martes, 17 de febrero de 2015

Amor sin control, by Stuart Blumberg

Yo flipo.

Antes, cuando un tío se mataba a pajas se le llamaba pajillero. Ahora no, ahora es un adicto al sexo.

Antes, cuando un tío iba mucho de putas se le llamaba putero. Ahora, no, ahora es un adicto al sexo.

Antes, cuando un tío era infiel y andaba con varias tías a la vez se le llamaba picaflor. Ahora no, ahora es un adicto al sexo.

Antes, cuando un tío miraba las piernas, el culo o las tetas de una tía se le llamaba salido. Ahora no, ahora es un adicto al sexo.

Antes, cuando un tío pensaba en sexo las 24 horas del día se le llamaba simplemente tío. Ahora no, ahora es un adicto al sexo.

Bueno, pues puedo prometer y prometo y a Dios pongo por testigo de que no conozco un solo tío de entre 15 y 45 años que no sea un adicto al sexo, por practicar una o varias de las actividades que he apuntado antes.

Esto de patologizar todos los comportamientos humanos es una práctica que se ha puesto de moda en la sociedad pero que llega a extremos ridículos en algunos casos, como es éste, sin ir más lejos.

A los protagonistas de esta peli para “curarlos” de su “adicción” les obligan a cosas tales como no ver la televisión nunca. Por qué? Ah, pues no sé, quizás por si se ponen a ver algún canal porno. Por la misma regla de tres no se les debería permitir ir al quiosco porque hay revistas porno. Ni ir al cine por si hay algún desnudo o escena erótica. Ni escuchar música, no sea que accidentalmente pongan en la radio “J’taime… moi non plus”. No digamos ya leer un libro, porque podría perfectamente haber algún pasaje más o menos sexual y pa qué queremos más.

Otra cosa que les prohíben es viajar en metro, supongo que por aquello de los roces. Me imagino que, ya puestos, tampoco podrían estar en la cola del paro ni en ningún tipo de bulla, ni conciertos, ni espectáculos deportivos ni nada de nada.

Se supone entonces que para no pajillearse o irse de putas lo que hay que hacer es convertirse en una especie de eremita aislado del mundo con sus constantes tentaciones diabólicas. En fin.

Antes, cuando alguien comía demasiado, se le llamaba comilón o gordo. Ahora no, ahora es un adicto a la comida.

Antes, cuando alguien gastaba demasiado, se le llamaba manirroto. Ahora no, ahora es un adicto a las compras.

Antes, cuando alguien trabajaba demasiado se le llamaba currante. Ahora no, ahora es un adicto al trabajo.

Antes, cuando alguien hacía mucho deporte se le llamaba deportista. Ahora no, ahora es un adicto al deporte.

Antes, cuando alguien veía mucho la televisión se le llamaba muermo. Ahora no, ahora es un adicto a la tele.

El mundo está lleno de gente enferma, adicta a un montón de cosas. En el momento en que haces algo un poco por encima de la media ya eres un adicto y tienes que someterte a terapia para desintoxicarte. Es realmente aterrador.

Conste que no digo yo que no haya gente que a base de practicar algo de forma compulsiva, llegue a afectar negativamente a su vida y que necesite algún tipo de terapia conductual para cambiar de hábitos, pero vamos, de ahí a tratar a todo el mundo como si tuviera un problema de drogas o de alcoholismo va un buen trecho. Muchas veces es simplemente una cuestión de ansiedad que hay que aprender a controlar, pero no tienes que dejar ni de ver la tele ni de ir de compras ni de hacer deporte ni de ir en metro, por diosssssss.

Ya digo que la película roza la ridiculez más absoluta. No sé adónde pretendía ir a parar Blumberg con esta historia pero a mí no sólo no me ha convencido de nada sino que me ha hecho plantearme si los que están enfermos de verdad no serán todos ésos que ven adicciones por todas partes. Una especie de adictos a las adicciones.

Tampoco entiendo qué pinta mi adorado Tim Robbins en esta sarta de despropósitos. Me pasé toda la peli diciéndome a mí misma que jamás lo había visto en un papel tan gilipollesco y teniendo la terrible sensación de que debe de estar mal económicamente o algo así para haberlo aceptado.

Pero creo que de todos los personajes, si cabe, el más patético es el que interpreta Gwyneth Paltrow, el de una “adicta” a la comida sana y al deporte. Aunque yo creo que aquí poco habrá tenido que interpretar porque algo me dice que esa tía es que es así ella misma en la vida real y que no le ha tenido que costar mucho esfuerzo soltar frases prodigiosas e inolvidables tales como “las verduras de distintos colores no deben de mezclarse nunca en el plato”. Aaaaarrrggggg, qué grima, lavirrrrgen.

1 comentario:

  1. A mí, más que picaflor, me gusta usar para definir esa cualidad la bella palabra FOLLAPAVAS.

    Pronuncia en voz alta la siguiente frase y verás qué risa: "McFlanagan ha vuelto a tirarse a su suegra y a sus dos cuñadas en este fin de semana, el muy follapavas".

    (Kowalski y sus comentarios chorras sobre anécdotas y sin leer toda la entrada).

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