miércoles, 29 de enero de 2014

La parte de los ángeles, by Ken Loach

Ken Loach, el cineasta social por antonomasia, contraataca. En esta ocasión con un delincuente con tremendas orejas de soplillo que busca la redención a través del whisky. Comorrrrrrrrr, dirá alguno. Tranquilos, que no cunda el pánico; no es que el muchacho se ponga ciego de whisky para redimirse de su pasado delictivo sino que se hace experto catador. Por lo visto aparte de las orejas dumbonianas el chaval goza de una nariz milagrosa con el don del olfato whiskero.

Y así nuestro muchacho, auspiciado por una especie de ángel de la guarda representado en la figura de un señor gordo aficionado a los destilados, se convierte en un fenómeno de la cata whiskera y va por ahí olisqueando vasos con el mismo entusiasmo olfativo con el que los perros olisquean los culos de otros perros.

Y del mismo modo que en Full Monty aquel grupo de parados sin oficio ni beneficio ni futuro salían de la depresión mediante el streaptease, esta panda de choricillos de medio pelo se solazan e intentan escapar de la miseria entre vapores etílicos. Un método ciertamente peligroso que yo no extendería demasiado, por si acaso. Que de la cata a la papa puede haber un paso.

Una vez más Ken Loach y Paul Laverty, su guionista de cabecera, apuestan por las segundas oportunidades y nos obsequian con esta simpática historia que tal vez no sea una de sus mejores películas pero que se ve con agrado y vuelve a dejarnos con esa sonrisa bobalicona con la que ya nos dejaron en trabajos anteriores como “Buscando a Eric”. Vamos, que mola. Y con un whisquito en la mano todavía más.

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