viernes, 16 de septiembre de 2011

De dioses y hombres, by Xavier Beauvois

Hummmm, una peli de monjes. No sé, no sé. Leo además una crítica por ahí que me mosquea aún más: "Advierto que sin la debida sensibilidad hacia esta maravillosa opción de vida, los detalles litúrgicos, de oración y de trabajo en comunidad, pueden parecer lentos, innecesarios y excesivos". Pues yo la debida sensibilidad ésa, sinceramente, creo que no la tengo. Me voy a aburrir como una ostra fijo. Pero qué coño, venga, vamos allá. Desde cuándo nos echamos para atrás por tan poca cosa?

Una cosa me quedó claro: no tengo espíritu de monje, no he nacido yo para eso. Pero no es sólo que no haya nacido para la vida contemplativa sino que tampoco he nacido para contemplar la vida contemplativa. Vamos, que tal como me temía, carezco por completo de la debida sensibilidad hacia esa maravillosa opción de vida.

La película es pesada a más no poder. Que sí, que le dieron el gran premio del jurado en Cannes, y no sé cuántos Césares, y miles de nominaciones a otros miles de premios más, pero que es pesada como ella sola. Puedo atestiguarlo. También puedo atestiguar que no terminé de verla; dos horas de vida contemplativa son demasiadas para mí; a la hora y media necesité ponerme en acción. Y me levanté y me fui a la cama cantando alegremente aquello de Raphael: "Qué bonito el convento, qué bonito el convento desde la era, que una cosa es por dentro, que una cosa es por dentro y otra es por fuera. Ay arriba y arriba, ay arriba y arriba arriba iré, yo no soy marinero, por ti seré, por ti seré, por ti seré."

No hay comentarios:

Publicar un comentario