martes, 3 de septiembre de 2013

Memorias de África, by Sidney Pollack

Yo tenía una chabola en Las Barranquillas. Pero bueno, mi historia empieza mucho antes. Os cuento. Nací en La Moraleja y siempre había llevado una vida normal de pija, pero no era del todo feliz; necesitaba viajar, ver mundo. Y entonces un día señalé al azar un punto en el mapa y me salió el poblado madrileño de “Las Barranquillas”.

Llegué allí cargada con mi vajilla de porcelana de Meissen, mi maravilloso mobiliario art-decó y mi colección de zapatos de Louboutin y Manolo Blahnik, equipaje del que bajo ningún concepto puedo prescindir, vaya donde vaya. 25 camiones de mudanzas fueron necesarios para trasladar todos mis enseres, pero mereció la pena porque la chabola se me quedó divina de la muerte.

En cuanto llegué supe que algo tenía que plantar y, tras un exhaustivo estudio de mercado por la zona, concluí en que lo mejor era dedicarme a la marihuana y las setas alucinógenas. También comprobé que las etnias del lugar no tenían muy buenos modales y que apenas sabían hacer cuentas y decidí construir una bonita escuela en una chabola adyacente.

En esto que apareció por el barrio un aguerrido comerciante de productos locales. Era hermoso y rubio como la cerveza, el pecho tatuado con un corazón. Flechazo absoluto. Un día me dijo que si le dejaba lavarme el pelo, que había ido a una academia de peluquería cuando chaval, y yo le dije que sí. Y ahí caí redonda. Qué manos, qué masaje capilar, qué destreza con el secador.

Total, que nos liamos, y fue un flipe. Entre sus habilidades peluqueriles y otras de las que no voy a hablar aquí porque el pudor me lo impide, me hizo superfeliz. Pero claro, entonces a mí me dio por hablar de matrimonio, regularización de papeles y tal, y él se puso nervioso. Era un espíritu libre. No tuvo más remedio que volar. Y bueno, hasta aquí puedo contar. Sydney Pollack me ha pedido los derechos para llevar mi historia al cine, así que si queréis saber más tendréis que ver la película. “Memorias de Las Barranquillas” se va a llamar.

El mundo se divide en tres tipos de personas, según su actitud ante “Memorias de África”: los que flipan y se multiorgasman cuando la ven (un 85% aproximadamente), los que odian a Robert Redford (éstos suelen ser tíos poco agraciados casi todos) y los que odian a Meryl Streep.

Yo pertenezco indiscutiblemente al tercer grupo. Reconozco que en este trabajo está mucho menos paroxísmica y arrebatada que en otros, pero en cambio luce todo el tiempo una especie de expresión estupidizada o estupidizante que no sé si es mejor o peor que los habituales tics Streep. En cualquier caso, absolutamente abominable.

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