martes, 19 de enero de 2016

Para todos los gustos, by Agnès Jaoui

Yo puedo enamorarme de ti aunque a mí me guste el gintonic y a ti la Fanta de naranja.

Yo puedo enamorarme de ti aunque a mí me guste Woody Allen y a ti Haneke.

Yo puedo enamorarme de ti aunque a mí me guste Aute y a ti Pepe da Rosa.

Yo puedo enamorarme de ti aunque a mí me guste la ciudad y a ti el campo.

Yo puedo enamorarme de ti aunque a mí me guste el verde y a ti el azul.

Yo puedo enamorarme de ti aunque a mí me guste Garzón y a ti Rivera.

Pero yo no puedo enamorarme de ti jamás si eres un guarro y hueles a zorruno.

Ni puedo  enamorarme de ti jamás si eres un muermo y me aburres.

Vamos, que eso de que los polos opuestos se atraen no siempre funciona, o al menos no para todo.

Agnès Jaoui y Jean-Pierre Bacri escriben a dúo el guión de esta película que tiene el encanto y la delicadeza habituales del cine francés y que plantea la cuestión de la atracción entre personas de gustos y formación muy diferentes.

Y es verdad que eso a veces se da, y así ese señor raruno con bigote aficionado a contar chistes zafios, que al principio nos repele, con el tiempo puede hasta parecernos agradable e interesante.

Lo que ocurre es que tarde o temprano esas diferencias inevitablemente se terminan notando y minando las relaciones. No es lo mismo ser polos opuestos en la fase de enamoramiento, donde todo lo que no sea esa nube en la que se vive da igual, que cuando la relación se afianza y empiezan a chirriar estruendosamente todas esas diferencias.

Esto se ve muy claramente en la relación entre el personaje de Bacri y su mujer decoradora, que tienen gustos completamente opuestos y al final eso sale a relucir, sobre todo en el hastío que a él le producen los desvaríos ornamentales de ella, que realmente son espeluznantes. A pesar de lo cual el tipo vuelve a enamorarse de otra tía que tampoco tiene nada que ver con él, como si fuera buscando constantemente en las mujeres ese buen gusto que él no ha tenido ni tendrá jamás.

En fin, la película es encantadora y se ve con agrado pero algunas historias son un tanto forzadas. Puede que la de la camarera y el guardaespaldas sea la más creíble pero desde luego la de la actriz profesora de inglés con el gañán a mí por lo menos no me ha convencido. No sé, es como si Isabel Preysler se enamorara de Jesús Gil. Hay cosas que no pueden ser y además son imposibles.







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