A pesar de las muchas críticas negativas que he leído sobre esta película, que la tachan de sosita, simple y llena de tópicos y que dan a entender que Albacete y Menkes, sus directores, no dan para más… yo tengo que decir que a mí me ha gustado.
Y me ha gustado fundamentalmente por dos motivos:
1. Por la banda sonora, que me ha permitido volver a escuchar temazos casi olvidados como “La alegría de vivir” o “Escuela de calor”, y sobre todo por ese “Moon river” que es un pedazo de homenaje a una de mis pelis favoritas de todos los tiempos, “Desayuno con diamantes”.
2. Por la filosofía que subyace bajo su aparente simpleza, que queda perfectamente reflejada en un baile y un diálogo entre Emma Suárez y Juan Diego Botto, sus dos protagonistas:
- Hasta cuándo seguiremos bailando?
- Mientras suene la música.
Imposible decirlo más claro y con menos palabras.
Exactamente en eso consiste la vida, al menos para mí.
Y de todas formas es que de siempre me han gustado las pelis que tratan de amores raros, inexplicables, absurdos, sin demasiado futuro. Pues no sé, de gente que odia a los gordos e inexplicablemente se enamora de un gordo. O de heteros que inexplicablemente se enamoran un buen día de alguien de su propio sexo. Y viceversa. Cosas así.
Y de eso va esta historia, de amores raros. Y de música que a veces suena, y entonces es mágico y precioso todo, y que cuando no suena, aunque todo lo demás sea perfecto, es una putada. Y es entonces cuando hay que saber decir adiós, con dignidad y sin aspavientos. Aunque cueste. Pero ces’t la vie.
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