viernes, 1 de enero de 2016

Titanic, by James Cameron

Habrá quien diga: "A buenas horas, Mangasverdes, ponerte ahora a criticar "Titanic", después de mil años y de que ya se haya dicho sobre ella todo lo habido y por haber, y por tanto no puedas decir nada que no se haya dicho antes".

Esta es mi respuesta: "Posí, voy a hacer mi crítica hoy porque me he tragado esta sobremesa tooooooodo el tostonazo por segunda vez en mi vida. Y después de aguantar estoicamente hasta el final, un final que por otra parte ya me sabía, lo menos que puedo hacer es vengarme adecuadamente de James Cameron y sus secuaces, que me han tenido nada más y nada menos que un 1 de enero pegada a la tele, encoñada perdida, y sin echarme la majestuosa siesta que tenía pensado pegarme. Cameron, voy a por ti, mamón".

Y como la gente es muy de criticar destructivamente, habrá quien diga: "Y por qué te has quedado pegada a la tele, so capulla, en lugar de irte a la cama o de apagar el aparatito y pegarte tu siesta en el sofá en absoluto silencio?" Pues porque la película hijaputa esta engancha que no veas. Es como un accidente de tráfico, que no es que sea un espectáculo bonito ni edificante pero no puedes evitar mirar cuando te cruzas con alguno.

Saber que vas a ver unos efectos especiales acojonantes, volver a disfrutar con la inolvidable imagen del barco partiéndose en dos y cayendo hacia las profundidades... bueno, que es muuuuy difícil resistirse a la tentación, por más que sepas que además de eso te vas a tragar un rollo morollo de aquí te espero.

"Titanic" es la película más chapa de la historia del cine, con diferencia. Es la película chapa por antonomasia. Porque toda ella es una inmensa y descomunal chapa sin fin.

La cosa empieza con unos cazadores de tesoros marinos que localizan a una vieja superviviente del mítico barco hundido y hablan con ella para preguntarle qué fue de un famoso diamante desaparecido y nunca hallado. Y resulta que la vieja aprovecha la preguntita de los investigadores para largales un chapazo de aquí te espero que ríete tú de las batallitas de cualquier abuelete español de estos que te pillan por banda y ya estás perdida.

Es que la situación es tan absurda y demencial que no tiene por dónde pillarla.

Tú eres un cazatesoros y vas a ver a la señora esta y le preguntas:

- Señora, sabe usted qué pasó con el diamante?

Y la señora, en lugar de decirte: "Pues mire usted, sí, lo sé. El diamante está en... "

Pues en lugar de esto, la señora va y te cuenta su vida. Como diciendo: "Si quieres saber dónde está el puto diamante  te vas a tragar cuatro horas de rollo que estaba yo deseando poder soltarle a algún pringao y mira por dónde, te va a tocar a ti".

Y ya empieza con lo que llevaba ella puesto cuando se montó en el barco, las discusiones que tenía con su madre y con su novio multimillonario, el enganche que se pilló con un mozo rubiales bastante mono que pintaba en Montmartre, lo que le dijo él cuando la conoció, lo que ella le contestó, que ella se iba a tirar por la borda y él la salvó, que luego discutieron, que ella se peleó con su novio, que el novio era un pelmazo, que a ella le entró un calentón con el pintor rubio y que blablabla blablabla blablabla. Y así hasta cuatro horaaaas!!!!! Y todo para contarle al otro pobre dónde estaba el dichoso diamante de los cojones!!!!!!! Pedazo de paliza, la virrrrgen!!!!

Y la otra criatura escuchando armado de santa paciencia con tal de sonsacar la valiosa información para recuperar el diamante. Y tú, como espectadora, padeciendo exactamente lo mismo que el cazatesoros pero con el fin de ver hundirse el Titanic. Porque eso es lo único que quieres ver, cómo poco a poco el transatlántico más imponente de su tiempo se iba haciendo cachos e inundándose por todas las partes hasta el emocionante momento del hundimiento definitivo. Y para eso no tienes más remedio que tragarte la chapa de la vieja más los 2.500 anuncios que Telecinco te suelta entre medias en plan "si quieres ver hundirse al barco te jodes".

En fin, y luego la rocambolesca historia de amor entre DiCaprio y Winslet, que por cierto tienen la misma química entre ellos que un elefante y un pez espada, es que da una grima que pa qué. Te tienes que chupar a estos dos gilipollas haciendo el imbécil y metiéndose en un montón de líos que te cagas mientras el resto de los pasajeros simplemente intentan sobrevivir al hundimiento. Estos no, estos se dedican a perderse por todo el barco, a buscarse, a encontrarse y volverse a perder, a discutir con el novio de la tía, a bucear, a hacer running por todas las plantas, a bajar y a subir por escaleras, ascensores... en definitiva, a hacer el canelo. Que una se pregunta: si estos dos capullos consiguen con todo el follón que tienen liado aguantar las dos horas hasta que se hunde el barco, cómo es que los demás, que estaban a lo que tenían que estar, o sea, a salvarse, no lo consiguen y al final la palmó tanta gente?

En fin, Cameron, que me has pillado hoy porque estoy con las defensas bajas y el fin de año me ha trastocado un poco las neuronas, pero que no me pillas más pa engancharme al rollo este ni harta vino.

Menos mal que por lo menos con el hundimiento tengo que reconocer que disfruté muchísimo. Y que siempre me encanta también ver a Kathy Bates, aunque sea en un tostonazo como este. Su sola presencia hace que la mareante y espasmódica historia de amor entre los protagonistas sea un poco más llevadera. Pero vamos, lo dicho, que no me pillan más. Palabrita.

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