sábado, 15 de octubre de 2011

Esencia de mujer, by Martin Brest

Todo iba bien en la película, camino del notable alto, casi del sobresaliente, cuando de repente todo se fue al traste con el Ferrari.

Éste podría ser el principio de una gran novela pero no lo es; sólo es la crónica de una velada cinéfila que prometía ser memorable pero que terminó en tremendo gatillazo. Y sólo por una escena? Pues no, esa escena sólo fue el anuncio de la inminente gran cagada. Después del Ferrari la cosa pareció despegar de nuevo y hasta alcanzar niveles de excelencia, peeeeero... inexorablemente llegó el final. Sinceramente esta película no se merecía ese final alpacinesco, ese monólogo deplorable y aberrinchenado con el que culmina una historia que pudo haber sido brillante y no fue.

Sí, Al Pacino se llevó el Oscar. Estaba cantado: personaje con minusvalía, tremendísimos monólogos a su entero lucimiento, papel inolvidable... Pero será herejía confesar que a mí quien me parece que hace una inconmesurable interpretación es el chico, su partenaire, Chris O'Donnell? Sí, muy probablemente lo sea, pero para mí ese chaval enfrentado al grandísimo, al mejor, al más tremendo, hace un papel de la hostia y se defiende y pelea por su espacio como un campeón. Muy bien, O'Donnell, entre tú y yo, el Oscar te lo merecías tú.

Lo mejor: el tango, y la canción final, "La violetera" de don José Padilla. Todo un rendido homenaje a Mr. Chaplin y a sus "Luces de la ciudad".

Lo peor: la innecesaria y patética escena del Ferrari, y la igualmente innecesaria y mucho más patética escena del "juicio" escolar. Sin esas dos chapuzas, lo habría bordao. Una lástima.

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