El problema de esta película no es lo de viajar en el tiempo hacia atrás para corregir errores, no; eso tiene hasta un pase. El problema está en que el anormal del protagonista viaja en el tiempo para convertir su soporífera y pastelosa vida en algo aún más soporífero y pasteloso.
Vamos, que viaja en el tiempo para declararse a su novia de una forma un poco más asquerosa que la primera vez. O viaja en el tiempo para soltarle a su padre un infumable discurso rebosante de almíbar mucho más repugnante que todo lo que le había dicho anteriormente, que ya de por sí era para hacerse el harakiri.
Y qué me decís de la pobre Rachel McAdams, encasillada ya para siempre en el papel de chica mona de la que se enamora algún imbécil que se pasa las dos horas de película intentando conquistarla sin joder demasiado la marrana. En este caso, para más delito, por partida doble o triple porque el tipo se pasa todo el rato yendo y viniendo a través del tiempo para repetir cada jugada hasta que le sale a su entera satisfacción. Por diossss, cuánta baba, qué horror, qué cruz.
Realmente ha sido una experiencia horrible. Todos en mi casa completamente espantados, a punto de asesinarme. He tenido que soportar vocablos que destilan crueldad, críticas gratuitas muuuy dolorosas e inquietantes miradas llenas de intenciones criminales que acojonarían al mismísimo Harry el Sucio.
El tipo este, Richad Curtis, es un auténtico cabrón. Siempre que veo una peli de este mamarracho tengo serios problemas con mi familia. Me miran todos fatal y yo termino flagelándome por no haberles dejado ver el fútbol o el Chiringuito de Jugones para obligarlos a tragarse esta porquería.
Luego, eso sí, en cuanto termina el engendro, alguien agarra de inmediato el mando y se pasa al Chiringuito; afortunadamente no son rencorosos y olvidan rápido. Pero no puedo evitar pensar que por alguna parte me la tienen guardada.
Vamos, que viaja en el tiempo para declararse a su novia de una forma un poco más asquerosa que la primera vez. O viaja en el tiempo para soltarle a su padre un infumable discurso rebosante de almíbar mucho más repugnante que todo lo que le había dicho anteriormente, que ya de por sí era para hacerse el harakiri.
Y qué me decís de la pobre Rachel McAdams, encasillada ya para siempre en el papel de chica mona de la que se enamora algún imbécil que se pasa las dos horas de película intentando conquistarla sin joder demasiado la marrana. En este caso, para más delito, por partida doble o triple porque el tipo se pasa todo el rato yendo y viniendo a través del tiempo para repetir cada jugada hasta que le sale a su entera satisfacción. Por diossss, cuánta baba, qué horror, qué cruz.
Realmente ha sido una experiencia horrible. Todos en mi casa completamente espantados, a punto de asesinarme. He tenido que soportar vocablos que destilan crueldad, críticas gratuitas muuuy dolorosas e inquietantes miradas llenas de intenciones criminales que acojonarían al mismísimo Harry el Sucio.
El tipo este, Richad Curtis, es un auténtico cabrón. Siempre que veo una peli de este mamarracho tengo serios problemas con mi familia. Me miran todos fatal y yo termino flagelándome por no haberles dejado ver el fútbol o el Chiringuito de Jugones para obligarlos a tragarse esta porquería.
Luego, eso sí, en cuanto termina el engendro, alguien agarra de inmediato el mando y se pasa al Chiringuito; afortunadamente no son rencorosos y olvidan rápido. Pero no puedo evitar pensar que por alguna parte me la tienen guardada.
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