Nacho tiene problemas con las mujeres. Bueno, en realidad los problemas los tiene consigo mismo, pero cuando recurre a las mujeres de su vida para que le saquen las castañas del fuego se encuentra con la enorme sorpresa de que no le comprenden, vaya por dios. Todas lo consideran inmaduro, manipulador, egoísta e irresponsable. Por qué será. El secreto está en los 90 minutos de diálogo constante que llenan la película.
Mariano Barroso escribe y dirige esta historia que por lo visto fue antes una serie de televisión poco exitosa, aunque muy sabiamente el director consideró que había partes aprovechables de todo lo grabado y montó esta cinta de metraje moderado con una estructura claramente teatral que ha funcionado bastante mejor que la serie original.
Gran parte del logro se debe al magnífico trabajo de Eduard Fernández, que una vez más se supera a sí mismo. Teniendo en cuenta que la cámara es obsesiva con él y no le da tregua a base de tercos primeros planos, el actor afronta el reto con gallardía y realiza toda una exhibición de sus artes interpretativas, que son muchas. Al final, a pesar de lo impresentable y caradura del personaje casi se le coge cariño al muy cabrón.
Y luego están las mujeres de Nacho: su amante becaria veinteañera, su exnovia abogada, su cuñada, su madre, su psicóloga y ese personaje casi elíptico pero continuamente presente que es su mujer. Todas ellas interpretadas por estupendas actrices que se enfrentan al brillante Fernández sin achantarse, llevando a cabo trabajos impecables, aunque yo destacaría a la siempre interesante Nathalie Poza y a una acertadísima Petra Martínez, que derrocha ironía a raudales a través de su personaje de madre harta de hacer de niñera de ese Peter Pan que es Nacho.
Mariano Barroso escribe y dirige esta historia que por lo visto fue antes una serie de televisión poco exitosa, aunque muy sabiamente el director consideró que había partes aprovechables de todo lo grabado y montó esta cinta de metraje moderado con una estructura claramente teatral que ha funcionado bastante mejor que la serie original.
Gran parte del logro se debe al magnífico trabajo de Eduard Fernández, que una vez más se supera a sí mismo. Teniendo en cuenta que la cámara es obsesiva con él y no le da tregua a base de tercos primeros planos, el actor afronta el reto con gallardía y realiza toda una exhibición de sus artes interpretativas, que son muchas. Al final, a pesar de lo impresentable y caradura del personaje casi se le coge cariño al muy cabrón.
Y luego están las mujeres de Nacho: su amante becaria veinteañera, su exnovia abogada, su cuñada, su madre, su psicóloga y ese personaje casi elíptico pero continuamente presente que es su mujer. Todas ellas interpretadas por estupendas actrices que se enfrentan al brillante Fernández sin achantarse, llevando a cabo trabajos impecables, aunque yo destacaría a la siempre interesante Nathalie Poza y a una acertadísima Petra Martínez, que derrocha ironía a raudales a través de su personaje de madre harta de hacer de niñera de ese Peter Pan que es Nacho.
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