jueves, 28 de enero de 2016

Recursos humanos, by Laurent Cantet

Vaya por delante que soy una persona de izquierdas y además muy orgullosa de ello. Y sin embargo debo reconocer que no entiendo demasiado el planteamiento de esta película, que supuestamente es reivindicativo y progresista, aunque a mí me parece una auténtica antigualla.

Tal vez sea porque en realidad ese planteamiento ha quedado completamente obsoleto en los años que han transcurrido desde el rodaje hasta hoy, sobre todo a partir de la crisis que hemos venido padeciendo los 6 últimos años, durante la que todo ha cambiado radicalmente: las relaciones laborales, el concepto de estabilidad en el empleo y de estabilidad personal… todo.

Y claro, en este nuevo contexto en el que ya no se concibe el trabajo para toda la vida (salvo en la administración), en el que las relaciones entre asalariados y empresarios distan mucho de la familiaridad y la prolongación en el tiempo de aquellos días y en el que mucha gente tiene que buscarse la vida como autónoma para poder acceder al mundo del trabajo e incluso emigrar a otros países para trabajar en total precariedad, la situación que se plantea en esta película queda como muy viejuna.

Yo al menos no la entiendo. En la empresa donde trabaja el padre del protagonista se va a hacer una reducción de plantilla que se limita a los trabajadores mayores, que además van a percibir una buena indemnización, cosa que en los tiempos actuales no veremos jamás la inmensa mayoría de nosotros.

Para más inri el trabajo es una puta mierda; es una fábrica de estas de producción en cadena en la que cada cual se dedica en exclusiva a una máquina y se pasa el día metiendo piezas y dándole a una palanca. Una dos tres cuatro cinco seis… y así hasta dos mil o cuatro mil al día. Que no digo yo que no sea una forma muy digna de ganarse la vida pero vamos, como para ir a currar pegando saltos de alegría no es precisamente.

Y si una persona a la que le quedan pocos años para jubilarse tiene la oportunidad de prejubilarse o de ir un par de años al paro recibiendo una buena indemnización con la que montar un pequeño negocio o invertir en algo que le permita vivir más o menos bien hasta el momento de la jubilación… cuál es el problema? Dejar de levantarte tempranísimo cada día para alienarte  en una cadena de montaje en la que tú simplemente eres unos brazos que meten la pieza en su sitio para empezar a vivir una vida un poco más grata y digna… esa es la gran tragedia de este hombre?

Ya digo que no entendí casi nada de la película y que me pareció como de otros tiempos, de hace mil años, cuando la gente nacía y moría en la misma empresa y los trabajos casi pasaban de padres a hijos. Las exigencias de la sindicalista me daban hasta risa porque hoy en día si llegas a una empresa en ese plan, poniendo los cojones encima de la mesa y tratando al empresario a grito limpio, se pueden descojonar en tus narices y ya te puedes estar dando media vuelta y largándote a tu casita.

En fin, no comparto en absoluto el entusiasmo de buena parte de las críticas con respecto a la película. No dudo de las buenas intenciones proletarias y sindicales de Laurent Cantet pero todo eso ha quedado tan atrás, sin que además los sindicatos hicieran gran cosa para evitarlo y beneficiándose además ellos bastante de la situación que se había creado, que ya no tiene ningún sentido volver a aquello más que en plan de curiosidad histórica.

En unos tiempos en los que se está replanteando prácticamente todo en el mundo del trabajo, el papel de los sindicatos, la negociación colectiva, la huelga como método de protesta… esta película suena a algo casi medieval. Dan ganas de decirle a Cantet: pero hombre, usted de dónde ha salido? Y claro, es que esto fue rodado en 1999, y quién se acuerda ya de cómo eran entonces las cosas. Yo muy vagamente, como de mi primera comunión, que recuerdo que la hostia se me quedó pegada al paladar y no había manera de despegarla pero poco más. Pues esto igual.

De todas formas tiene mérito rodar una película en la que no hay apenas actores profesionales. Aparte del jovencísimo Jalil Lespert, que hace un muy buen trabajo por el que se llevó el César al mejor actor revelación ese año, el resto son gente normal de la calle, por cierto bastante deteriorada físicamente (los padres parece que tienen 70 años), con toda probabilidad a causa de una vida de mierda muy parecida a la que se cuenta en la película y que por lo visto para el viejo, a juzgar por la depre que se pilla a causa del despido, debe de ser la hostia.

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