jueves, 4 de noviembre de 2021

Dolores: La verdad sobre el Caso Wanninkhof (Serie de TV), by Noemí Redondo

Ésta es la ominosa y vergonzante historia de un machaque. A Dolores se la acusó y se la condenó por un crimen que no había cometido. Los prejuicios sociales, el periodismo amarillo, una sociedad ávida de venganza y una madre herida que creía ciegamente en su culpabilidad hicieron el trabajo.

Pasó muchos meses en la cárcel siendo inocente. Tal fue la presión psicológica a la que estuvo sometida que a veces llegó a creer que a lo mejor pudo haberlo hecho y no se acordaba. Pero dentro de la mala fortuna que la llevó a esa situación, un golpe de suerte la libró. Más que un golpe de suerte fue una colilla. Aunque su juicio había sido invalidado en un recurso, estaba pendiente de la repetición cuando de repente apareció otro cadáver de una chica muy parecida a Rocío y en circunstancias muy similares. Esta chica tenía huellas del ADN de su asesino en las uñas, y ese ADN coincidía con el de una colilla hallada junto al cuerpo de Rocío.

Cabe preguntarse qué habría pasado si esa colilla no hubiera existido. Si Tony King, el verdadero asesino, no hubiese sido fumador. A Dolores igual la habrían declarado inocente, puesto que fue condenada sólo por indicios, sin una sola prueba física en su contra, pero la sombra de la sospecha siempre habría planeado sobre ella. Es más, aunque se demostró la presencia de King en el lugar del crimen, tanto la madre de la chica muerta, como buena parte de la sociedad, siguieron sospechando que la asesina había sido Dolores y que, por un cúmulo de circunstancias, ella había recurrido a King para deshacerse del cuerpo. Todo muy demencial.

Hay muchas cosas en las que deberíamos pensar tras el visionado de la serie. Cosas como la capacidad de manipulación de los medios, la forma de ensañarse con las personas. Esos juicios paralelos que se hacen en las televisiones y que pueden llegar a aniquilar a los que son objeto de ellos. Esa jauría humana que está siempre al acecho. La verdad es que nunca he podido entender cómo funciona la mente de esa gente que acude a las dependencias judiciales a increpar, incluso a agredir físicamente si les dejan, a los sospechosos de crímenes horribles. Qué hace toda esa peña ahí? Igual les gustaría tomarse la justicia por su mano y que les dejaran apedrear o ahorcar a los asesinos y violadores. No lo entiendo. Lo podría entender si fueran los familiares de las víctimas, pero muchos de ellos no las conocen de nada. Sencillamente se mueven impulsados por la ira social.

A Dolores Vázquez nadie la ha compensado por lo que le hicieron. Por aquellos años de cárcel cumplidos injustamente. Por los trastornos psicológicos, muchos y permanentes en el tiempo, que todo aquello le ocasionó.  Sin indemnización, malvendió su casa y se tuvo que ir del país. Volvió al cabo de muchos años y se instaló en un pueblecito gallego con una pensión mínima, que es de lo que vive. Como mínimo este país le debe serias disculpas, y a ser posible, una compensación económica por el daño causado. Los dolores de Dolores no se compensan con flores.

El documental de Noemí Redondo es un principio, pero no deberíamos quedarnos ahí. Habría que hacer una profunda reflexión colectiva sobre cómo se puede llegar a algo así, y en ella no puede faltar el propósito de enmienda, para que nunca se vuelva a repetir. Y sin embargo.... ahí están a diario esos programas truculentos de sucesos que se regodean con el morbo del crimen. Y la telebasura, lanzando inquietantes y sobrecogedores mensajes, emitiendo juicios y condenas mediáticas en prime time. No, no hemos aprendido nada. Ésa es la triste realidad.

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