Durísima película del argentino Pablo Trapero sobre el día a día en una barriada marginal bonaerense. La historia se centra en el trabajo de unos cuantos curas con la gente que habita en tan desolador paisaje.
La fealdad de las imágenes es realmente impactante: calles estrechas y laberínticas llenas de charcos y mierda, perros vagabundos lisiados, niños sucios, mujeres y hombres embrutecidos, la violencia de las bandas, viviendas paupérrimas, jóvenes atontados por la droga… Vamos, que para pasar un buen ratito no es la película.
Pero en ese entorno demoledor milagrosamente aparecen siempre esas almas blancas que hacen que el mundo sea un poco más soportable. Ricardo Darín y Jérémie Renier interpretan a los dos curas que se rompen el culo intentando llevar algo de esperanza a esa gente que sólo ha conocido la pobreza y la indiferencia de las autoridades, a las que lo único que importa es que no monten demasiado follón y que estén lo más adocenados posible.
Cine social de calidad, impecable técnicamente, con una cámara ágil que va recorriendo los tortuosos callejones del barrio sin compasión ni concesión ninguna a lo comercial.
Como tema de fondo, la fe y la vida religiosa. La calma chicha de la alta jerarquía eclesiástica en contraposición con la desesperación de los que conviven a diario con el drama humano en estos lugares siniestros dejados de la mano de dios. Un verdadero homenaje a aquéllos que dedican su vida a intentar hacer algo más llevadera la de los parias del mundo. Chapeau, Trapero.
La fealdad de las imágenes es realmente impactante: calles estrechas y laberínticas llenas de charcos y mierda, perros vagabundos lisiados, niños sucios, mujeres y hombres embrutecidos, la violencia de las bandas, viviendas paupérrimas, jóvenes atontados por la droga… Vamos, que para pasar un buen ratito no es la película.
Pero en ese entorno demoledor milagrosamente aparecen siempre esas almas blancas que hacen que el mundo sea un poco más soportable. Ricardo Darín y Jérémie Renier interpretan a los dos curas que se rompen el culo intentando llevar algo de esperanza a esa gente que sólo ha conocido la pobreza y la indiferencia de las autoridades, a las que lo único que importa es que no monten demasiado follón y que estén lo más adocenados posible.
Cine social de calidad, impecable técnicamente, con una cámara ágil que va recorriendo los tortuosos callejones del barrio sin compasión ni concesión ninguna a lo comercial.
Como tema de fondo, la fe y la vida religiosa. La calma chicha de la alta jerarquía eclesiástica en contraposición con la desesperación de los que conviven a diario con el drama humano en estos lugares siniestros dejados de la mano de dios. Un verdadero homenaje a aquéllos que dedican su vida a intentar hacer algo más llevadera la de los parias del mundo. Chapeau, Trapero.
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