Hacía tiempo que no me reía yo tanto con una de polis, yo creo que desde la última de “Loca Academia de Policía”. La diferencia es que aquella era una comedia y todo estaba planteado para descojonarse, y esta va supuestamente en serio, aunque es bastante difícil no tomarse a coña la serie de despropósitos que se suceden en la película.
Estamos ante un curioso caso de policía que está prácticamente retirado pero que decide tomar las riendas de un caso cuando a uno de sus hijos una panda de narcos mafiosotes le pegan un tiro y lo dejan casi grogui. Entonces, lejos de alejar a papá poli de la investigación por su obvia implicación personal, los jefes gordos deciden que el asunto lo lleve él, que para eso le han tocado las pelotas. Vamos a dejarle al hombre que se vengue a gusto!
Pero ahora resulta que el otro hijo, que nos había salido un poco díscolo y que se llevaba como el culo con papi y con el hermano, ahora decide implicarse también personalmente para vengar al susodicho. Y pide algo así como una incorporación temporal al cuerpo, mientras dure el caso este. Total, que le dicen que sí, que claro. Por lo visto debe de ser de lo más normal en los USA eso de que si le pegan un tiro a alguien de tu familia te dejen meterte a poli para resolver el caso.
Eso sí, le dejan clarinete al muchacho que si luego quiere seguir siendo policía tendrá que pasar por la Academia como todo hijo de vecino. No se vaya a creer que el chollo le va a durar ya para siempre por to el morro. A todo esto, la novia que se mosquea porque dice que lo de ser poli lo ve muy peligroso; al parecer, le gustaba más la tranquila y relajada vida anterior que llevaba su maromo, todo el día relacionándose con mafiosos rusos con unas pintas que acojonarían de pavor a una manada de tigres de Bengala.
En fin, desbarre va desbarre viene, así van transcurriendo los interminables 120 minutos de metraje entre típicas escenas de rigor de las pelis de acción: persecuciones, tiros, navajazos, alguna garganta cercenada, proclamas patrióticas a las heroicas fuerzas del orden y unas cuantas defunciones más o menos violentas. Entre tanto algunas escenillas de besitos y tocamientos con la novia en cuestión antes de que la muchacha entre definitivamente en modo pánico. Y poco más que recordar.
Lo único bueno es el elenco que ha conseguido juntar, no sé como, James Gray, el director del invento. No es fácil ver en una misma cinta a gente como Joaquin Phoenix (Ay, Joaquinito, en qué estabas pensando, hijo?), Mark Wahlberg y Robert Duvall. En honor a ellos tengo que decir que hacen lo que pueden, aunque infructuosamente, para salvar una historia que patina y chirría de principio a fin y que más bien parece la tropegésima secuela de “Loca Academia de Policía” que una auténtica peli de acción.
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