No se puede negar que “Magical girl” es una película inquietante, que atrapa, perturbadora, casi hipnótica. Reconozco que me pasé buena parte del metraje sin apartar la vista de la pantalla y aguantándome las ganas de ir al baño porque no quería perder detalle.
Sin embargo, al igual que no tengo reparo en admitir esto, he de decir que el regusto final es el de una obra incompleta. Es como si Carlos Vermut no tuviera el menor interés en resolver los enigmas que ha ido planteando, o lo que es peor, como si no hubiera sabido cómo resolverlos. El caso es que cosas fundamentales de la historia quedan al final sin explicar; es más, es que prácticamente se obvian, y sin embargo, la impresión es que eran fundamentales para entender qué es lo que ha estado pasando.
Por ejemplo, alguien se ha enterado de qué es lo que pasó entre Damián y Bárbara para que él tenga esa obsesión por ella y para que haga todo lo que hace? Porque mucho me temo que ésa es la clave de toda la película pero todavía no he visto en ninguna crítica a nadie que sepa explicar qué pasa ahí. Cómo se puede dejar la clave de un misterio así en el aire. Y cómo se puede premiar a un director que hace justamente eso.
No, Vermut, eso no está bonito. Tú no puedes tener a un montón de espectadores fascinados con la historia que les estás contando para dejarlos al final con esa sensación de tomadura de pelo que, por desgracia, es tan frecuente en el cine actual. Las películas no pueden quedar con cabos sueltos; todas las pistas que se han ido dando en el guión tienen que tener un sentido porque si no sencillamente sobran, y en tu película, Vermut, sobran muchos de esos cabos que al final dejas sin atar, a la buena de Dios.
Por eso, sin dejar de reconocer que tu historia es original y que aporta frescura al panorama cinematográfico patrio, y sin dejar de restar mérito a tus actores (maravillosa y fascinante Bárbara Lennie, conmovedor el viejo Sacristán), no tengo más remedio que decirte, querido Vermut, que tu “Magical girl” al final se queda en una simple, monda y lironda “Magical shit” como la copa un pino. Y que yo, más que darte la Concha de Oro, después de ver el final y quedarme con la boca bien abierta y la mandíbula patéticamente colgante, te habría soltado un contundente y enérgico “¡¡¡¡¡La concha tu madre!!!!!”.
Sin embargo, al igual que no tengo reparo en admitir esto, he de decir que el regusto final es el de una obra incompleta. Es como si Carlos Vermut no tuviera el menor interés en resolver los enigmas que ha ido planteando, o lo que es peor, como si no hubiera sabido cómo resolverlos. El caso es que cosas fundamentales de la historia quedan al final sin explicar; es más, es que prácticamente se obvian, y sin embargo, la impresión es que eran fundamentales para entender qué es lo que ha estado pasando.
Por ejemplo, alguien se ha enterado de qué es lo que pasó entre Damián y Bárbara para que él tenga esa obsesión por ella y para que haga todo lo que hace? Porque mucho me temo que ésa es la clave de toda la película pero todavía no he visto en ninguna crítica a nadie que sepa explicar qué pasa ahí. Cómo se puede dejar la clave de un misterio así en el aire. Y cómo se puede premiar a un director que hace justamente eso.
No, Vermut, eso no está bonito. Tú no puedes tener a un montón de espectadores fascinados con la historia que les estás contando para dejarlos al final con esa sensación de tomadura de pelo que, por desgracia, es tan frecuente en el cine actual. Las películas no pueden quedar con cabos sueltos; todas las pistas que se han ido dando en el guión tienen que tener un sentido porque si no sencillamente sobran, y en tu película, Vermut, sobran muchos de esos cabos que al final dejas sin atar, a la buena de Dios.
Por eso, sin dejar de reconocer que tu historia es original y que aporta frescura al panorama cinematográfico patrio, y sin dejar de restar mérito a tus actores (maravillosa y fascinante Bárbara Lennie, conmovedor el viejo Sacristán), no tengo más remedio que decirte, querido Vermut, que tu “Magical girl” al final se queda en una simple, monda y lironda “Magical shit” como la copa un pino. Y que yo, más que darte la Concha de Oro, después de ver el final y quedarme con la boca bien abierta y la mandíbula patéticamente colgante, te habría soltado un contundente y enérgico “¡¡¡¡¡La concha tu madre!!!!!”.
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