martes, 12 de mayo de 2015

El húsar en el tejado, by Jean-Paul Rappeneau

Es verdad que en las películas de aventuras no se deben esperar grandes alardes de inteligencia ni demasiada coherencia argumental, y debe estar una preparada para que todas las casualidades del mundo puedan darse, siempre a beneficio del protagonista, para que las balas jamás le den a él aunque las suyas acierten todas en el blanco, y para que su caballo siempre corra más que el del enemigo. Pero eso es una cosa y otra muy distinta que cojas a los dos tontos más rematadamente tontos de la Tierra, los pongas a hacer una gilipollez detrás de otra y a meterse en todos los berenjenales habidos y por haber, y que todo les salga bien, mientras a su alrededor todo el mundo muere como chinches.

Olivier Martínez, que es un tío innegablemente guapísimo, interpreta aquí a un joven militar rebelde italiano con un toquecito de retraso mental importante, a juzgar por las gilipolleces que dice y hace a lo largo de todo el film. Pero mucho peor es la cosa cuando conoce casualmente al personaje interpretado por Juliette Binoche, que es si cabe aún más memo, con esa memez típicamente femenina que se confunde con arrogancia y orgullo de mujer pero que es mera y simple capullez.

Y así, ambos deciden hacer el camino juntos, aunque a Binoche de vez en cuando le da un volunto y le suelta al muchacho que ella puede seguir sola, y se indigna tremendamente cuando él se ofrece caballerosamente a seguir acompañándola. Entonces ella se pone muy tiesa y muy digna y le espeta tal que así: “Acaso me crees incapaz de conseguirlo yo sola? Crees que una mujer no puede defenderse de los peligros del mundo sin la ayuda de un hombre?”

Y tras este ataque de patético y absurdo feminismo decimonónico, se va muy orgullosa y con la cabeza bien alta. Naturalmente a los cinco minutos tiene que aparecer con su melena al viento Martínez a salvarla, unas veces de los cuervos que pretenden devorarla, otras veces de los desaprensivos que intentan timarla por el camino, y otras del mismo ejército francés, que para más inri, los persigue a los dos. La tía venga a chillar y el otro venga a correr en su ayuda. Total, que al pobre Olivier, además de tener que aguantar estoicamente los desplantes de la Binoche, encima le ha tocado el dudoso honor de tener que sacarla de apuros cada dos por tres.

En fin, estas historias son así y no dan para más. Tampoco el tipo de público afín a ellas es demasiado exigente. Y Jean-Paul Rappeneau se limita a hacer una peli entretenida de aventuras, que además en su día tuvo bastante éxito de público, que lo entiendo, pero también de crítica, que esto ya lo entiendo menos. Por no hablar de que me parece insoportablemente larga. 124 minutos para contar este rollo son claramente excesivos. Qué pereza!

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