viernes, 4 de diciembre de 2015

Hoy empieza todo, by Bertrand Tavernier

Es duro para mí hacer una crítica negativa de una película con el trasfondo social de esta y con las buenísimas intenciones que ni siquiera intenta esconder. Pero es que no tengo más remedio. Tavernier, lo siento, no me convences. El profesor protagonista de tu película, con solo la mitad de conflictos en los que le metes, estaría más quemao que la pipa un indio.

Hubo un tiempo en el que yo también creía que todo lo malo podía resolverse fácil; era cuestión de educación, de implicación política, de buena voluntad y de gasto público... Pero esta peli data de 1999, todavía ni se olía la crisis brutal que ha asolado Europa, ni en Francia se vislumbraba el problema del yihadismo, hoy tan de triste actualidad. Y ya por entonces los servicios sociales, los educadores, las ONGs y hasta los políticos ponían todo su empeño en integrar a toda esa gente marginal en la sociedad.

Lo bueno  o lo malo de la vida es que el tiempo es el juez supremo que quita y da la razón. Y de 1999 a nuestros días ha pasado el tiempo suficiente como para poder comprobar los resultados de todo aquel movimiento político y social integrador, lleno de optimismo y buena fe. Los pobres siguen siendo pobres, cada vez más pobres además, y encima ahora los que pertenecían a otras culturas se aferran al fundamentalismo más cutre y pretenden destruir las bases de las que les han pretendido dar cobijo y protección. Y para más inri, con un absurdo sentimiento de culpa colectivo que lo corroe todo: "Es responsabilidad nuestra, no hicimos todo lo que podíamos haber hecho por ellos". Y ahí estamos todos machacándonos con esa mierda.

Hay un escena buenísima en la película en la que alguien dice algo así como: "No paran de pedir cosas, subsidios, ayudas, todo... Y si les niegas algo porque ya no se puede más, es fácil, se pasan a la extrema derecha". Y es que es así, joder! Se pasan a la extrema derecha o a la yihad, según la condición de cada cual. Esa frase es totalmente demoledora y tristemente cierta.

Me da igual, podéis llamarme pesimista, derrotista, ceniza o facha, pero cada vez creo menos en este tipo de cine lleno de buena voluntad, al que no le niego una intencionalidad encomiable de revelar al mundo LA VERDAD. Pero es que la verdad NO está en la cara del personaje que interpreta Philippe Torreton, ese maestro bueno rebueno, que quiere resolver la vida de la gente, que se lleva a casa los problemas de sus niños, que se pelea con todo y con todos, que sufre por todo lo que vive y por todo lo que ve.

Si la historia se hubiera quedado en eso juro que no estaría haciendo esta crítica negativa. Pero no, Tavernier se empeña en montar un final del que obviamente no puedo hablar pero que apunta hacia la esperanza. Hay música, colores, fiesta... y hasta una petición de matrimonio, que se supone que es lo más de lo más en cuanto a culminación del amor. En definitiva, hay un mensaje de "todo tiene arreglo, vamos a sacar a estos muchachos de la vida de mierda que les espera".

Muy bien, 18 años después esto es lo que hay en La France: periferias cada vez más marginales, violencia a tope, extrema derecha en alza constante, extremismos religiosos, ataques terroristas en el centro de París, gente muerta de miedo, gente aterrorizada, gente dispuesta a todo a cambio de su seguridad, gente que no es capaz ni de hablar con el vecino de puro pánico.

Tavernier tenía muy buena intención, eso es indiscutible. Pero hoy por hoy su mensaje de esperanza y buen rollito universal suena tan extemporáneo como el reloj que dicen que aparece en “Ben Hur”. Suena casi a chiste. De esos niños de la película a lo mejor, y con suerte, saldrá un par de ellos de la miseria y conseguirán romper la barrera social pero todos los demás terminarán quemando contenedores, destrozando escuelas y poniéndose hasta el culo de estupefacientes varios, si no les da por la religión y terminan inmolándose en un supermercado, en un tren, en un campo de fútbol o en una discoteca. Y eso es lo que hay.

1 comentario:

  1. Hermosa película que puede que sea como tú indicas, esto es, que se note el paso del tiempo en cuanto a ese discurso demasiado noble e inocente. Aún así, creo que estamos ante una de las piezas maestras del francés. A veces no se pueden cambiar las cosas, pero el cine nos permite ilusionarnos con mundos mejores. Ya sé que la tozuda realidad es implacable, pero ...

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