jueves, 28 de enero de 2016

Recursos humanos, by Laurent Cantet

Vaya por delante que soy una persona de izquierdas y además muy orgullosa de ello. Y sin embargo debo reconocer que no entiendo demasiado el planteamiento de esta película, que supuestamente es reivindicativo y progresista, aunque a mí me parece una auténtica antigualla.

Tal vez sea porque en realidad ese planteamiento ha quedado completamente obsoleto en los años que han transcurrido desde el rodaje hasta hoy, sobre todo a partir de la crisis que hemos venido padeciendo los 6 últimos años, durante la que todo ha cambiado radicalmente: las relaciones laborales, el concepto de estabilidad en el empleo y de estabilidad personal… todo.

Y claro, en este nuevo contexto en el que ya no se concibe el trabajo para toda la vida (salvo en la administración), en el que las relaciones entre asalariados y empresarios distan mucho de la familiaridad y la prolongación en el tiempo de aquellos días y en el que mucha gente tiene que buscarse la vida como autónoma para poder acceder al mundo del trabajo e incluso emigrar a otros países para trabajar en total precariedad, la situación que se plantea en esta película queda como muy viejuna.

Yo al menos no la entiendo. En la empresa donde trabaja el padre del protagonista se va a hacer una reducción de plantilla que se limita a los trabajadores mayores, que además van a percibir una buena indemnización, cosa que en los tiempos actuales no veremos jamás la inmensa mayoría de nosotros.

Para más inri el trabajo es una puta mierda; es una fábrica de estas de producción en cadena en la que cada cual se dedica en exclusiva a una máquina y se pasa el día metiendo piezas y dándole a una palanca. Una dos tres cuatro cinco seis… y así hasta dos mil o cuatro mil al día. Que no digo yo que no sea una forma muy digna de ganarse la vida pero vamos, como para ir a currar pegando saltos de alegría no es precisamente.

Y si una persona a la que le quedan pocos años para jubilarse tiene la oportunidad de prejubilarse o de ir un par de años al paro recibiendo una buena indemnización con la que montar un pequeño negocio o invertir en algo que le permita vivir más o menos bien hasta el momento de la jubilación… cuál es el problema? Dejar de levantarte tempranísimo cada día para alienarte  en una cadena de montaje en la que tú simplemente eres unos brazos que meten la pieza en su sitio para empezar a vivir una vida un poco más grata y digna… esa es la gran tragedia de este hombre?

Ya digo que no entendí casi nada de la película y que me pareció como de otros tiempos, de hace mil años, cuando la gente nacía y moría en la misma empresa y los trabajos casi pasaban de padres a hijos. Las exigencias de la sindicalista me daban hasta risa porque hoy en día si llegas a una empresa en ese plan, poniendo los cojones encima de la mesa y tratando al empresario a grito limpio, se pueden descojonar en tus narices y ya te puedes estar dando media vuelta y largándote a tu casita.

En fin, no comparto en absoluto el entusiasmo de buena parte de las críticas con respecto a la película. No dudo de las buenas intenciones proletarias y sindicales de Laurent Cantet pero todo eso ha quedado tan atrás, sin que además los sindicatos hicieran gran cosa para evitarlo y beneficiándose además ellos bastante de la situación que se había creado, que ya no tiene ningún sentido volver a aquello más que en plan de curiosidad histórica.

En unos tiempos en los que se está replanteando prácticamente todo en el mundo del trabajo, el papel de los sindicatos, la negociación colectiva, la huelga como método de protesta… esta película suena a algo casi medieval. Dan ganas de decirle a Cantet: pero hombre, usted de dónde ha salido? Y claro, es que esto fue rodado en 1999, y quién se acuerda ya de cómo eran entonces las cosas. Yo muy vagamente, como de mi primera comunión, que recuerdo que la hostia se me quedó pegada al paladar y no había manera de despegarla pero poco más. Pues esto igual.

De todas formas tiene mérito rodar una película en la que no hay apenas actores profesionales. Aparte del jovencísimo Jalil Lespert, que hace un muy buen trabajo por el que se llevó el César al mejor actor revelación ese año, el resto son gente normal de la calle, por cierto bastante deteriorada físicamente (los padres parece que tienen 70 años), con toda probabilidad a causa de una vida de mierda muy parecida a la que se cuenta en la película y que por lo visto para el viejo, a juzgar por la depre que se pilla a causa del despido, debe de ser la hostia.

miércoles, 27 de enero de 2016

Crash, by David Cronenberg

Si algo no se le puede negar a Cronenberg es su capacidad para rodar historias desasosegantes e hipnóticas al mismo tiempo. En este caso tan desasosegante e hipnótica como la imagen de un accidente de coche.

En Crash Cronenberg lleva a cabo unas mezclas visuales difíciles de digerir por el espectador: metal y carne, muerte y sexo, sangre y semen, asco y morbo. Una historia un tanto demencial en la que una serie de tarados obtienen placer sexual mediante la observación y reproducción de accidentes de tráfico a la par que consideran un desguace el sitio ideal para practicar sexo.

Y sin embargo, el director hace tan magistralmente esa mezcla intercalando escenas de horror visual con otras altamente eróticas que yo creo que si se hiciera una encuesta entre los espectadores para comprobar qué porcentaje se ha excitado viendo la película saldría una importante cantidad de síes.

Y en los tíos yo creo que llegaría casi al 100%. Porque es difícil no excitarse ante imágenes como la de James Spader y Deborah Kara Unger follando en la cama mientras verbalizan sus fantasías sexuales. Es más, es casi imposible no excitarse simplemente mirando a Unger, que es en sí misma una tía que desprende sexualidad por todos sus poros. O con la escena del polvo en el autolavado. O con la de sexo entre Unger y Rosanna Arquette con sus ortopedias varias, pero que no deja de ser una tía preciosa y muy sensual. O sin ir más lejos, con la primera imagen de Unger follando con la cara pegada al morro del avión, en la que que casi se puede sentir el contraste entre el frío del metal y la calentura de ella.

En fin, Cronenberg nos invita a una danza macabra de sensaciones contrapuestas, y así vamos pasando del asco y el horror a la excitación y al morbo casi sin darnos cuenta, y vuelta atrás. Algo que si te lo cuentan a priori te parecería imposible pero que, para tu estupor y hasta tu espanto, ocurre realmente.

Cuesta criticar positivamente una película que provoca tanto rechazo emocional, pero también es obligado hacerlo si se evalúa desde la honestidad. Porque es un verdadero puñetazo en el estómago, algo que impacta con fuerza y revuelve las tripas, pero que al mismo tiempo hace que nos planteemos profundamente cómo funciona nuestra mente y cuáles son los mecanismos que controlan nuestras emociones. Y eso, señores, para bien o para mal, se llama CINE.





lunes, 25 de enero de 2016

El cartero (y Pablo Neruda), by Michael Radford

Ésta es una de esas críticas por las que seré tachada fijo de palurda, cardo borriquero, cabrona sin sentimientos ni corazón y todas esas cosas con las que a veces se llena mi buzón de indignados comentarios de lectores igualmente indignados. Ni que decir tiene que sé positivamente que será bombardeada a negativos y que lucirá radiante a la cola de todas las críticas como lo peor de lo peor. Pero qué se le va a hacer, la honestidad brutal es lo que tiene.

Yo no sé si soy la única persona en el mundo que ha visto esta película y además de parecerle el cartero un tipo bastante plasta y tontorrón, detecta cierto toque paternalista en la supuesta hermosa amistad entre el poeta y el señor este. Sé que esto va a hacer pupita porque encima luego he sabido que el actor que lo interpreta, Massimo Troisi, aguantó a duras penas el rodaje padeciendo una enfermedad mortal, y de hecho falleció justo al día siguiente de terminar de rodar; pero a pesar de que me consta que esto ya me define irremediablemente como hijaputa entre las hijaputas, a mí ni su personaje me conmueve ni su interpretación me encandila; más bien al revés, el personaje me irrita y me pone de los nervios y el actor me parece bastante normalito. Ya sé que está feo decir esto de un difunto pero es lo que pienso.

El cartero incluso me parece un pelín borderline, con todos mis respetos hacia las personas que padecen este trastorno. Y si no fuera porque por lo visto soy la única que ha apreciado estos matices, yo hasta juraría que el poeta se chotea un pelín del muchacho. Pero vamos, que si no se chotea, por lo menos lo que sí es evidente es que lo trata como a un niño pequeño. Pongamos como ejemplo la escena en la que Neruda recibe la grabación de sus amigos chilenos y le dice al cartero tal que así: “Anda, diles a mis amigos las cosas bonitas que hay en tu isla”. Y claro, naturalmente al hombre, que no ha mostrado tener demasiadas luces en ningún momento, solo se le ocurre decir “Beatrice”.

Y por cierto, hablando de la tal Beatrice, a nadie más que a mí le ha llamado la atención el hecho de que, tratándose de una señora extremadamente voluptuosa, curvilínea,  sensual y, digámoslo claro, buenorra, el cartero en ningún momento muestre interés sexual alguno hacia ella, sino más bien una especie de amor espiritual y puro cual si realmente se tratase de la etérea Beatrice de Dante, con la que Neruda, en su afán de poetizarlo todo, pretende compararla? No sé, a nadie más le ha llamado la atención que no le mire admirativamente las tetas o el culo, que es exactamente lo que cualquier espectador con ojos, Neruda incluído, habría mirado primeramente en esa muchacha?

En fin, me parece una película altamente hipócrita, no sé si porque la novela en la que se basa ya lo era o porque el director, Michael Radford, en su adaptación consigue que lo parezca. Se disfraza una relación paternalista y claramente desigual de hermosa amistad entre almas limpias y nobles. Yo más bien lo que veo es un ego importante en el poeta, que se siente halagado por la admiración incondicional que despierta en el cartero semianalfabeto. Tengamos en cuenta que el artista está recluido en una isla en la que solo puede gozar de las extasiadas miradas de su esposa, que por cierto se pasa la vida luciendo modelazos y peinados impecables y bailando con él y llamándole “amor”. Con este panorama tampoco le viene mal la compañía de otra persona ante la que poder lucir sus excelsas cualidades líricas.

Que soy malvada, perversa, mal pensada, retorcida... vale. Pero que a mí eso de la hermosa amistad en isla idílica… pues que no me ha colado. Hala, ya podéis tirar a matar.

viernes, 22 de enero de 2016

Bajo sospecha, by Stephen Hopkins

Me recomienda un amigo esta película y me comenta que le encuentra cierto parecido con “El juramento” de Sean Penn, que en su día me pareció un film fascinante. Además, por si ese anzuelo no fuera suficiente, los protagonistas son dos de mis actores favoritos, Gene Hackman y Morgan Freeman. La idea de ver frente a frente a este par de monstruos hace que no lo dude ni un momento. Me tiene que gustar seguro.

Bueno, pues no. Tremendo planchazo. Con un guión de corte eminentemente teatral Stephen Hopkins realiza este remake de una peli francesa que no he visto, basada a su vez en una novela que tampoco he leído, por lo que no puedo calibrar si las deficiencias se deben a una dirección fallida, a un guión mal adaptado o a que simplemente la historia no hay por dónde pillarla.

La cosa va de un tenso interrogatorio entre un policía veterano (Freeman) y un abogado millonario sospechoso de la violación y asesinato de dos niñas (Hackman). Como digo, todo muy teatral. El escenario es una calle y a un lado un club en el que se está celebrando una cena benéfica en la que Hackman debe dar un discurso y al otro la comisaría donde el sospechoso está siendo interrogado. Y en medio de la calle una especie de fiesta de carnaval. Y por si esto fuera poco, de fondo, una impresionante Monica Belluci poniendo morritos y paseándose de un lado a otro con andares de hembra en celo y mirada de tigresa. Aaaaarrrrggggg!

Salvo algunos diálogos salvables, la mayoría de la conversación entre el policía y el sospechoso me parece totalmente forzada. Las situaciones lo mismo. Partiendo además de la base de que ningún millonario del mundo consentiría ni la mitad de las preguntas que le hacen, ni el trato, que roza lo vejatorio, ni la presión psicológica sin pedir de inmediato un abogado.

Y mientras el policía y el abogado se enzarzan en una dialéctica completamente absurda y además imposible de creer, la señora Bellucci pasea con descaro su insultante belleza por la fiesta en la que su marido debería dar su discurso y por la comisaría donde le están interrogando. Bellucci no solo es tremendamente preciosa sino que encima lo sabe y lo luce con orgullo, pero sinceramente, sus dotes interpretativas dejan bastante que desear. Y esto se nota muchísimo más al lado de dos fieras como Freeman y Hackman, por más que el último esté bastante sobreactuado, lo que no es habitual en él. Pero es que el papel casi lo pide a gritos.

En fin, y para remate del despropósito al final la cosa da un giro inesperado que ha dado lugar a las más demenciales conclusiones e interpretaciones en las críticas que he estado leyendo. A mí también se me han ocurrido unas cuantas explicaciones, a cuál más surrealista y desnortada, pero paso de soltarlas porque me da pereza y porque, sinceramente, la película no las merece.

jueves, 21 de enero de 2016

Las malas hierbas, by Alain Resnais

- Interesante.

- La hossssstia, chaval, qué peliculón.

- Sobre todo el final.

- Genial lo del gato y las golosinas.

- Vaya que sí. Es Alain Resnais, un maestro.

- Y qué fotografía, macho.

- Y la actriz del estropajo... digo pelo... fantástica.

- Sabine Azéma, qué mujer, quién la pillara.

- Y qué puesta en escena, madre mía.

- Una película inolvidable, en efecto.

- Pero oye, lo del gato y las golosinas lo mejor.

- Bueno, es que ahí ha partido la pana. Qué momentazo.

- Y además la encuentro muy romántica.

- Superromántica. Ella se ve que está coladita.

- Y la mujer de él, qué encanto de persona.

- Los diálogos geniales.

- Y el vestuario qué me dices.

- Una locura. No me extrañaría que lo firmara Dolce Campana.

- Bueno, y la música... qué pasada.

- Sí, es la hostia. Esto es por lo menos de Cannes.

- Y de Césares a punta pala.

- Lo va a petar.

- Normal, es que Resnais es Resnais.

- Ya te digo.

- Bueno, lo dices tú o lo digo yo?

- Huuuummmm... los dos a la vez.

- Pedazo de mierrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrdaaaaaaaaaa!

- Ufffff, qué a gusto me he quedao, tú.

- Pos anda que yo.


miércoles, 20 de enero de 2016

Quiéreme si te atreves, by Yann Samuell


Una vez más la puta que vive en mí y su enemiga íntima, la hijaputa que también vive en mí, que se llevan casi tan bien como los dos protagonistas de esta película, vuelven a embarcarse en una acalorada discusión cinematográfica.

Os recuerdo que la puta es P y la hijaputa H, y aquí juegan al perverso juego de la película, al “Te atreves o no te atreves”:

P: Te atreves a decir que la peli te ha gustado?

H: Me atrevo. Lo he flipado. Estos dos son más hijoputas que yo de aquí a Lima.

P: Te atreves a decir que te mola ese amor loco?

H: Me atrevo. De qué y de cuándo el amor puede ser cuerdo, estamos locos o qué?

P: Te atreves a decir que te ha gustado el final horripilante de la película?

H. Me atrevo. De hecho es lo mejor; era el final redondo, el que lo cuadra todo.

P: Te atreves a decir que te parece sana la relación entre estos dos?

H: Me atrevo. No hay nada más sano que putear a los demás cuanto más mejor.

P: Te atreves a decir que serías capaz de hacer las cosas que hace Marion Cotillard?

H:  Me atrevo. De hecho, te miro y me entran ganas de hacerte unas cuantas.

P: Te atreves a decir que te han gustado también los dos niños actores?

H: Me atrevo. Me han encantado, eso sí, para asesinarlos y comérmelos calentitos.

P: Te atreves a decir que te pone lo del jueguecito del tren?

H: Me atrevo. De hecho si pudiera te pondría a ti en la vía, so incordio.

P: Te atreves a decir que no estás como una puta cabra?

H: Me atrevo. La puta cabra eres tú, colega. Yo soy la cabra hijaputa.

Bueno, pues una vez más estas dos han quedado en tablas y tengo que desempatar yo. Y aunque a la hijaputa que hay en mí, que por cierto se parece una barbaridad a Marion Cotillard (o eso querría ella), la película le haya flipado porque además los dos protagonistas son casi tan hijoputas como ella, esta vez voy a hacerle caso a la puta porque el director este, Yann Samuell, me parece un tarado de manual y su peli un engendro maligno para chiflados y cabrones como la hijaputa que hay en mí.

Pero que quede constancia de que mi espíritu crítico está completamente dividido y esquizoide en este caso y que casi he tenido que echar el resultado final a suertes. Y es muy probable que a algunos de vosotros os pase lo mismo, que a vuestra parte más locuela le gustará y a la más cuerda y seriecita le hará vomitar.

martes, 19 de enero de 2016

Para todos los gustos, by Agnès Jaoui

Yo puedo enamorarme de ti aunque a mí me guste el gintonic y a ti la Fanta de naranja.

Yo puedo enamorarme de ti aunque a mí me guste Woody Allen y a ti Haneke.

Yo puedo enamorarme de ti aunque a mí me guste Aute y a ti Pepe da Rosa.

Yo puedo enamorarme de ti aunque a mí me guste la ciudad y a ti el campo.

Yo puedo enamorarme de ti aunque a mí me guste el verde y a ti el azul.

Yo puedo enamorarme de ti aunque a mí me guste Garzón y a ti Rivera.

Pero yo no puedo enamorarme de ti jamás si eres un guarro y hueles a zorruno.

Ni puedo  enamorarme de ti jamás si eres un muermo y me aburres.

Vamos, que eso de que los polos opuestos se atraen no siempre funciona, o al menos no para todo.

Agnès Jaoui y Jean-Pierre Bacri escriben a dúo el guión de esta película que tiene el encanto y la delicadeza habituales del cine francés y que plantea la cuestión de la atracción entre personas de gustos y formación muy diferentes.

Y es verdad que eso a veces se da, y así ese señor raruno con bigote aficionado a contar chistes zafios, que al principio nos repele, con el tiempo puede hasta parecernos agradable e interesante.

Lo que ocurre es que tarde o temprano esas diferencias inevitablemente se terminan notando y minando las relaciones. No es lo mismo ser polos opuestos en la fase de enamoramiento, donde todo lo que no sea esa nube en la que se vive da igual, que cuando la relación se afianza y empiezan a chirriar estruendosamente todas esas diferencias.

Esto se ve muy claramente en la relación entre el personaje de Bacri y su mujer decoradora, que tienen gustos completamente opuestos y al final eso sale a relucir, sobre todo en el hastío que a él le producen los desvaríos ornamentales de ella, que realmente son espeluznantes. A pesar de lo cual el tipo vuelve a enamorarse de otra tía que tampoco tiene nada que ver con él, como si fuera buscando constantemente en las mujeres ese buen gusto que él no ha tenido ni tendrá jamás.

En fin, la película es encantadora y se ve con agrado pero algunas historias son un tanto forzadas. Puede que la de la camarera y el guardaespaldas sea la más creíble pero desde luego la de la actriz profesora de inglés con el gañán a mí por lo menos no me ha convencido. No sé, es como si Isabel Preysler se enamorara de Jesús Gil. Hay cosas que no pueden ser y además son imposibles.







miércoles, 13 de enero de 2016

The Company, by Robert Altman

Bella.

Mágica.

Hipnótica.

Sugerente.

Fascinante.

Espectacular.

The Company es sin duda una película preciosa. Un homenaje maravilloso al mundo del ballet.

Muestra perfectamente cómo se crea una coreografía, cómo se vive desde dentro, cómo evoluciona, cómo se van coordinando los elementos, cómo los bailarines van trabajando y aprendiendo cada paso, cómo se llega al asombroso espectáculo final.

Hay que agradecerle a Robert Altman este regalo para los sentidos, esta declaración de amor a un arte tan minoritario y tan refinado. Y a la protagonista, productora, guionista y principal artífice, Neve Campbell, su pasión por el ballet y su compromiso para acercarlo a nosotros, los profanos, a través del cine.

El problema es que no han sido capaces de articular una historia en torno a las coreografías. Y cuando en el cine falla la historia... para mí falla todo. Lástima.


martes, 12 de enero de 2016

Más que amigos, by Edward Norton

Esta es la historia de una chica que se reencuentra con sus dos mejores amigos de  la infancia, que mira tú por dónde, han terminado siendo uno rabino y otro cura. Sinceramente creo que habría sido mucho más gracioso si además la chica hubiera sido monja, le habría dado bastante más color al guión. O si en lugar de dos mejores amigos hubiera tenido cuatro, y otro hubiese salido imán y el otro monje budista. Eso habría estado bien, un completo.

En fin, que la chica vuelve ya de adulta a la ciudad y se reúne con sus dos coleguitas y resulta que ambos se sienten atraídos por ella, como no podía ser menos, dado que ella no sé cómo se fue pero el caso es que vuelve rubia, alta, guapa y lista, vamos, otro completo. Bueno, os podéis imaginar a esa muchacha con un pretendiente rabino y otro cura. El sueño de toda chica, qué os voy a contar. Hoy leemos la Torá y mañana la Biblia. Hoy una circuncisión y mañana un bautizo. Planazo!

Por lo visto este es el debut como director de Edward Norton, que además hace el papel de pretendiente cura y aprovecha la ocasión para teñirse el pelo de un rubio infame que lo convierte en una especie de querubín asexuado completamente desprovisto de atractivo alguno. Como es natural no os voy a contar por quién se decanta la muchacha; la verdad es que lo tiene difícil entre el cura querubín Norton y el rabino Stiller… el suicidio hubiera sido una buena opción, la mejor a mi modo de ver.

En definitiva, que vi esta película porque me apetecía algo ligerito e insustancial, aunque tal vez me habría gustado algo un poco menos insustancial, sobre todo estando Norton de por medio. La verdad es que no tenía ni idea de que este hombre tuviera preocupaciones religiosas como las que se plantean en la peli, del tipo si está bien o no casarse con alguien de otra religión y chorradas de esas. De momento, como director, mientras siga haciendo mamarrachadas de este tipo y llenando sus películas de devotos representantes de alguna secta, creo que le voy a echar la cruz.

lunes, 11 de enero de 2016

Funny games (Juegos divertidos), by Michael Haneke

Michael Haneke: Querida, tengo una idea genial y te necesito para el papel protagonista.

Susanne Lothar: Cuenta, cuenta. Vivo sin vivir en mí.

Haneke: Pues la cosa va de dos tarados que van a torturar a una familia.

Lothar: Que la van a torturar... por qué?

Haneke: Por qué por qué por qué por qué? Vaya mierda de pregunta! Pues por nada.

Lothar: Por nada no será. Algún motivo tendrán.

Haneke: Hombre, pues... sí. Porque están tarados y les gusta y se lo pasan bien.

Lothar: Ya veo, violencia gratuita. Vamos, plan Tarantino, plan Kubrick...

Haneke: Bueno, sí, la idea es un poco esa. Pero mi peli será especial, como yo mismo.

Lothar: Cómo de especial? Ay Haneke, que te conozco. Miedo me das.

Haneke: De eso se trata, de dar miedo.

Lothar: Haneke, los tarados que torturan a gente ya no dan miedo en el cine. Hay un montón.

Haneke: Pero mis tarados harán lo que nunca antes se había hecho.

Lothar: Lo cualo? A ver...

Haneke: Mis tarados van a hablar directamente a la cámara. Flípalo.

Lothar: Y para qué, qué le van a decir.

Haneke: Le van a decir cosas como: "Hola, espectador, qué opinas"

Lothar: Ya, pero osea... para qué.

Haneke: Puessss.... para hablar.

Lothar: Espera, que hemos entrado en bucle. Qué pretendes?

Haneke: Qué cortita eres, hija. Lo que pretendo es implicar al espectador.

Lothar: Ah, vale. Vamos, que crees que así la peña va a flipar con tu peli.

Haneke: No es que lo crea; es que lo van a flipar. Qué te apuestas.

Lothar: No me apuesto nada, seguro que sí. La gente es así, flipan con to los pegos.

Haneke: Dímelo a mí, que llevo años viviendo de eso.

Lothar: Violencia gratuita, tarados hablando con la cámara... Vale, me apunto.

Haneke: Ajajá, tiene pinta de pelotazo, eh? Buen olfato, pequeña.

Lothar: Tiene pinta de peli de culto. Ya estoy viendo el signo del dólar en la carátula.

Haneke: No me extrañaría que los yankies quisieran hacer un remake.

Lothar: Ayyyyy, síiii! Y ojalá mi papel lo hiciera Naomi Watts, que es mu mona.

Haneke: Será muy divertido. El remake será un calco pero las críticas mucho peores.

Lothar: Ay qué diver! Jugaremos a "Atrapa al snob gafapasta". Oh yeah, what a funny game!

Haneke: Querida Susanne, eres una monnnnstrua, que diría Rosario.

Lothar: Por qué, mi amor?

Haneke: Porque acabas de dar con el título de mi gran obra de culto: Funny games.

Lothar: Ayyyyyssss, si es que me inspiras.

Haneke: Y lo pasaremos genial viendo a público y crítica puntuar una peli y la otra.

Lothar: Ayyy, Haneke, lo bien que me lo paso contigo. Y mira que estás tarado.

Haneke: En realidad lo que voy a contar en la peli es lo que yo hago con mi público.

Lothar: Lo sospechaba. Va a ser una especie de confesión de cómo torturas a la gente.

Haneke: Es que los genios somos así, necesitamos reivindicar nuestra genialidad.

Lothar: Qué pelotazo, madre! Lo vamos a petar en taquilla y en festivales.

Haneke: Soy yo, pequeña. La duda ofende.

Lothar: Eres el puto amo, Haneke. Me postro ante ti. Ejem... y ahora hablemos de mis honorarios.

jueves, 7 de enero de 2016

La pianista, by Michael Haneke

Una vez más Haneke, en su línea habitual, nos obsequia con una historia de personajes  y emociones extremos, naturalmente plagada de imágenes pretendidamente impactantes específicamente diseñadas para golpear con saña la sensibilidad del espectador más incauto. 

No se puede negar que el personaje de Isabelle Huppert es fascinante y tiene una fuerza magnífica. Una mujer completamente fría, hermética, que nunca ha conocido el amor y que vive la sexualidad de una forma brutal, instintiva, únicamente capaz de sentir a través del dolor y la humillación. Vamos, un regalazo para cualquier actriz.

En realidad lo que vemos es una historia de amor imposible entre esa mujer de emociones extremas y un tipo que se siente irremediablemente atraído y repelido a partes iguales por la inquietante personalidad de ella.

Sin embargo, lo que podía haber sido una película interesante porque el planteamiento inicial efectivamente lo es, se queda en mero estudio clínico de la supuesta patología de la mujer. Sí, hay muchas imágenes destinadas a sacudir emocionalmente al espectador (la de la cabina de cine porno, la del autocine, la de los cristales, por supuesto la de la cuchilla) pero todo se queda en eso, en golpes sueltos e inconexos que tampoco explican demasiado bien las reacciones de la protagonista.

No entiendo tampoco qué pretende Haneke con el personaje de la madre. No sé si insinúa tal vez que es ella la culpable de la forma de sentir de la hija. O que las tendencias sadomasoquistas se explican por la existencia de un padre o una madre posesivos o castradores. Me parece un poco simple.

Y ya puestos a diseccionar personajes…no sé si es más normal el comportamiento de él que el de ella. Ni si esa atracción que el alumno parece sentir hacia su profesora, una estricta gobernanta de manual, es absolutamente sana. Dónde está la barrera entre el sexo enfermizo y/o anormal y el “normal”?

Me decepciona muchísimo el tratamiento que Haneke le da al tema. Me parece muy simple, muy básico; sí, las imágenes tienen muchísima fuerza y pueden hacer pupita a determinadas sensibilidades (desde luego no a la mía) pero se queda en lo accesorio y lo deja todo en manos de la crudeza visual.

Una de las escenas más desgarradoras y a la vez más fallidas es el momento en que él lee la carta en la que ella le pide lo que quiere. Ninguno de los personajes reacciona con un mínimo de credibilidad; ella pasa del dominio de la situación a la sumisión absoluta, a la humillación total. Y él muestra una sorpresa que no se explica muy bien después del encuentro sexual en el baño, donde ella da ya claras muestras de no entender la sexualidad de una forma demasiado ortodoxa.

En definitiva, como me suele pasar con Haneke, todo me suena a impostado. No consigo creerme casi nunca a sus personajes, y muchísimo menos empatizar con ninguno de ellos. Puedo reconocer y valorar el esfuerzo interpretativo que hacen los actores, muy especialmente Huppert con ese personaje bombón que le ha tocado, pero en ningún momento terminan de convencerme. Y el problema no es de ellos, es del director, que ha cargado tanto las tintas que los ha convertido en imposibles.

Pero bueno, el tío con todo lo pretencioso que es, al final cuela la bacalá y consigue su objetivo. La crítica lo aplaude, celebra sus películas y hace sesudos análisis sobre ellas,  lo considera un gurú del cine, y encima le inflan a premios chulos de esos que dan muchísimo prestigio. De paso imagino que se estará forrando, por lo cual no tengo más remedio que darle mi más sincera enhorabuena aunque a mí sus películas me parezcan pura bazofia.

miércoles, 6 de enero de 2016

Tacones lejanos, by Pedro Almodóvar

Les pido a los Reyes Magos una peli de Almodóvar que nunca haya visto. Y van los hijoputas y me traen "Tacones lejanos", bodriazo almodovariano de categoría suprema donde los haya.

En la película hay un momento en el que Victoria Abril hace una mención a "Sonata de otoño", de Bergman. Me suena vagamente, fijo que la he visto. Y así es, la busco y encuentro la crítica que le hice en su día. Efectivamente la vi, y no me gustó nada, me pareció un tostonazo de la hostia. Peeeeero curiosamente, oh casualidad, el final de mi crítica es el siguiente:

"Cuando yo era hija puteé a mi madre hasta la saciedad, y la pobre no me pudo putear nunca a mí porque yo creo que le daba hasta miedo, de lo bicho que era. Ahora que soy madre es mi hija la que me putea a mí siempre que puede, aunque yo me defiendo bien y contraataco con mi armamento pesado. Si le hubiera contado a Bergman unas cuantas charletas duras y complicadillas entre nosotras fijo que le habría salido un guión bastante mejor; al menos más real, más reconocible, más humano y menos divino. Claro que igual entonces no parecería Bergman; sonaría mucho más a Almodóvar. Bueno, con cierto toquecillo Allen."

Mira tú por dónde Bergman me recordó a Almodóvar, qué cosas. Pues bien, me equivoqué. Craso error el mío. La madre y la hija de Almodóvar no son ni más reales ni más reconocibles ni más humanas ni menos divinas que las de Bergman. Si acaso un pelín más petardas.

Marisa Paredes, la madre, se pasa toda la película ojiplática perdida con las órbitas oculares al borde del colapso. Entre tanto Victoria Abril, la hija, se obstina en un constante titileo lacrimal que delata el abuso descarado de colirios quemapestañas durante el rodaje de la película. O eso o muchas cebollas debió de pelar la pobre Victoria por aquellos días.

Y luego tenemos a Miguel Bosé, bello entre los bellos pero horripilante actor entre los más horripilantes (de hecho creo que no ha vuelto a repetir jamás). Y para más inri el jefe lo pone a hacer un doble papel, juez y travelo, travelo y juez... tanto monta, monta tanto. Ni que decir tiene que de travelo lo borda, porque Miguel tiene ese punto Madonna que no puede remediar y que a las tías nos da un morbo que pa qué. Pero Miguel de juez... simple y llanamente es un imposible. Ni siquiera un juez almodovariano, por mucha imaginación que se le eche.

Si por lo menos el juez Bosé durante los interrogatorios hubiera llevado tacones, labios rojo pasión y el correspondiente pelucón a lo Marlene yo me lo habría creído, sinceramente. Lo prometo, palabrita. En mi cabeza cabe sin problemas un juez hermoso y glamouroso como la inquietante Letal. Pero diossssssss... esa barba postiza, esas horribles gafas de semisol, ese maletín casposo, esos andares a medio camino entre vedette de revista y asesor de Rajoy...

Nooooooooooooo! Miguel no puede andar asíiiiiiiii! Y no hace falta ser Boris Izaguirre para chillar horrorizada al verlo. Miguel es el tío que mejor sabe llevar un frac del mundo (a los escépticos los remito al vídeo oficial de "Olvídame tú" para que agachen la testuz y le rindan pleitesía); es un tío que le pongas lo que le pongas, diga lo que diga y haga lo que haga es puro estilo, clase, presencia, morrrrrrrbo. Ese hombre no se mueve; son las cosas las que se mueven a su alrededor. Almodóvar nunca debió convertirlo en esa cosa amorfa y contraerótica que se tira media película haciéndole ojitos a Victoria Abril para que le quiera un poco mientras ella está en su onda maternofilial y pasa de él como de la mierda.

Bosé es un macho alfa, le pese a quien le pese, y no sabe hacer de otra cosa que de macho alfa. Se mueve como un macho alfa, habla como un macho alfa... y un macho alfa en un momento dado puede ser transexual, asexual, homosexual o trisexual, puede ser incluso UNA macho alfa, pero nunca jamás puede ser un triste y grisáceo funcionario del Ministerio de Justicia. Y con barba postiza, diossssssss! Nunca le perdonaré a Almodóvar tan espeluznante visión. Aún estoy en estado de shock postraumático.

En fin, solo con este atentado al buen gusto y al decoro ya bastaría para condenar a la película a los avernos más avernícolas de la cinematografía patria. Pero si encima recordamos los delirantes diálogos entre Abril y Paredes, sus ojos desorbitados, sus lacrimales encharcados, sus gestos culebronescos... ya entramos directamente en el mundo del espanto y la aberración. Ni tacones ni lejanos; esto es pienso pa marranos.


lunes, 4 de enero de 2016

Delitos y faltas, by Woody Allen

Creo que Woody Allen es el único director que conozco que sabe plantear complicados conflictos filosóficos y morales sin resultar un plasta y un pelmazo. Más bien al revés, es un tío que hace pensar, y mucho, pero que a la vez divierte como el que más.

En esta ocasión trata dos temas simultáneos: el de la conciencia humana y el sentimiento de culpa consiguiente, y el de la justicia natural. Y lo hace mezclando magistralmente ese punto cómico suyo tan personal con ese otro sentimiento trágico que también es inherente a su filosofía vital. Este tío es la hostia; se pasa la vida atormentándose con todo tipo de planteamientos éticos de dudosa resolución pero se lo pasa pipa el cabrón mientras lo hace, y además nos invita a los demás a chotearnos de la vida con él.

La película en el fondo es terriblemente pesimista. La conclusión es que, salvo que creas a pies juntillas en ese dios justo y vengador en el que creen las personas religiosas, lo cual es francamente difícil a poco que uses la cabeza, el único castigo real que sabemos que existe para los delitos y las faltas que no son descubiertos, es la conciencia del individuo. Y es la puritita verdad: si matas a alguien y lo haces lo suficientemente bien como para que no te pillen, lo único que te puede joder la vida es tu sentimiento de culpa. Pero si consigues superarlo y aguantar la presión sin delatarte es muy posible que salgas victorioso y además los problemas que te llevaron al asesinato se habrán resuelto y tú serás mucho más feliz.

Y esto es así, nos guste o no. La justicia natural no existe. Los malvados pueden irse de este mundo tan ricamente sin haber pagado por sus culpas y morir tranquilamente de viejos en sus camas calentitas rodeados de sus familias. Y las personas buenas pueden tener vidas terribles y padecer todo tipo de penalidades y desgracias sin que ningún mecanismo compensatorio les premie por su bondad. Y esta es la base de todas las religiones, hacer creer a sus adeptos que aunque en este mundo no exista esa justicia sí la habrá en otro mundo mucho más feliz. Y claro, como consuela bastante la gente se apunta. Pero si te resistes a creer en gilipolleces de esas tienes que concluir en que la vida es una puta mierda, que es básicamente lo que piensa Allen. Eso sí, el tío sabe descojonarse bien de esa mierda.

Impagables las reflexiones finales sobre la impunidad de Martin Landau, por cierto magnífico en su papel de hombre atormentado por la culpa. Ese diálogo magistral entre su personaje y el de Allen debería figurar en todas las antologías del cine, y también en todos los libros de Filosofía.

Fantástica también Anjelica Huston con ese personaje de amante incordio que hay que eliminar y que más tarde retomaría Scarlett Johansson en Match Point con idéntica lucidez. Lo peor, como siempre, Mia Farrow en el monopapel de chica tontorrona, pavisosa, frágil e incomprensiblemente exitosa con el que su entonces marido la inmortalizó en muchas de sus películas. No lo puedo evitar, le tengo una manía que me supera. Salvo en "La rosa púrpura del Cairo", donde el personaje viene dado e incluso obligado por la historia, en las demás la mataría.

viernes, 1 de enero de 2016

Titanic, by James Cameron

Habrá quien diga: "A buenas horas, Mangasverdes, ponerte ahora a criticar "Titanic", después de mil años y de que ya se haya dicho sobre ella todo lo habido y por haber, y por tanto no puedas decir nada que no se haya dicho antes".

Esta es mi respuesta: "Posí, voy a hacer mi crítica hoy porque me he tragado esta sobremesa tooooooodo el tostonazo por segunda vez en mi vida. Y después de aguantar estoicamente hasta el final, un final que por otra parte ya me sabía, lo menos que puedo hacer es vengarme adecuadamente de James Cameron y sus secuaces, que me han tenido nada más y nada menos que un 1 de enero pegada a la tele, encoñada perdida, y sin echarme la majestuosa siesta que tenía pensado pegarme. Cameron, voy a por ti, mamón".

Y como la gente es muy de criticar destructivamente, habrá quien diga: "Y por qué te has quedado pegada a la tele, so capulla, en lugar de irte a la cama o de apagar el aparatito y pegarte tu siesta en el sofá en absoluto silencio?" Pues porque la película hijaputa esta engancha que no veas. Es como un accidente de tráfico, que no es que sea un espectáculo bonito ni edificante pero no puedes evitar mirar cuando te cruzas con alguno.

Saber que vas a ver unos efectos especiales acojonantes, volver a disfrutar con la inolvidable imagen del barco partiéndose en dos y cayendo hacia las profundidades... bueno, que es muuuuy difícil resistirse a la tentación, por más que sepas que además de eso te vas a tragar un rollo morollo de aquí te espero.

"Titanic" es la película más chapa de la historia del cine, con diferencia. Es la película chapa por antonomasia. Porque toda ella es una inmensa y descomunal chapa sin fin.

La cosa empieza con unos cazadores de tesoros marinos que localizan a una vieja superviviente del mítico barco hundido y hablan con ella para preguntarle qué fue de un famoso diamante desaparecido y nunca hallado. Y resulta que la vieja aprovecha la preguntita de los investigadores para largales un chapazo de aquí te espero que ríete tú de las batallitas de cualquier abuelete español de estos que te pillan por banda y ya estás perdida.

Es que la situación es tan absurda y demencial que no tiene por dónde pillarla.

Tú eres un cazatesoros y vas a ver a la señora esta y le preguntas:

- Señora, sabe usted qué pasó con el diamante?

Y la señora, en lugar de decirte: "Pues mire usted, sí, lo sé. El diamante está en... "

Pues en lugar de esto, la señora va y te cuenta su vida. Como diciendo: "Si quieres saber dónde está el puto diamante  te vas a tragar cuatro horas de rollo que estaba yo deseando poder soltarle a algún pringao y mira por dónde, te va a tocar a ti".

Y ya empieza con lo que llevaba ella puesto cuando se montó en el barco, las discusiones que tenía con su madre y con su novio multimillonario, el enganche que se pilló con un mozo rubiales bastante mono que pintaba en Montmartre, lo que le dijo él cuando la conoció, lo que ella le contestó, que ella se iba a tirar por la borda y él la salvó, que luego discutieron, que ella se peleó con su novio, que el novio era un pelmazo, que a ella le entró un calentón con el pintor rubio y que blablabla blablabla blablabla. Y así hasta cuatro horaaaas!!!!! Y todo para contarle al otro pobre dónde estaba el dichoso diamante de los cojones!!!!!!! Pedazo de paliza, la virrrrgen!!!!

Y la otra criatura escuchando armado de santa paciencia con tal de sonsacar la valiosa información para recuperar el diamante. Y tú, como espectadora, padeciendo exactamente lo mismo que el cazatesoros pero con el fin de ver hundirse el Titanic. Porque eso es lo único que quieres ver, cómo poco a poco el transatlántico más imponente de su tiempo se iba haciendo cachos e inundándose por todas las partes hasta el emocionante momento del hundimiento definitivo. Y para eso no tienes más remedio que tragarte la chapa de la vieja más los 2.500 anuncios que Telecinco te suelta entre medias en plan "si quieres ver hundirse al barco te jodes".

En fin, y luego la rocambolesca historia de amor entre DiCaprio y Winslet, que por cierto tienen la misma química entre ellos que un elefante y un pez espada, es que da una grima que pa qué. Te tienes que chupar a estos dos gilipollas haciendo el imbécil y metiéndose en un montón de líos que te cagas mientras el resto de los pasajeros simplemente intentan sobrevivir al hundimiento. Estos no, estos se dedican a perderse por todo el barco, a buscarse, a encontrarse y volverse a perder, a discutir con el novio de la tía, a bucear, a hacer running por todas las plantas, a bajar y a subir por escaleras, ascensores... en definitiva, a hacer el canelo. Que una se pregunta: si estos dos capullos consiguen con todo el follón que tienen liado aguantar las dos horas hasta que se hunde el barco, cómo es que los demás, que estaban a lo que tenían que estar, o sea, a salvarse, no lo consiguen y al final la palmó tanta gente?

En fin, Cameron, que me has pillado hoy porque estoy con las defensas bajas y el fin de año me ha trastocado un poco las neuronas, pero que no me pillas más pa engancharme al rollo este ni harta vino.

Menos mal que por lo menos con el hundimiento tengo que reconocer que disfruté muchísimo. Y que siempre me encanta también ver a Kathy Bates, aunque sea en un tostonazo como este. Su sola presencia hace que la mareante y espasmódica historia de amor entre los protagonistas sea un poco más llevadera. Pero vamos, lo dicho, que no me pillan más. Palabrita.