Leo algunas críticas por ahí en las que la gente se queja de que sobre el tema del alcoholismo en la pareja ya hay películas mucho mejores que ésta, que además no aporta nada nuevo. Bueno, y qué. Hay cientos de western que tratan sobre la construcción del ferrocarril en el salvaje Oeste y no por eso dejan de tener su interés.
Evidentemente esto no es “Días de vino y rosas” pero la película aborda el tema con bastante acierto. Su protagonista tampoco es Lee Remick pero Mary Elizabeth Winstead hace un papel más que notable e interpreta a su personaje con una gran dosis de verosimilitud, procurando huir del aspaviento innecesario y de la exageración.
La historia es la de siempre: pareja con una relación muy ligada al alcohol entra en crisis cuando uno de los dos miembros decide dejarlo. Sí, es verdad que esto ya lo hemos visto antes pero cada vez tiene unos matices diferentes. En este caso se incide sobre todo en la falta de consistencia del amor; realmente en el momento en el que la protagonista deja de beber se ve claramente que ahí no hay mucho más que rascar, aparte de que el marido es un capullo de cuidado. Es una diferencia importante con respecto a “Días de vino y rosas”, donde sí que había un sentimiento intenso por parte de los personajes, aunque al final no fuera lo suficientemente fuerte como para salvar la relación.
En fin, ésta no es una obra de arte pero no está mal. Y apunto una ventaja adicional: James Ponsoldt tiene el pedazo de detalle de contarnos la historia en 85 minutos. De vez en cuando se agradece que un director decida no enredarse ni enredarnos y que cuente lo que tiene que contar en el tiempo exacto que necesita. Aunque sólo sea por eso, gracias, Ponsoldt.
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