miércoles, 11 de marzo de 2015

Loreak (Flores), by José María Goenaga y Jon Garaño

No soy mujer de flores. Nunca me ha gustado que me las regalen ni tampoco he terminado de entender la afición de la gente por ponerlas en un jarrón para verlas marchitarse poco a poco. A mí las flores siempre me han gustado plantadas, nunca cortadas.

Cada día mi tren pasa cerca de un punto en la carretera en el que una cruz y un ramo siempre renovado de flores advierten de que ahí un día murió alguien y de que sus deudos no le olvidan. Normalmente le dedico un pensamiento, un "descanse en paz" o algo al finado. Igual lo hacen por eso, para que todos los que pasemos en el tren nos acordemos de su muerto. En realidad nunca he entendido tampoco ese afán de alguna gente por mantener el recuerdo de las personas difuntas llevándoles flores que también morirán ahí. En definitiva, que no entiendo la cultura de las flores.

Pero también he visto a mi madre llevar cada semana durante años flores a la tumba de mi hermano; y luego vi a mi padre llevarlas a la tumba de mi madre y de mi hermano. Ahora ya nadie lleva flores a la tumba de los tres, salvo el día de los difuntos porque alguien de la familia se acerca por allí. Es una pena pero yo no soy ni de cementerios ni de tumbas ni de flores. Por eso siempre he dicho (y aprovecho para volverlo a repetir, por si alguien no se ha enterado) que cuando muera quiero que donen mi cuerpo a la ciencia y se dejen de visiteos al tanatorio, de jolgorios fúnebres y de parafernalia floral.

"Loreak" (que significa "flores" en euskera) habla de todo esto, y por eso me ha llegado al alma. Dudo que no le llegue a cualquiera que sepa bien lo que es la muerte. "Loreak" además intenta explicar cómo funciona el lenguaje de las flores para algunas personas de ésas a las que yo no entiendo, y cómo a otras nos da un tanto repelús ese idioma secreto que se basa en dejar morir a seres vivos para rememorar a los muertos. O incluso para declarar el amor, lo cual es aún más siniestro. Y a veces hasta para celebrar un nacimiento, para celebrar la vida, se mandan flores casi muertas. Que sí, que son muy bonitas y muy decorativas, pero hossstia, que se mueren ante tus ojos. Qué espectáculo, no? Quién lo entiende? Joder, que me lo expliquen.

En fin, ésta es una historia sobre mujeres y casi que para mujeres. Y sin embargo los directores son dos hombres. Increíble lo que han tenido que observar, analizar y entender Jon Garaño y José María Goenaga el mundo del luto y de las flores para llegar a concebir esta historia de lutos, de mujeres y de flores.

Y qué tres pedazo de personajes los de Ane, Tere y Lourdes. Si yo fuera actriz mataría por uno de esos papeles. Me da igual el que sea: el de la que recibe flores sin saber de quién (prodigiosa Nagore Aranburu); o el de la madre que pierde al hijo y le lleva flores a ese kilómetro X porque cree que nadie muere mientras no le olvidan (por cierto, paradójico y fascinante el final del personaje); o el de la viuda que quiere pasar página y tirar palante, pero que tampoco consigue olvidar.

Aunque sea una peli de mujeres me quedo con el personaje casi elíptico de Beñat, porque yo, como él, quiero una post-muerte sin aspavientos, sin velatorios, sin tumbas, sin cenizas y sin flores. Yo también quiero un saco de plástico en alguna Facultad de Medicina, un montón de estudiantes que se choteen de mí mientras me abren y me cierran una y otra vez y además me encantaría que se quedaran con mi bonito esqueleto para ilustrar las clases de Anatomía y que bailaran todos con mis huesos en las fiestas de fin de curso. Sería un buen final para una buena vida.

Ps. Por cierto, al no conocer el lenguaje de las flores se me escapa un detalle. Si alguien ve la peli, esas últimas flores en la curva de Beñat, que no se parecen en nada a todas las otras flores que le han estado poniendo antes, significan algo? Me da la impresión de que es un mensaje oculto para los que entienden ese enigmático idioma. En fin, ahí lo dejo.

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