jueves, 20 de octubre de 2011

El demonio bajo la piel, by Michael Winterbottom

Odio las películas en las que las escenas más chorras llevan como música de fondo fragmentos de ópera. El porqué de este extraño y repulsivo fenómeno se me escapa por completo. Qué tiene un aria para estos sujetos, que les parece ideal para arropar sus desvaríos cinematográficos? En fin, esta peli podría haber resultado hasta simpática de no ser por esa afición del director al bel canto.

Vamos a ver. Tenemos a un asesino con tendencias sado que casualmente se encuentra por todas partes a chicas con tendencias masoquistas. Suerte la suya, teniendo en cuenta que estamos en los años 50 y no existían ni Internet ni las páginas de contactos.

Y tenemos también a un sindicalista (fijo que de la UGT) que persigue con saña al asesino sádico no se sabe muy bien por qué; y tenemos a un mendigo que, todo ingenuidad él, intenta chantajear al asesino sádico sin caer en la cuenta de que los asesinos sádicos no se andan con chiquitas para estas cosas; y tenemos a un fiscal y un montón de polis que no saben a qué huele la gasolina; me imagino que tamposo sabrán a qué huelen las nubes. En fin, una panda pa mear y no echar gota.

Lo que mola: las escenas de sexo sado no están mal. Ah, y a mí, a diferencia de todo el mundo, me encantó cuando le infla la cara a hostias a Jessica Alba. Incluso la encontré un poco ñoña, la verdad; no entiendo tanto escándalo.

Lo que menos mola: "Una furtiva lágrima"  de fondo mientras el tarado se carga a nomeacuerdoquién. Deplorable y vomitivo. Ahí pegaba un blues, hosstia.

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