viernes, 31 de octubre de 2014

La duda de Darwin, by Jon Amiel

Confieso desde ya que no pude terminar de ver la película. Me rendí a la mitad poco más o menos.

Jon Amiel, el director, basa la historia en la repetición constante de 4 tipos de escenas, a saber:

1. Darwin discutiendo con su esposa, una beatona apegada a las tradiciones que obviamente no es la compañera ideal para un científico de pro. La pregunta es: en qué coño estaba pensando ese hombre cuando se casó con semejante ejemplar?

2. Darwin hablando con el fantasma de su hija muerta, que se le aparece en los momentos más intempestivos siempre con ganas de cháchara. Por cierto, niña repelente y repulsiva donde las haya.

3. Darwin escribiendo “El origen de las especies” a base de sudores, temblores parkisonianos y sufrimientos múltiples, supuestamente causados por el terrible dilema entre ciencia y religión.

4. Darwin soñando, unas veces con la omnipresente niña muerta y otras veces con bichos que se comen unos a otros y hacen cosas raras, y naturalmente despertando de sus pesadillas nuevamente entre sudores y horrorosos sufrimientos.

Y así todo el tiempo. Ahora un sueñecito, ahora un ratito de escribir, ahora una charlita con la difunta criatura, ahora una peleílla con su señora (una Jennifer Connelly estupenda en su papel de estricta gobernanta meapilas), y otra vez a dormir y a soñar y a escribir y a sudar y a temblequear. Así que cuando ya llevaba unas cuantas dosis de cada una de estas escenas y me di cuenta de que iba a ser todo el rato lo mismo, agarré el mando, apagué el aparato y mandé a Darwin a freír monas.

Hablando de monas, lo mejor, con diferencia, son las escenas con la orangutana Jenny. Qué desperdicio de película, por favor. Jon Amiel podía haber planteado la historia a base de intensos diálogos entre Darwin y la mona Jenny, probablemente mucho más interesantes que los de Darwin con el espectro de su repelente hija. Yo me enamoré de la orangutana Jenny a primera vista y prometo que si hubiera salido un poco más y no la hubieran matado tan pronto me habría quedado hasta el final. Pero para tragarme rollos oníricos de tíos atormentados siempre hay tiempo.

1 comentario:

  1. Pues me gustaría verla. Soy un fanboy extremo del gran Charles. Y usted es una diablesa muy aparente.

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