Miss Daisy es una vieja rácana, maleducada, irrespetuosa, suspicaz, intransigente, caprichosa, gruñona y completamente asesinable. Para tratar con ella hay que armarse de valor y paciencia y estar dispuesto a soportar todas las humillaciones habidas y por haber que a ella se le ocurra infligir.
Como Miss Daisy está muy mayor para conducir, su abnegado hijo decide contratar a un chófer para que lleve y traiga a su mamá de un lado a otro. Pero en lugar de buscarse un conductor joven y fornido capaz de cargar con todos los mandatos más o menos caprichosos de la señora, va y contrata a un abuelillo casi tan viejo como la dama, pero lo suficientemente sumiso y obediente como para callar y soportar estoicamente los constantes exabruptos y salidas de tono de la señora.
Es opinión mayoritaria la de que Bruce Beresford con esta película hace una especie de canto a la amistad entre personas mayores, pero yo aquí lo único que veo es una relación totalmente desigual entre una dama judía rica y déspota y su complaciente y servil empleado negro. Que con el tiempo se van tomando cariño mutuamente (por difícil que sea tomarle cariño a una mujer de esas características) y terminan siendo casi amigos? Pues sí, pero eso es normal en las relaciones laborales más o menos largas, aunque en ningún momento deje de quedar claro quién manda aquí y quién es el que obedece órdenes.
Puede parecer que con los años y los lógicos achaques de la edad Miss Daisy se convierte en un personaje entrañable, pero para mí lo único que ocurre es que cada vez se va volviendo más dependiente, por lo que se ve obligada sí o sí a moderar sus formas abruptas. No simpatizo en ningún momento con el personaje, del mismo modo que no simpatizo con Pinochet o con Franco, por mucho que a su muerte fueran unos abuelitos encantadores incapaces de matar a una mosca. Me basta con saber lo cabrones que fueron en sus años mozos para verlos en su vejez como lo que eran, dos viejos hijosdeputa y punto.
Esta historia habría estado genial si el chófer hubiera terminado asesinando a hachazos a la insoportable Miss Daisy. Me hubiera encantado ver transformarse a Morgan Freeman de ese dócil criado siempre dispuesto a cumplir los caprichosos deseos de su señora en un psicópata sanguinario ávido de venganza. Y Jessica Tandy habría estado estupenda en el papel de vieja acojonada por la amenaza de su otrora fiel vasallo. Pero como eso no ocurre y el final conduce al consabido mensaje “los caminos de la amistad son inescrutables”… pues dejo mi crítica en un simple “peli lacrimógena que se deja ver”, y se acabó.
Como Miss Daisy está muy mayor para conducir, su abnegado hijo decide contratar a un chófer para que lleve y traiga a su mamá de un lado a otro. Pero en lugar de buscarse un conductor joven y fornido capaz de cargar con todos los mandatos más o menos caprichosos de la señora, va y contrata a un abuelillo casi tan viejo como la dama, pero lo suficientemente sumiso y obediente como para callar y soportar estoicamente los constantes exabruptos y salidas de tono de la señora.
Es opinión mayoritaria la de que Bruce Beresford con esta película hace una especie de canto a la amistad entre personas mayores, pero yo aquí lo único que veo es una relación totalmente desigual entre una dama judía rica y déspota y su complaciente y servil empleado negro. Que con el tiempo se van tomando cariño mutuamente (por difícil que sea tomarle cariño a una mujer de esas características) y terminan siendo casi amigos? Pues sí, pero eso es normal en las relaciones laborales más o menos largas, aunque en ningún momento deje de quedar claro quién manda aquí y quién es el que obedece órdenes.
Puede parecer que con los años y los lógicos achaques de la edad Miss Daisy se convierte en un personaje entrañable, pero para mí lo único que ocurre es que cada vez se va volviendo más dependiente, por lo que se ve obligada sí o sí a moderar sus formas abruptas. No simpatizo en ningún momento con el personaje, del mismo modo que no simpatizo con Pinochet o con Franco, por mucho que a su muerte fueran unos abuelitos encantadores incapaces de matar a una mosca. Me basta con saber lo cabrones que fueron en sus años mozos para verlos en su vejez como lo que eran, dos viejos hijosdeputa y punto.
Esta historia habría estado genial si el chófer hubiera terminado asesinando a hachazos a la insoportable Miss Daisy. Me hubiera encantado ver transformarse a Morgan Freeman de ese dócil criado siempre dispuesto a cumplir los caprichosos deseos de su señora en un psicópata sanguinario ávido de venganza. Y Jessica Tandy habría estado estupenda en el papel de vieja acojonada por la amenaza de su otrora fiel vasallo. Pero como eso no ocurre y el final conduce al consabido mensaje “los caminos de la amistad son inescrutables”… pues dejo mi crítica en un simple “peli lacrimógena que se deja ver”, y se acabó.
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