amor.
En fin, yo me vuelvo a rendir ante este hombre. Si es una obra mayor o menor es cuestión de gustos y de análisis más o menos sesudos, que, por cierto, discrepan bastante entre sí. Yo sé que es único y que su sello personal está en esta entrega como en la que más. Y que para mí ésta no tiene nada que envidiar a algunas de sus obras más emblemáticas y celebradas por la crítica. Una vez más me quito el sombrero y celebro la genialidad de este señor que me ha hecho pasar algunos de los mejores ratos de mi vida. Gracias, Woody.
No hay comentarios:
Publicar un comentario