viernes, 2 de diciembre de 2011

Esperanza y gloria, by John Boorman

Me sonaba un montón la cara de la protagonista, y me fui para el Google to escopetá. Claaaaaaro, Sarah Miles, la descocada y ardorosa señora de Mitchum en "La hija de Ryan". Una cara inolvidable para una actriz de impresionante presencia, al menos en otros tiempos. En esta película, sin embargo, aparece totalmente anodina, se la reconoce por los rasgos inconfundibles pero nada más. Sí, es cierto que el personaje carece de la fuerza y el ímpetu de aquel otro que le hizo famosa pero aquí se supone que sobre ella también recae buena parte del peso del filme, y sin embargo su presencia pasa casi inadvertida y no consigue dotar al personaje del menor atractivo. Qué triste decadencia!

Y como ella todo lo demás. Una historia completamente insípida, sin la más mínima chispa. Cabezada va y viene, confieso que no conseguí llegar despierta al final. Sé que sonaban sirenas y todos corrían a los refugios antiaéreos.  Qué novedoso! Algunos amigos y parientes se iban a la guerra pero luego volvían de permiso de vez en cuando y hacían comidas en el jardín y bailaban y cantaban, todo como muy flowerpower para estar en mitad de un conflicto bélico. Y poco más puedo recordar entre pestañada y pestañada.

Me dormí yo, se durmió mi perro y no se durmió más nadie porque estábamos solos. Igual la mosca tse-tse me ha contagiado la enfermedad del sueño, porque esto no es normal; es incluso lacerante. Llevo dos días seguidos quedándome sopa delante de la pantalla viendo películas que yo misma he elegido. Y lo peor de todo es que ahora mismo estoy entrando en trance mientras cuento el sueño que me dan. Pues sí, como dijo alguien, qué grande es el cine! Y yo añadiría: y a veces qué poderoso somnífero.

Por cierto, dedico esta crítica a mis dos buenas amigas la Espe y la Glori, que para eso dan nombre a la película. Chicas, va por vosotras.

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