lunes, 20 de enero de 2014

Quédate a mi lado, by Chris Columbus

Lo siento pero yo soy una clásica: a mí las madrastras me gustan malas y a ser posible feas. Qué coño es esto de colarnos por to el morro a una madrastra guapa, buena, talentosa y encantadora. Pero a dónde vamos a ir a parar, señorrrr.

Sin embargo hay otro clásico que en esta película sí se cumple: tipo en la cuarentena que cambia señora de su misma edad por novia veinte años más joven. Pues mira, Chris Columbus, si te pones a contarme una historia de las de toda la vida no me jodas después e intentes innovar con lo de la madrastra buena. E-xi-jo una madrastra hijadeputa que esté hasta el moño de los hijos incordio del marido vejestorio. E-xi-jo un respeto a las tradiciones sobre las que se sustenta nuestra cultura.

Bueno, pues no. Tenemos a Susan Sarandon haciendo de madre moribunda y, ella sí, cumpliendo con lo que es una madre de toda la vida: cariñosa, amante de sus hijos, sacrificada, doliente… La madre-madre que todos tenemos o hemos querido tener. Pero luego nos meten a una Julia Roberts de madrastra, con su sonrisa más espléndida, todo dientes. Una madrastra que da buenos consejos a los niños, que los quiere y se divierte con ellos, y que encima, como es una fotógrafa de talento, se pasa la vida haciéndoles fotos chulis. En definitiva, con una madrastra así quién coño necesita una madre.

Vamos, que parece que los niños al final están deseando que la madre la palme de una vez para disfrutar ellos ya a gusto con la madrastra guapa y simpática con la que se lo pasan pipa, que ya está bien de madre encamada que sólo da trabajo y penilla, coñññño ya. 

Y luego está el papelón de Ed Harris, el marido cuarentón con novia veinteañera, al que vemos un ratillo al principio y que ya prácticamente no vuelve a aparecer hasta la escena final, con cara de póker, como diciendo: y yo qué pinto aquí. Y la verdad es que no pinta nada porque los niños pasan de él como de la mierda y tanto la ex como la nueva pasan exactamente igual. Aquí las dos reinonas son ellas, que pugnan por ver cuál es la que más mola, la que tiene más buen rollo y la más guay.

Y sinceramente, a ratos las dos son exactamente igual de asesinables, tanto la moribunda madre Sarandon como la exultante madrastra Roberts. Por no hablar de los niños, diossss mío, qué par de abominables criaturas. Pero quién no querría morirse con tal de perder de vista a semejantes dos monstruos rebosantes de almíbar, por el amor de dios.

2 comentarios:

  1. "Y sinceramente, a ratos las dos son exactamente igual de asesinables, tanto la moribunda madre Sarandon como la exultante madrastra Roberts. Por no hablar de los niños, diossss mío, qué par de abominables criaturas. Pero quién no querría morirse con tal de perder de vista a semejantes dos monstruos rebosantes de almíbar, por el amor de dios."

    ¿Tú lees lo que escribes? Es evidente que estás como una regadera pero no esperaba que llegases hasta tal punto. Ya has llegado, enhorabuena.

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  2. Pues muchas gracias por tu felicitación.

    Las regaderas me parecen entes casi perfectos en su idiosincrasia.

    De hecho llevo toda la vida intentando parecerme a una regadera.

    Me alegra saber que lo he conseguido.

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