viernes, 21 de marzo de 2014

El señor de la guerra (Lord of War), by Andrew Niccol

EL TRAFICANTE

El traficante comprende muy joven que las armas son un gran negocio y que se puede vivir bastante bien de él. No se plantea dilemas morales; él no es el que mata, simplemente vende su producto y otros lo compran para matar. No es culpa suya que la gente esté tan ávida de sangre.

Nicolas Cage sorprende agradablemente con esta interpretación sobria pero al mismo tiempo intensa. Sin aspavientos tragicómicos, sin dramatismos innecesarios, el personaje le va como un guante y lo sabe: frío, amoral, cínico, pragmático… El perfecto hombre de negocios que hace que el mundo gire y que el mercado siga dinámico.

EL HERMANO DEL TRAFICANTE

El recién oscarizado Jared Leto está simplemente magnífico en el personaje del frágil y atormentado hermano del traficante. Un socio imposible en el mercado de la sangre, como un pequeño Pepito Grillo que permanentemente le pincha y le recuerda que lo que venden sirve para matar.

Leto borda su papel con esa apariencia de chico malote pero con buen fondo, que, a diferencia del hermano, sabe distinguir perfectamente el bien del mal. Sus entradas en la clínica de desintoxicación y las charlas en el coche, esnifando la última raya antes de entrar, son una lección de vida.

EL POLI

El representante de la Ley, de moral intachable, recto, respetuoso con las normas, que persigue a muerte al traficante pero que jamás se saltaría una sola para atraparle. Vive condenado a la frustración de saber que en realidad nunca podrá conseguirlo.

Ethan Hawke completa el trío de ases. Los duelos con Cage, en los que siempre sale burlado y con el rabo entre las piernas, tienen momentos verdaderamente antológicos. Llega a dar bastante penilla el pobre.

EL DIRECTOR

Un trabajo excelente. La película no decae en ningún momento y muestra en toda su crudeza el trasfondo del negocio de las armas pero sin perder un acertadísimo toque de humor negro que no la deja caer en un dramatismo facilón cargado de moralina.

Andrew Niccol encuentra el punto exacto entre el documento de denuncia y la comedia y consigue atrapar y seducir al espectador al mismo tiempo que va aportando datos espeluznantes sobre el comercio de armas en el mundo. Imprescindible para entender un poco de qué va este rollo.

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