miércoles, 30 de noviembre de 2011

Miel, by Semih Kaplanoglu

Oso de Oro en Berlín. Uy, qué miedo. Yo veo un Oso de Oro y es que me echo a temblar. Ser osodeoro es casi sinónimo de muermo, pena negra, pestiñez y tortura fina. Vamos, lo que un gafapastas de pro llamaría "pura poesía".Y para colmo se llama "Miel", que como su propio nombre indica, es una cosa supermelosa. Hay que tener muchos huevos para afrontar este reto y osar ver el oso. Pero yo los tengo y no me achanto tan fácil.

Eso sí, de haber sabido que este director, Kaplanoglu, define su cine como "realismo espiritual" creo que tanta gónada se me hubiera retraído sin remedio. "Realismo espiritual". Y eso qué coño es? Hay que ver las cosas que se inventa la gente para soltar truños. Es increíble.

Se queja un "admirador" de mis críticas de que soy muy radical poniendo notas. Bueno, es más que evidente, no hace falta ser muy observador para darse cuenta de que tengo un puntillo extremista. Pero es que mi realidad espiritual es ésa; lo que me gusta me encanta y lo que no me gusta me mata. Y conste que a veces hago un tremendo esfuerzo por intentar ser un poco ecuánime y buscarle algo bonito a los bodrios o alguna pega a mis grandes tesoros. Pero vamos, me cuesta. Porque si una historia me aburre soberanamente, por poner un suponer, soy verdaderamente incapaz de apreciar más nada. Qué le vamos a hacer, soy así de batasuna para esto del cine. Y en general para todo.

Intentaré, no obstante, en honor a este fan protestón que me ha salido, sobre todo para asegurarme su fidelidad lectora, buscarle algo bueno a esta peli y subirle algún puntillo.

Por ejemplo el niño, Bora Altas me parece que se llama (si lo metes en Google te sale "Botas altas"; ni lo intentéis). Bueno, pues el niño hace de niño de éstos de típica peli gafapástica; ya sabéis, esos nenes que jamás se rien ni juegan con los otros niños ni prácticamente hablan nada. Niños que andan muchísimo pero que casi nunca corren, y de jugar a la pelota ni hablamos; niños que miran muy fijamente, plan búho, y a pesar de mirar tanto no bizquean. En fin, ese tipo de niño que fuera del cine no conoce prácticamente nadie. Sabéis de qué hablo, no? Bueno, pues el chaval lo hace muy bien. Le voy a dar un par de puntillos, a ver si sube su caché.

Y lo siento, admirador secreto e insatisfecho, no le puedo poner más. No dudo de que Kaplanoglu tuviera sus buenas intenciones al rodar este pestiño, peero... también Zapatero tenía muy buenas intenciones cuando ganó las elecciones y fíjate cómo nos ha dejado. Y es que no sólo de intenciones vive el hombre.

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