lunes, 17 de junio de 2013

El intercambio (Changeling), by Clint Eastwood


Si esto es una historia real yo soy un bote inglés con remos. Esto lo que sí puede que sea es la versión distorsionada y demencial de alguien sobre un hecho real. Porque se parte de un presupuesto totalmente imposible: una madre pierde a su hijo y le devuelven a otro que no es el suyo pero ella al principio lo acepta como si lo fuera, para darse cuenta unos días después de que no, que no es, porque éste está circuncidado y encima mide 8 centímetros menos que el niño auténtico.

En fin, no me creo la historia ni me creo a los personajes ni me creo una sola de las profusas lágrimas que la Jolie expulsa durante el larguíiiiisimometraje. Por muy hecho real en que esto se base me parece que me están intentando colar una gamba completamente maniquea y llena de despropósitos.

Lo más alucinante es que la tía para convencerse a sí misma necesita buscar pruebas. Cualquier madre conoce perfectamente el cuerpo de sus hijos: sus lunares, sus cicatrices, sus manchas, su dentadura... vamos, todas las características físicas personales e intranferibles. Qué posibilidades reales hay de que una madre no reconozca a su hijo después de cinco meses sin verlo. Prácticamente ninguna, además con sólo mirarlo a los ojos. Para saber eso no hace falta ponerse a buscarle los lunares ni medir al niño, por favoooorrr.

En fin, la historia es tan rocambolesca que la coartada del hecho real de poco sirve. Eastwood además decide dibujar unos personajes completamente planos, sin matices ni vericuetos ni fisuras. Unos policías supermalos obsesionados por colar al niño como sea para dejar el caso resuelto y bien cerrado; esa madre coraje dudosa sobre la identidad de su hijo que se pasa toda la película con los ojos como dos bollos, qué derroche de colirio, lavirrrgen... Bueno, y el personaje de John Malkovich, completamente alucinante: el bondadoso predicador que lucha en desigual lid contra el corruptíiiisimo departamento de policía de Los Ángeles y que se convierte en el principal valedor de la Jolie. Sus entradas triunfales en el departamento o en el hospital son de tebeo.

Lo peor son los diálogos, completamente pueriles, como de patio de colegio. "Agente, éste no es mi hijo", "Sí, señora, lo es, es que está usted un poco nerviosa", "Hijo, cómo te llamas", "Me llamo Pepito y ésta es mi mamá", "Llévese usted al niño a casa y ya verá cómo se acostumbra. Pero antes un posado para la prensa. Chicooos, unas fotooooos". Pordiosssssss, Clint, cómo has podido rodar una escena como ésa. Dónde está tu talento. Aunque podría ser que también a nosotros nos hubieran pegado el cambiazo y que éste no sea el auténtico Clint, sino un impostor. A ver, Clint, abre la boca y enséñanos los empastes.

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